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Huellas mayas en Basilea

Ruinas precolombinas del Tikal. www.mayaruins.com

El Museo de las Culturas, conocido por sus colecciones etnográficas de Asia, presenta joyas extraordinarias de una de las más importantes culturas mesoamericanas.

Escondida entre preciosidades del Tibet, Bali y Oceanía, se encuentra una de las obras más raras de la cultura Maya, los dinteles de Tikal.

El visitante del Museo de las Culturas de Basilea llega hasta el impresionante santuario de Papúa-Nueva Guinea, con sus 15 metros de altura, pasea por la exposición sobre las culturas de Oceanía y asciende al primer piso del edificio neoclásico.

Ahí, en medio de una exposición sobre Bali y algo escondidos entre otras piezas etnográficas de la América precolombina, lucen los famosos dinteles de Tikal.

Patrimonio del museo basilense, estos relieves son de suma importancia para el entendimiento de la cultura Maya. Trabajados en chicozapote, una madera tropical muy dura y duradera, los refinados glifos cuentan la historia del reino perdido de Tikal.

Hasta el observador profano queda pasmado ante el trabajo milenario de los artesanos mayas y se pregunta ¿cómo llegó este tesoro a Basilea?

Un aventurero suizo en Guatemala

La presencia de los dinteles de Tikal en Basilea se debe más que nada a una serie de circunstancias afortunadas.

Protagonista central en esta historia es el basilense Carl Gustav Bernoulli (1834-1878), médico, farmacéutico, científico y aventurero, quien dejó su ciudad natal en 1858 para buscar suerte en Guatemala.

Durante veinte años, Bernoulli se ganó la vida como médico y finquero de cafetales. Sin embargo, esta vida no le satisfacía. Su corazón palpitaba por la naturaleza tropical. Admiraba las andanzas del Alexander von Humboldt, pero carecía de los recursos económicos de ese gran genio universal de origen alemán.

Descubrimiento casual

Siempre que le era posible, Bernoulli emprendía largas expediciones por la región mesoamericana.

Disfrutaba enormemente de esos viajes y del descubrimiento de nuevas especies; sin embargo, se sentía solo; además, el clima tropical empezó a menguar su salud.

En 1877, Bernoulli decidió regresar a su patria. Pero antes, quiso cumplir uno de sus más grandes sueños: visitar las ruinas de Palenque y la selva del Petén.

Una postrer travesía

A pesar de su debilidad, emprendió el largo y penoso viaje. Después de varios meses e innumerables dificultades, llegó a Flores.

En una carta dirigida a su amigo Fritz Müller, en Basilea, escribió: “En Flores no conseguí nada, y para hacer algo, salí a las ruinas de Tikal que quedan a 12 leguas. En uno de los edificios encontré revestimientos de madera bien conservados.”

El científico reconoció que se trataba de piezas únicas que adquirió al gobierno guatemalteco, poco interesado entonces en la herencia prehispánica.

Trabajadores indígenas sacaron los dinteles, seguramente sin saber que se trataba de parte importante de su propia historia.

Bernoulli embarcó las piezas rumbo a Basilea. Pocos meses después se despidió de su patria adoptiva para regresar a Europa. Nunca llegó: el 18 de mayo de 1878 murió en San Francisco a la edad de 44 años.

Franziska Nyffenegger, Basilea

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