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Hay futuro para un bailarín después de los 40

Tetsuya Kumakawa en una representación de 'El sueño de una noche de verano'. Ayumu Gombi

Tetsuya Kumakawa es este año uno de los nueve miembros del jurado de la 41ª edición del Prix de Lausanne. El fundador y director de la Compañía K-Ballet, de Tokio, ganó el máximo galardón del concurso en 1989.

El que fuera estrella del Royal Ballet habla de lo crucial que fue este concurso en su carrera y de la vida de un bailarín tras cumplir las 40 primaveras.

swissinfo.ch: ¿Qué significado tiene este concurso?

Tetsuya Kumakawa: Es un concurso único y significa mucho para un joven bailarín porque le puede abrir nuevas puertas a una carrera.

El año antes de ganar la medalla de oro en 1989, yo me estaba formando en la Escuela del Royal Ballet de Londres. Pero alcancé notoriedad gracias al Prix de Lausanne. Fue muy importante para mí.

Descubrir nuevos talentos es siempre una tarea difícil. Quiero devolver algo al concurso que me sirvió de trampolín, compartir lo que he aprendido. Estoy inmensamente feliz de estar aquí como voluntario. Y si hay algo que yo pueda hacer para ayudar a la joven generación, como bailarín sénior, lo haré encantado. Así de simple.

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swissinfo.ch: ¿En qué se fijan los miembros del jurado?

T.K.: Observamos cómo trabajan los concursantes, nos fijamos en su potencial y sus aptitudes, miramos con lupa a cada candidato.

Es fundamental que los concursantes tengan confianza en sí mismos y no se dejen apabullar por la presión. Probablemente llevan un año preparándose para este concurso.

El Prix es un proceso largo, dura cinco días, y al igual que en otros concursos, los bailarines salen al escenario vestidos y maquillados como corresponde al personaje que van a interpretar y lo harán una sola vez. La diferencia es que en Lausana están en un estudio y bajo observación permanente de los miembros del jurado que miran cómo trabajan y si saben lidiar con la presión.

Ayumu Gombi

swissinfo.ch: Cuando vemos en las imágenes de vídeo, los saltos altos que usted ejecuta en el ballet ‘Don Quijote’ parecen un desafío a la gravedad. Y es increíble ese dominio del equilibrio durante las piruetas, que parecen interminables. ¿Qué movimientos o emociones idealizadas intenta transmitir cuando interpreta un ballet clásico?

T.K.: La música es crucial. Tienes que dejar que invada tu cuerpo, digerirla y transmitirla –por así decirlo– a través del movimiento. Necesitas sentir pasión dentro de ti para responder a la música, tienes que amarla.

Cuando uno es joven tiende a centrarse en cómo saltar y girar, pero el bailarín va creciendo. Una vez que tu cuerpo alcanza la madurez, pones atención en otras cosas. A mi edad, la técnica no es un aspecto que me obsesione. Me interesan más las líneas, cómo transmitir emoción a través de la música.

swissinfo.ch: ¿Esto se aplica también a la danza contemporánea?

T.K.: Yo he sido y soy un bailarín clásico. Un bailarín contemporáneo necesita dotes de filósofo, tiene que hurgar en su interior, ser capaz de aislarse de lo que le rodea. Hay un significado más profundo. Como el ballet clásico existe desde hace muchos años, hay un estilo muy icónico, cosa que no ocurre en la danza contemporánea. Son dos mundos diferentes.

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swissinfo.ch: El número de concursantes masculinos en el ‘Prix de Lausanne’ aumenta. ¿Es un reflejo de un creciente interés en los bailarines?

T.K.: Tradicionalmente, el ballet siempre ha sido cosa de chicas. Desde el legendario Nijinsky ha crecido el interés por los bailarines varones. En mi opinión y desde el punto de vista estético, no hay diferencia entre un bailarín y una bailarina.

Los bailarines son más atléticos, sus pasos más dinámicos, lo cual tiene un impacto inmediato en el público y causa gran impresión en quienes aspiran a convertirse en un héroe del ballet.

En el caso de las bailarinas, el estilo, la estética, la delicadeza y el refinamiento son elementos que están más desarrollados que en los varones.

Creo que las bailarinas alcanzan ese punto de madurez antes que los hombres. Cuando eres joven, te obsesiona la técnica… rebosas de energía y tienes que darle rienda suelta. Es lo que entusiasma a un bailarín.

swissinfo.ch: ¿Cómo han evolucionado el estilo de la danza clásica desde 1989 cuando usted ganó el Prix de Lausana?

T.K.: La civilización ha mejorado muchísimo gracias a YouTube; cualquier persona puede ver lo que hacen otras. Hoy todo el mundo copia a los demás y comparte técnicas (risas).

Pero la técnica ha dejado de ser el principal objetivo. La técnica lo era todo en mi vida diaria. De niño tenía que averiguar dónde encontrar un buen vídeo de Rudolf Nureyev o Mijaíl Baryshnikov y pagarlo de mi bolsillo para aprender a bailar como ellos.

Ahora la gente puede compartir la técnica en tiempo real. Los bailarines de hoy alcanzan la madurez técnica mucho antes que en mi época. No conciben la técnica como el non plus ultra, sino que van más allá y buscan la belleza de las líneas y las posiciones. Una nueva tendencia que, en mi opinión, es buena.

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Voluntad a toda prueba

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swissinfo.ch: Usted es el primer bailarín y el director de la compañía K-Ballet de Tokio. El año pasado cumplió las 40 primaveras. ¿Se ve bailando aún muchos años?

T.K.: Uno tiene que ser consciente de sus limitaciones físicas. A mi edad, no tengo la misma agilidad de movimiento que de joven, pero he alcanzado la madurez como bailarín.

Ahora tengo otro enfoque. Aprecio más la música y los pasos a dos con las bailarinas y el resto del cuerpo de ballet. Suelo modificar las obras del repertorio clásico a mi gusto con el fin de simplificarlas para que se entiendan mejor. En mis coreografías los hombres tienen más movimientos que los bailarines de antaño.

Hay múltiples maneras de bailar y expresarse en el escenario, así que si encuentro un repertorio para mi edad, seguiré en las tablas.

Pero si la gente espera que haga lo mismo que hace veinte o treinta años,  de cuando tenía diez y pico o veintitantos años, personalmente, eso ya no me interesa.

La Compañía K-Ballet es una formación muy especial. Me he convertido en la estrella de esta compañía privada y tengo que seguir bailando para vender entradas. Seguiré como bailarín principal mientras el cuerpo aguante.

Tetsuya Kumakawa nació en Hokkaido, Japón, en 1972.

Se inició en el ballet a los diez años y, con el respaldo del coreógrafo suizo Hans Meister, ingresó en la Royal Ballet School, de Londres a los 15.

En 1989 ganó la medalla de oro del Prix de Lausanne. Ese mismo año ingresó en el cuerpo de ballet del Royal Ballet convirtiéndose en el solista más joven en la historia de la compañía. En 1993 fue nombrado primer bailarín del Royal Ballet.

En 1999, un año después de retirarse del Royal Ballet, fundó su propia compañía ‘K-Ballet’ en Japón llevándose consigo a varios bailarines del Royal Ballet. En 2003 creó la Escuela K-Ballet para jóvenes bailarines.

En 2006 ganó el ‘quinto Asahi Scenic Art Prize’ (Premio Asahi de Artes Escénicas) por su interpretación artística y original y presentación de las obras clásicas Don Quijote y El Cascanueces.

Kumakawa sigue en activo como bailarín, tanto en Japón como en el mundo, así como productor, director y coreógrafo.

Esta es la segunda vez que es miembro del jurado del Prix de Lausanne.

(Trducción: Belén Couceiro)

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