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Sociedad

Suiza es un país donde se entrecruzan muchas culturas swissinfo.ch

Diversidad

El único factor común en la sociedad suiza es la extrema diversidad. No es posible tratar de tener una imagen homogénea del país.

La razón principal es la configuración lingüística de Suiza que incluye tres lenguas principales: alemán, francés e italiano, procedentes de las grandes culturas de los vecinos del país.

A pesar de que la cultura suiza siempre ha sido influenciada por Alemania, Francia e Italia, en todas las regiones lingüísticas del país hay una cultura suiza independiente. Tomada en su conjunto esta diversidad podría llamarse cultura suiza, a pesar de que sigue siendo un conjunto de compartimentos.

En cifras, la Suiza de expresión alemana, con más del 60% de la población, representa una clara mayoría. Pero la lengua materna de esta región es el suizo-alemán, una gama de dialectos que, por ejemplo, crean dificultades para que un suizo del cantón del Valais pueda hacerse entender en San Gallen y viceversa.

Para alguien que habla el alto alemán, los dialectos suizos son prácticamente impenetrables salvo cuando la persona vive en una zona fronteriza contigua.

Eterna tensión

En estas condiciones los artistas de la Suiza de lengua alemana viven una eterna tensión entre la lengua escrita y hablada cuando escriben una novela o un programa para una exposición de arte o un concierto.

Los suizos de expresión alemana nacen con una lengua y un idioma pero tienen que aprender su lengua escrita con duro esfuerzo en la escuela.

Recientes encuestas europeas han mostrado que las escuelas suizas tienen dificultades para mantener los estándares del alemán escrito. Sus esfuerzos son socavados por el creciente empleo del dialecto, en la música ‘pop’, en la radio y la televisión.

Como contramedida muchos cantones obligan ahora a los profesores a dictar sus clases en alto alemán y no en dialecto.

Esto podría contribuir a eliminar una barrera con el resto de la Europa de lengua alemana pero también dentro de Suiza. Los otros principales componentes del país, los suizos de lengua francesa e italiana, aprenden en sus escuelas el alto alemán y no el suizo-alemán.

Las divisiones lingüísticas de Suiza tienen claros límites geográficos y no corresponden a fronteras políticas. Hay cantones bilingües como Berna, Friburgo y el Valais. En el cantón de los Grisones se hablan hasta tres idiomas: el alemán, el romanche, y, en un puñado de valles, el italiano.

Bilingüísmo

Oficialmente hay incluso ciudades bilingües como Fribourg/ Freiburg o Biel/ Bienne. Allí el visitante puede utilizar sus conocimientos de alemán o francés con un buen margen de seguridad de que será comprendido.

Sin embargo, un suizo de lengua francesa será difícilmente comprendido en su lengua materna en las orillas del Lago de Constanza, en el nordeste del país. Del mismo modo un suizo del nordeste tendrá problemas para hacerse entender con su alemán en Ginebra.

Si no es un mito, el trilingüísmo suizo es por lo menos una situación compleja que está matizada por el consenso general de que todo el mundo debe entender por lo menos dos de las lenguas habladas en el país. Esto se subraya en los sistemas escolares, obligados a enseñar por lo menos dos lenguas nacionales.

Es interesante y quizás lógico que sean las pequeñas minorías las que parecen hablar y entender más lenguas. Es el caso de los suizos de expresión italiana y de la minoría de suizos de habla romanche que con éxito han preservado su lengua en los altos valles del cantón de los Grisones desde la época posromana.

Romanche

Oficialmente sólo 35.000 suizos hablan el romanche o retorromano como primera lengua y lengua cotidiana. No obstante, hay probablemente alrededor de 50.000 suizos de lengua materna romanche, que viven en otros lugares de Suiza.

Son considerables los esfuerzos que se hacen para mantener viva la antigua lengua. Es lengua obligatoria en muchas escuelas locales pero las cosas resultan más complicadas por el hecho de que el romanche tiene varios y marcados dialectos.

Las recientes tentativas para promover una forma estándar de lengua, el romanche Grischun, no han sido populares entre estudiantes y maestros que deben aprender lo que en realidad es un nuevo idioma.

La presencia del inglés como lengua del mundo de los negocios, de la música ‘pop’, del mundo de la informática, y de otros, ha debilitado también el trilingüísmo en Suiza.

El amplio sistema de reclutamiento militar obligatorio del pasado permitía que la mayor parte de los soldados pasaran algún tiempo en por lo menos una de las diferentes regiones lingüísticas del país.

Había también más unidades lingüísticamente mezcladas que ahora y durante los años pasados para las mujeres jóvenes que terminaban la escuela era más común pasar un año como chica asistente (‘au pair’) en otra región de Suiza.

A pesar de los 100 periódicos cotidianos que siguen existiendo en gran parte del país y aunque la radio y la televisión transmiten programas en las tres principales lenguas, hay pocos lectores que compran periódicos en una lengua distinta a la suya.

A pesar de que la radio y la televisión funcionan dentro de una empresa nacional las diferentes unidades lingüísticas que la componen son prácticamente autónomas, con muy poca influencia entre sí.

Federalismo

La fragilidad de Suiza como un conjunto de regiones lingüísticas ha sido siempre una preocupación para el Gobierno Federal en Berna. Por esa razón el bilingüísmo ha sido siempre un mandamiento en las grandes empresas del Estado como los ferrocarriles y los correos; sin olvidar el cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas.

Religión y lenguas son dos áreas potenciales de problemas que las estructuras del federalismo suizo tratan de diluir antes de que se agraven. Fue así como la región del Jura de lengua francesa recibió la autonomía como nuevo cantón en 1979 después de un plebiscito nacional que dejó al cantón de Berna sólo con una pequeña porción de área de lengua francesa.

Con una población de suizos de lengua nativa francesa que oscila entre el 20 y el 25%, Suiza es regularmente invitada y participa en las ‘cumbres’ de la francofonía. Allí desempeña un papel clave pero a la vez moderado como forma de respeto a los otros grupos lingüísticos del país.

Los controles y equilibrios inherentes al sistema político suizo juegan también un papel en la gestión y promoción de las artes en Suiza.

La Confederación, los cantones y las comunas locales individuales participan en la política cultural. Pero el sistema de subsidiaridad no funcional en el mundo actual de las artes.

Fondos para las artes

El sistema de compartir las cargas que obliga a los cantones a igualar o contrabalancear los costos de las autoridades locales no es suficiente para subsidiar teatros, orquestas y compañías de ballet. Por esto, en la actualidad, las grandes ciudades cubren por lo menos la mitad de los costos de la vida cultural en el país.

Las zonas suburbanas de las grandes ciudades que de por sí pueden ser entidades políticas, así como las regiones o cantones tienen ahora, y a menudo, acuerdos de contribución para pagar teatros y otras instituciones culturales en los suburbios de ciudades como Zúrich, Basilea o Berna.

El patrocinio cultural también es asegurado por fundaciones, grandes empresas, bancos, y cadenas de distribución como Migros que donan un porcentaje de sus ingresos a las artes.

El Gobierno Federal apoya las actividades culturales a través de la Oficina Federal de la Cultura y financia a Pro Helvetia y al Consejo suizo de las Artes que reciben asignaciones parlamentarias por períodos de cuatro años.

En 2005 el presupuesto para la cultura fue de 33 millones de francos suizos (27, 7 millones de dólares). Más del 85% de esa suma se gasta en apoyar proyectos presentados por los artistas o promovidos por la misma Fundación Pro Helvetia. Estos proyectos pueden incluir exhibiciones temáticas, exposiciones de arte, exhibiciones de películas suizas, giras de grupos de teatro o de ballet y orquestas suizas.

Pro Helvetia trabaja en estrecha colaboración con las representaciones diplomáticas y consulares de Suiza en el extranjero para promover a los artistas suizos y dirige ocho oficinas en Europa y Äfrica.

Una nueva ley prevé una definición más precisa de la demarcación del trabajo de Pro Helvetia y de la Oficina Federal de la Cultura.

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