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Berezina: batalla bicentenaria que une y divide a Suiza

La gran armada napoleónica cruza el Río Berezina, del 26 al 28 de noviembre de 1812, durante su dramática retirada de Rusia. akg images

Se suponía que sería una campaña fácil, de tres semanas: En junio de 1812, Napoleón condujo a un gran ejército de más de medio millón de hombres a Rusia, pero al final del año menos del cinco por ciento de esa enorme fuerza se dispersaba a través de la frontera.

De los alrededor de 9.000 suizos que participaron en la campaña –-enrolados de manera obligada por un tratado de Suiza con Francia- solamente 400 volvieron para contar la historia.

Fue una campaña con pocas batallas campales. Muchas muertes fueron causadas por el frío, el hambre, las enfermedades y los ataques de la guerrilla rusa.

Pero la batalla de tres días a orilla del Berezina, en la actual Bielorrusia, quedó grabada a fuego en la conciencia suiza: De los 1.300 soldados helvéticos que ayudaron a contener a los rusos hasta que el ejército francés en retirada cruzó el río, solamente 300 sobrevivieron.

En un discurso intitulado “Berezina y su herencia”, pronunciado en la fiesta nacional de Suiza el pasado mes de agosto, el ministro de Defensa, Ueli Maurer, del euroescéptico partido Unión Demócratica del Centro  (UDC/derecha conservadora) previno sobre lo que consideró intentos de la Unión Europea “para someternos a su jurisdicción”.

Las tropas suizas fueron arrastradas a las guerras napoleónicas porque la “élite política suiza” en la década de 1790 había sido “hipnotizada” por las nuevas ideas procedentes de la Francia revolucionaria, explicó. “Creyeron en una nueva era dorada. Vieron a su patria demasiado pequeña, demasiado insignificante, demasiado anticuada”.

Añadió que la dirigencia suiza de la época cedió ante “las cada vez más ultrajantes demandas francesas”, con lo que, “paso a paso, sacrificó la soberanía del país”.

El historiador friburgués Alain-Jacques Tornare, especialista en ese período y autor de un libro sobre Berezina y la campaña de 1812, señaló a swissinfo.ch que el discurso de Maurer lo había “enfurecido”. “De hecho, Suiza manejó muy bien sus asuntos. Napoleón no fue capaz de imponerle todo lo que quería. No se puede decir que Suiza fue un mero satélite francés. No estaba ni más ni menos cerca del imperio francés que los otros países”.

Una nueva identidad

Pero no hay nada nuevo en el uso de Berezina con fines políticos.

Todos los historiadores con los que habló swissinfo.ch anotaron el papel de la  batalla en la consolidación de la identidad suiza en un momento de agitación.

La invasión francesa de Suiza, en 1798 marcó el final de la antigua Confederación. Hasta entonces, los 13 cantones existentes – todos de habla alemana – gobernaban sobre amplias zonas del país consideradas “territorios sometidos”. Después del fracaso de los primeros intentos de centralización, el Acta de Mediación, promulgada por Napoleón en 1803, creó una Suiza de 19 cantones, en la que esos territorios tenían los mismos derechos que sus antiguos gobernantes.

“Berezina mostró que los suizos eran capaces de luchar juntos, como iguales, que los hablantes de alemán no eran superiores a los francófonos, que los hombres del Tesino (de expresión italiana) podían ser tomados en serio, y eran perfectamente capaces de luchar”, explicó Tornare.

Ese punto de vista es compartido por el historiador tesinés Damiano Robbiani, uno de los coautores del libro Milizie Bleniesi, publicado con ocasión del Bicentenario de la Batalla del Berezina. Ese capítulo de la Historia se ha mantenido vivo de una manera particular en tres aldeas del valle de Blenio, donde cada año los hombres desfilan por las calles enfundados en uniformes tradicionales y acompañados por el sonido de los tambores en una ceremonia que mezcla lo religioso y lo militar.

“Antes, el Tesino era gobernado por los suizos y no tenía ejército, pero después de la época napoleónica, la gente comenzó a tomarle gusto al hecho de portar un uniforme y disparar un arma. La celebración está efectivamente vinculada al hecho de que el Tesino devino totalmente suizo”, dijo el especialista a swissinfo.ch.

Fuerza unificadora

Jürg Stüssi-Lauterburg, responsable de la Biblioteca Militar Federal, contrariamente a muchos historiadores, está convencido de que la invasión francesa contribuyó más bien a retrasar el proceso de reforma en Suiza, pero  también para él, Berezina tuvo una fuerza unificadora.

Berezina fue la primera ocasión, para ese nuevo conjunto de 19 cantones, de  demostrar lo que eran capaces de hacer juntos. Era exactamente lo que se necesitaba: un acto de heroísmo moderno como prueba de que Suiza era capaz de restablecer su independencia también desde el punto de vista militar”.  

“La gente puede tener interpretaciones muy diferentes acerca de la historia suiza,  pero concuerda en la importancia de Berezina. 1812 fue un acto heroico suizo, pero al mismo tiempo significó el fin del poder de Napoleón.

A los conservadores les gusta reducir el alcance de Napoleón. Los bonapartistas siempre pueden aferrarse al hecho de que el pueblo combatió por Napoleón. Hay diferentes interpretaciones sobre una misma acción”.

Explotar la historia

Diferentes interpretaciones también se han dado en diferentes momentos. La canción Berezina – que expresa la esperanza en un futuro mejor, interpretada al parecer por uno de los soldados en la batalla – se hizo popular a fines de los Siglos XIX y XX, en un momento en que Suiza impulsaba una política cultural nacional, con eventos como exposiciones nacionales y el establecimiento del museo nacional.

Durante las dos guerras mundiales los suizos recordaron Berezina , en particular  después de la invasión de Hitler a Rusia en 1941.“La Segunda Guerra Mundial proporcionó un claro paralelismo: Hitler también perdió tamaño, destacó Stüssi. “Ese sentimiento seguramente dio nueva vida al viejo mito”.

Stefano Giedemann, otro colaborador de Milizie Bleniesi, dice que al consultar  libros sobre la campaña de 1812 advirtió la historia había sido un poco manipulada. “Había publicaciones que databan de las guerras mundiales y que no presentaban los hechos de manera 100 por ciento exacta. Algunos elementos fueron suprimidos, otros destacados”, dijo.

Impacto personal

Pero el impacto de Berezina no se sintió solamente en el plano político. “Fue una tragedia total. Nadie supo lo sucedido a muchos de los soldados. Sus familiares no pudieron hacer su duelo”, dijo Tornare.

No es que las autoridades de la época fueran indiferentes, pero en el caos de la retirada era imposible hacer un seguimiento de los eventos. Además de eso, los heridos y los registros del ejército cayeron en manos del enemigo.

Esa tragedia humana tuvo también consecuencias muy concretas en Suiza, como descubrió Tornare. “Vi en los archivos de Friburgo que hasta finales de los años 1840, personas del pueblo buscaban información sobre tal o cual persona porque había, por ejemplo, casos de herencias”. Los procesos habían quedado bloqueados porque “las personas reportadas como desaparecidas no estaban oficialmente muertas”.

Con ello, no es de extrañar que el nombre mismo de Berezina haya entrado en la lengua francesa como una palabra que designa un desastre total.

Año con año, tres pequeñas comunidades del Tesino, en la Suiza de habla italiana, recuerdan a los hombres de su valle que participaron en la invasión napoleónica de Rusia en 1812 . El fotógrafo local, Roberto Donetta (1865-1932), captó estas imágenes de la segunda década del siglo XX.

La campaña rusa acabó en un desastre para Napoleón, que había reunido un ejército con más de medio millón de hombres de diversas partes de Europa. Durante la batalla en el río Berezina, que costó la vida a miles de suizos, los soldados del valle tesinés de Blenio habrían hecho la promesa de desfilar cada año con su uniforme de gala, en honor del santo patrono de su pueblo, si lograban volver a casa. La tradición sobrevive. 

Las tropas francesas invadieron Suiza en 1798, alentadas por algunos radicales suizos que querían la derrota del antiguo régimen. 

Pero los intentos de reestructurar al país llevaron a un conflicto entre federalistas y centralistas.

En 1803, Napoleón aprobó la Ley de Mediación que restauró el sistema cantonal y acordó el estatuto cantonal a los antiguos territorios sometidos.

Con el nuevo sistema, Suiza se vio obligada a suministrar tropas a Francia.

Esa medida resultó muy impopular. El contingente helvético disminuyó gradualmente para pasar de 18.000 a 12.000 efectivos.

Un total de 30.000 soldados helvéticos sirvieron en el ejército francés entre 1805 y 1815, de una población de un millón y medio de suizos.

Anécdótico: Bajo el régimen napoleónico, las tropas suizas mantuvieron el tradicional color rojo de los mercenarios al servicio de Francia. Era la única tropa de la Armada Imperial que llevaba los mismos colores del enemigo británico. El ejército francés vestía de azul. 

Tradición mercenaria suiza

Luego de sus victorias contra  Austria y Borgoña, en particular, la infantería suiza se ganó una sólida reputación en la Edad Media.

Los mercenarios suizos eran muy apreciados en muchos países europeos. Sus principales competidores fueron los lansquenetes alemanes.

Hasta la Revolución Industrial, la actividad mercenaria fue una de las principales fuentes de recursos de Suiza, muy pobre en ese momento. Se estima que más de 2 millones de suizos sirvieron en el exterior entre 1400 y 1848.

Gran parte de los mercenarios se dirigió a Francia. Después de la Batalla de Marignan, en 1515, Suiza y Francia firmaron el Tratado de Friburgo (1516). Suiza se comprometió a rechazar la lucha y el reclutamiento de fuerzas contra  Francia (‘Paz Perpetua’) y Francia obtuvo el derecho de reclutar tropas en Suiza.

Este estrecho vínculo entre mercenarios suizos y el Reino de Francia terminó en la masacre de la Guardia Suiza en el Palacio de las Tullerías el 10 de agosto de 1792. Con Napoleón cambió el mercenariato al servicio de Francia. Ya no era un acuerdo entre dos partes, sino una obligación para Suiza.

El servicio de mercenarios a las órdenes de la monarquía francesa comenzó de nueva cuenta durante la Restauración (1815-1830), pero fue abolido durante la Revolución de julio (1830). En 1831, la creación de la Legión Extranjera permitió la integración de la otrora Guardia Suiza.

En Suiza, el servicio mercenario fue prohibido de manera definitiva en el Siglo XIX. Las capitulaciones (contratos de mercenarios entre Estados) fueron prohibidas en 1848 y el enrolamiento personal en 1859.

Una sola excepción se mantiene vigente: el envío de la Guardia Suiza al Vaticano, que comenzó en 1506.

La Bérézina, de Thierry Choffat y Alain-Jacques Czouz-Tornare, publicado por Cabédita en 2012. 

Milizie Bleniesi,de Davide Adamoli y Damiano Robbiani, publicado por el Museo Histórico Etnográfico del Valle di Blenio en 2012.

Traducción, Marcela Águila Rubín

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