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La muerte de Arafat no deja indiferente a nadie

Un miembro de la guardia presidencial de Arafat en Gaza llora la muerte del líder palestino. Keystone

En Ramallah y Gaza los palestinos lloran a su ‘padre’. En Suiza, como en el resto del mundo, la desaparición de Arafat provoca reacciones dispares.

Por un lado dominan los sentimientos de tristeza y rabia, por otro los de alivio y esperanza.

Visiblemente conmocionado por la noticia de la muerte del líder palestino, Ahmed Benani, presidente del Observatorio Internacional de Asuntos de Palestina, ha preferido emitir una declaración por escrito.

“Tras más de una semana de tergiversaciones entre los grandes y los menos grandes de este mundo, el pueblo tiene derecho a conocer la verdad”, escribe.

Según Benani, la muerte de Arafat se produce en un momento estratégico, “que conviene tanto a Washington como a Tel Aviv, pero también a los árabes – en primer lugar al presidente egipcio Hosni Mubarak – que pueden así llevar a término su trabajo de sepultureros.”

Benani expresa su malestar en estos términos: “Siento dolor por Arafat, por los palestinos y por Palestina. No puedo contener las lágrimas de rabia y tristeza.”

Un respaldo del terrorismo

Muy diferente es la reacción de la Federación Suiza de Comunidades Israelitas (FSCI).

“La mayoría de los 18.000 miembros de las comunidades israelitas residentes en Suiza siempre consideró a Yasser Arafat como un apoyo al terrorismo. Su dinero contribuyó a alimentar las acciones terroristas contra el pueblo israelí”, declara Thomas Lyssy, vicepresidente de la FSCI.

Con esta muerte “renace la esperanza en el seno de los miembros de la FSCI que desean, todos, la instauración de la paz en Israel”.

Thomas Lyssy espera que “los sucesores de Arafat sepan aprovechar esta ocasión para relanzar el proceso de paz”.

Personalidad de envergadura

Peter Leuenberger, miembro del Comité de la Asociación Suiza-Palestina, habla de una “pérdida para todos quienes se preocupan por los derechos del pueblo palestino”.

“No se puede todavía evaluar el alcance de esta pérdida. Yasser Arafat dedicó su vida a esta causa. Fue una personalidad de envergadura mundial”.

Leuenberger no cree que la desaparición de Arafat represente una nueva oportunidad para la paz en Oriente Medio, como señala el presidente estadounidense George W. Bush.

“No olvidemos que Yasser Arafat fue uno de los artífices del compromiso que desembocó en los acuerdos de Oslo”, puntualiza.

Nuevos desafíos

Pierre Hazan es uno de los iniciadores del Manifiesto, “movimiento para una paz justa en Oriente Medio”, lanzada conjuntamente por las comunidades judía y árabe en Suiza.

Para él, la muerte de Arafat representa un nuevo desafío para el pueblo palestino. “Arafat era algo así como el padre de la nación. Ahora que ha desaparecido, esa nación tendrá que demostrar que es capaz de mantenerse unida, cosa que no es para nada evidente”.

Asimismo Pierre Hazan señala que los medios más radicales en Israel acaban de perder “su enemigo preferido”. Y es que la presencia de Arafat, considerado como un jefe de guerra “les proporcionaba un excelente pretexto para negarse a entablar un proceso de paz.”

Una ocasión para dividir

Arnold Hottinger, periodista suizo y experto en Oriente Medio, recuerda que Arafat llevaba bastante tiempo políticamente marginado.

En su opinión, la paz depende ahora esencialmente de Ariel Sharon. Pero Hottinger no cree que el primer ministro israelí esté dispuesto a dialogar con un nuevo líder palestino.

“Temo que Sharon aproveche esta ocasión para dividir aún más a los palestinos, cosa que le resultará fácil dado que Israel mantiene todas las riendas del poder”, afirma el experto.

swissinfo

Yasser Arafat nace el 24 de agosto de 1929 en El Cairo en el seno de una familia palestina de comerciantes textiles.

A partir de los cinco años vive con su tío en Jerusalén, entonces bajo dominio británico.

A los 19 años abandona sus estudios por las armas para combatir en la guerra en los países árabes y el nuevo Estado de Israel.

Tras la derrota, regresa a la Universidad de El Cairo, donde dirige los movimientos estudiantiles palestinos.

En 1958, exiliado Kuwait, funda Al Fatal, organización secreta de resistencia.

Dos años después de la derrota en la Guerra de los Seis Días (1967), se convierte en el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Arafat transforma la OLP, con sede en Jordania, en una organización poderosa y dotada de sus propias fuerzas armadas. Amenazado por Israel, se ve obligado a desplazarse constantemente entre Jordania, Líbano y Túnez, donde instala su cuartel general.

En 1998, anuncia ante la ONU en Ginebra que la OLP abandona la lucha armada. Comienza así un proceso de paz que desembocará en los acuerdos de Oslo en 1993.

Yasser Arafat es elegido primer presidente de la Autoridad Palestina en 1996.

En 1994 recibe el Premio Nobel de la Paz, junto con Isaac Rabin y Simon Peres.

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