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Colección suiza de vudú en Haití

Marianne Lehmann junto a una de sus esculturas. swissinfo.ch

La isla caribeña cuenta con una gran riqueza de objetos religiosos afrocaribeños. La práctica del vudú, reconocida como religión oficial, es también elemento básico de la sociedad.

Una suiza en Port-au-Prince defiende el cuidado y permanencia de los objetos utilizados para este rito dentro de las fronteras haitianas.

Marianne Lehmann nunca está sola. La ex empleada del consulado suizo en Port-au-Prince, Haití, vive con más de dos docenas de gatos, empleados domésticos y un valioso tesoro de objetos artísticos y del culto vudú.

En la década de los 50, Lehmann trabajaba en un laboratorio químico en Lausana, cuando conoció y se enamoró de un estudiante de Haití. El amor se convirtió en pasión y la joven se mudó con su pareja en 1957 al Caribe. Un año histórico para Haití.

Lehmann recuerda: “El viaje de Suiza a Port-au-Prince duró 19 horas. Irrumpí en plena contienda electoral, que dos meses después conduciría al poder a Jean Claude Duvalier”.

Maliciosamente, sin enfado

El clan completo de los suegros de Marianne Lehmann apoyaba al nuevo hombre fuerte en el palacio gubernamental. El azúcar, el café y el sisal haitianos se cotizaban a buen precio en el mercado mundial.

Nadie se imaginaba entonces lo que viviría Haití con la llegada al poder de Jean-Claude Duvalier: Un dominio sin contemplaciones, que duró diez años.

Marianne Lehmann se interesó siempre por la historia. El certificado escolar lo tenía en sus manos desde hacía más de 20 años.

Un día, un desconocido tocaría a su puerta, cargando a cuestas una desgastada maleta de yute.

“Tengo algo especial para usted, señora”, le dijo este hombre y sacó del bolso una estatua de concreto pintada con muchos colores. “La figura me miraba maliciosamente, sin enfado. No tuve miedo y quedé fascinada por la magia de ese instante”, recuerda.

Vudú a plazos

El extraño debía vender la estatua. Su madre padecía cáncer de mama, la familia requería de dinero. Lehmann vaciló en comprarla o no, mientras el vendedor la presionaba suavemente. “Si no la quiere, sólo me queda venderla a un turista del Hotel Oloffson.”

Y eso justo, quería evitar la señora Lehmann; así que tras haber llegado a un acuerdo para quedarse con la misteriosa figura de culto en piedra, el objeto se convirtió en el primero de una de las mayores colecciones contemporáneas a escala mundial sobre piezas ceremoniales y del culto vudú.

En aquel tiempo, Marianne Lehmann encontró un empleo en el sector químico haitiano y trabajó un par de años en su profesión, hasta que la educación de sus hijos la separó de la vida laboral. Su esposo se convirtió en 1972 en ministro de comercio.

Llegó el divorcio y a partir de 1975 trabajó en el Consulado General de Suiza en Port-au-Prince: “Ese era un lugar peligroso. Había muchos problemas. La gente desaparecía. Aunque las embajadas y consulados eran respetados por los Duvalier”.

Una casa con cientos de espíritus

La noticia de que una mujer blanca compraba objetos del culto afrohaitiano se extendió como una llamarada por la escena vudú en Port-au-Prince. “En ese tiempo no conocía tan bien las raíces más profundas, ni el significado de la religión vudú. Pero suponía que se trataba de una creencia que motivaba profundamente a la gente.”

En la década siguiente, cientos de objetos vudú se sumaron a la colección de Lehmann: estatuas con siete cabezas, con tres ojos, con cuernos, efigies monumentales, espejos ricamente ornamentados y misteriosas figuras de tela.

Mayor presión contra los viejos dioses

Entre esos valiosos objetos se encuentra Erzulie, la gran diosa y patrona de la ceremonia del agua.

Una mañana, Lehrmann pidió a un perito que evaluara la pieza. Un certificado sustenta que la figura tiene varios cientos de años y que llegó al nuevo mundo a través de un barco de esclavos africanos, venido de Dahomey.

¿Por qué venden los sacerdotes vudú sus tesoros? “Existen razones económicas, sociales y religiosas”, comenta la señora Lehmann. Por ejemplo, cuando ingresa la madre de una familia de una secta fundamentalista-cristiana, todo el clan queda bajo presión.

Pese a que el vudú en Haití es reconocido como religión oficial, los grupos evangélicos ejercen presión contra los dioses africanos. “Muchos jóvenes haitianos ya no permiten su iniciación y salen fuera del país, a ganar dinero”. De esta forma se pierde la tradición.

El vudú quiere dejarse ver

La colección de la señora Lehmann busca la luz, no la oscuridad. “Hasta ahora hemos conseguido la organización de una gran exposición en la vecina República Dominicana.”

Pero la suiza quiere una solución permanente para los extraordinarios objetos. “La colección requiere de un museo para que estas valiosas piezas permanezcan en Haití y puedan conservarse para las futuras generaciones”.

swissinfo, Erwin Dettling, Port-au-Prince
(Traducido por Patricia Islas Züttel)

En Haití hay 142 personas registradas con pasaporte suizo. De ellos, 58 son suizos y 83 tienen la doble nacionalidad.

Suiza cuenta en Port-au-Prince un Consulado General.

El país es apoyado desde hace muchos años por programas de desarrollo.

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