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“Lo importante es no formar parte de las estadísticas”

Pacientes y médicos en hospital de campaña
Pacientes en camas de un hospital de campaña improvisado en un gimnasio en Santo André, en las afueras de São Paulo, Brasil, jueves 4 de marzo de 2021. Copyright 2021 The Associated Press. All Rights Reserved.

Los suizos afincados en Brasil mantienen el aislamiento social y otros protocolos de seguridad sanitaria. Su país de residencia es uno de los más golpeados por la pandemia del coronavirus, pero no divulga oficialmente el número de muertes.

En medio de una rutina completamente perturbada desde hace un año, algunos de ellos relatan cómo se enfrentan a los nuevos modelos de trabajo y al confinamiento y lo que hacen para mantener la salud física y mental. Nos hablan también de sus expectativas para este 2021.

Confinada desde hace casi un año en su casa de São Paulo, la suiza Susi Altwegg, de 75 años, no descuida la salud ni la seguridad. “Llevo 50 semanas en casa”, dice. Las mismas que tiene registradas y durante las cuales ha seguido pagando a la señora de la limpieza, aun cuando no acuda a trabajar: distancia social obliga. Susi vive con su hijo y su nieto, y ella se ha hecho cargo de los quehaceres domésticos, pero no se queja: “Lo importante es no formar parte de las estadísticas”.

Brasil es el segundo país con más infectados, cerca de 11,5 millones, y de muertes asociadas a la COVID-19, con 278 229, tan solo detrás de Estados Unidos.

Sin embargo, con un promedio de unos 1 800 óbitos diarios, Brasil es actualmente el lugar del planeta que más contagios y muertes registra al día, por delante incluso de Estados Unidos.

En números absolutos, São Paulo, motor económico y región más poblada de Brasil, con 46 millones de habitantes, es el estado del país más golpeado por la COVID-19, al contabilizar 2,2 millones de contagios y 64 123 muertes relacionadas con la enfermedad.

São Paulo ha superado recientemente su máximo diario de fallecidos y se acerca peligrosamente al colapso de sus hospitales públicos, que tienen casi el 90 % de las camas de terapia intensiva ocupadas, situación en la que también se encuentran otros veinte estados del país.

Fuente: EFE (15.03.21)

Trabaja desde su casa y extraña los trayectos a la escuela en la que labora como secretaria, y las conversaciones cara a cara con sus colegas. Sin embargo, se resigna: “No tenemos otra opción”. Subraya que es necesario “hacer nuestro mejor esfuerzo”, respetando los protocolos de seguridad. Sobre todo, porque la otra posibilidad es la muerte. “Y yo no quiero eso”.

Situación vergonzosa

Para Hanspeter Reimann, de 68 años, su profesión, la música, es su mejor aliada contra el impacto emocional del coronavirus. Continúa con el desarrollo de sus proyectos desde su hogar en Indaiatuba (a unos 80 km de Sao Paulo), donde vive desde hace cerca de 12 años. Se considera un privilegiado porque su contexto le permite protegerse mejor de lo que puede cuidarse la mayoría de la población. “El nivel que tengo aquí no es el nivel de vida general de Brasil”.

Sin embargo, Reimann dice estar asustado por la forma en que el país ha manejado la enfermedad, la falta de coordinación nacional y la cantidad de noticias falsas. Mantiene un seguimiento de lo que sucede en Suiza y le resulta muy difícil comparar las medidas de los dos países. “La política aquí es muy diferente, la situación en Brasil me parece muy vergonzosa, no tengo palabras”.

Para él, los problemas políticos que han provocado tantos abusos en relación con la pandemia en Brasil son consecuencia de la educación de las personas. “Los políticos son un espejo de la sociedad, por lo que no habrá mejores políticos hasta que no haya una mejor formación”, afirma. Siente que los políticos brasileños son tratados como reyes, “cuando, de hecho, el político tiene que ser un servidor”.

Poca racionalidad

El empresario y deportista Stefan Santille, de 46 años, propietario de la marca Ursofrango, también observa con extrañeza la forma de actuar de los políticos en Brasil. Acostumbrado a la cultura suiza, para él la política no es una posición de poder. “Aquí, ser político es una oportunidad para estar bien: yo fijo mi sueldo, mis vacaciones, y cuando las cosas se ponen difíciles, cambio la ley…”.

Santille también echa de menos más racionalidad. “Cuando hablé con mis amigos suizos e intercambiamos información sobre lo que estaba ocurriendo, ellos estaban más informados sobre la pandemia en Brasil que yo aquí en Brasil, al menos tenían una posición clara”, subraya en referencia a las medidas adoptadas por el gobierno.

“Si el ministro de Sanidad de allá [Suiza] dice que hay que hacer las cosas de tal manera, así lo harán. Hay una relación de confianza. La gente se siente segura con la política”.

Dignidad y valor

Hanspeter Häfeli, de 66 años, que dirige la empresa Berna, también cree que la gente en Suiza está mejor informada. “El desafío aquí es grande, pero tenemos que felicitar al pueblo brasileño, porque, aunque haya algunos que no está usando correctamente las mascarillas, la gente en general  enfrenta la pandemia con dignidad y coraje”.

Atento a los protocolos sanitarios, Häfeli cuenta que ha podido hacer frente a las consecuencias de la pandemia en la empresa con el uso de la tecnología, los equipos de protección, la comunicación clara y, principalmente, el ejemplo. “Hasta ahora no hemos tenido ningún problema de COVID-19”. En la firma se mantienen atentos para asegurar el uso correcto de las mascarillas y la distancia necesaria.

También sigue las informaciones de Brasil y de Suiza, y considera que el modo de comunicación de ambos países es muy diferente. “Aquí, las presiones políticas son mayores. Suiza estaba más preparada para aportar seguridad económica y sanitaria”.

Optimismo involuntario

Para Simon Locher, de 34 años, empleado de Zurich Airport Latin America, ser optimista no es una opción. Padre primerizo en medio de una pandemia, tiene que creer que Brasil será un lugar mejor para vivir. Pero su rutina es diferente a la de la mayoría de la población: “Vivimos en un lugar alejado, con una gran zona verde, poca gente, no tenemos mucho contacto con la vida cotidiana de la mayoría de los brasileños”, dice, describiéndose como privilegiado y lamentando la desigualdad que asola Brasil.

Tras un periodo de reclusión total, Locher volvió a viajar recientemente. Para ello, sigue todos los protocolos de seguridad tanto en los vuelos como en los lugares de llegada. “Todavía me sorprendo cuando veo descuidos”, comenta en alusión a aquellos que insisten en no llevar mascarilla o que la usan de manera inadecuada.

Aparte de eso, Locher dice que lleva bien el confinamiento. Para él, si eso es lo correcto, no hay nada que discutir. Depende de cada persona intentar hacerlo lo mejor posible. “Creo que la COVID-19 ha traído desafíos a todo el mundo, tengo la esperanza de que la gente aprenda de él, que vaya más despacio, que mejore su relación con los demás”. Sentencia: “Cada uno tenemos que hacer nuestra parte”.

Traducido del portugués por Marcela Águila Rubín

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