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Estupor e inquietud en un corazón de París acordonado por la policía

La pirámide de cristal del museo del Louvre, en París, el 3 de febrero de 2017, después de que un soldado fuese atacado por un hombre en la zona subterránea del complejo afp_tickers

Policías con chalecos antibalas alejan a los transeúntes haciendo aspavientos. En las inmediaciones del Louvre, en el centro de París, muchos turistas se quedan de piedra. No entienden lo que pasa.

“Nos dicen que nos alejemos, hay policías por todas partes, no sé qué pasa”, advierte una chica rubia a otras personas que pasan cerca del famoso museo.

Poco después de las 10 de la mañana, los soportales de la calle Rivoli están vacíos, algo extraño a esta hora. Los policías dicen que hubo “un incidente”, sin dar más detalles.

A escasos metros, en la turística galería comercial del museo del Louvre, un hombre atacó a varios militares con un machete al grito de “Allahu Akbar” (‘Dios es el más grande’). Uno abrió fuego contra él, hiriéndole de gravedad.

Turistas asiáticos, con mapas en las manos, se quedan paralizados, sin saber a dónde ir. “Monsieur, monsieur’, circule”, grita un agente, haciendo gestos con sus brazos para que lo entiendan.

“Do you speak English [¿Habla usted inglés?]?”, pregunta una mujer de unos 50 años. “¿Es un ataque terrorista?”, añade con voz de preocupación. Nadie sabe.

Inmediatamente llegan decenas de vehículos de bomberos y policías, con las sirenas encendidas. Los cordones policiales se abren para dejar paso a los agentes.

No muy lejos del tumulto, bajo un radiante sol, algunos no calibran la gravedad de la situación.

Una parisina se queja: “¡Ay! Justo el día en que me decido a venir al museo… ¡No sé qué pasa, pero estoy harta!”. Una mujer camina con paso decidido, con el teléfono móvil pegado a la oreja: “Hay policías y periodistas por doquier, algo está pasando…”. Una corredora se detiene: “Disculpe, ¿qué pasa?”, pregunta.

– Sensación familiar –

Se respira tensión. Las personas congregadas cerca del museo esperan noticias, en medio de una inquietud que para muchos ya se ha vuelto familiar.

Algunos estiran la cabeza para intentar ver qué pasa frente a la pirámide del Louvre. “No hay nadie, solo coches de policía”, les dice uno.

La ‘Cour Carrée’, el patio rodeado por los edificios exteriores del museo por el que se llega al Sena, permanecía transitable para que peatones y ciclistas pudieran cruzar a la otra orilla.

Junto al río reinaba un silencio apenas interrumpido por el ruido de las radios de los policías y de las sirenas a lo lejos. Algunos turistas tratan de acercarse para hacer fotos y tomarse selfis.

Las noticias comienzan a caer con cuentagotas. “Una agresión… de un militar… Sí, en el Carrusel, ven, ahí, donde está la galería comercial, no en el museo”.

“Es muy triste y desolador”, comenta Gillian Simms, una turista británica. “No podemos dejarlos ganar, es horrible”, añade, refiriéndose a los yihadistas que han golpeado la capital francesa en varias ocasiones en los dos últimos años.

Hacia el mediodía, cientos de personas que han permanecido confinadas dentro del museo tras el ataque empiezan a ser evacuadas. Muchos asiáticos, con las manos en alto, salen acompañados por policías con cascos y chalecos. Algunos son registrados. Parecen asustados.

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