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Millones de nepalíes siguen sin ayuda un año después del terremoto

Policías nepalíes tratan de contener a unos manifestantes contra la tardanza del Gobierno en las tareas de reconstrucción tras el terremoto de 2015, este domingo 24 de abril en Katmandú afp_tickers

Un año después del seísmo que destruyó su casa en Nepal, Menuka Rokaya sigue viviendo bajo una carpa con su marido y su bebé de nueve meses en Katmandú, a la espera de recibir ayuda internacional.

“Hemos vivido en estas condiciones con el bebé durante el monzón y el invierno”, explica Rokya, uno de los cuatro millones de personas que se quedaron sin hogar. “Sobrevivimos al terremoto, pero sigue siendo difícil subsistir”. “Al principio, mucha gente venía a ayudarnos. Pero ahora ya no hay nadie”, añade, mientras mece a su pequeña.

El mundo se movilizó para financiar la reconstrucción de este país pobre del Himalaya tras el terremoto de 7,8 grados de magnitud del 25 de abril de 2015. Unas 9.000 personas murieron en la catástrofe y medio millón de hogares quedaron destruidos.

En total se recaudaron 4.000 millones de dólares de ayuda, pero las divisiones entre partidos políticos por el control de este dinero ha paralizado su distribución y la mayoría de víctimas no ha recibido nada más que un primer pago.

Rokaya, que estaba embarazada de seis meses cuando el terremoto pulverizó su casa, vive con su familia en una carpa que no los protege de la lluvia ni del frío, cerca del aeropuerto de Katmandú. “No tenemos noticias de la indemnización. ¿Cómo podemos construir sin dinero?”.

Esta familia vive con los diez dólares al día que gana su marido vendiendo té y ella vendiendo comida que prepara en una estufa en la carpa. Unos cuatro millones de personas viven en albergues temporales, según la Cruz Roja.

El sismo de 2015 golpeó la frágil economía de Nepal y la situación se agravó aún más con el bloqueo durante varios meses del principal puente de tránsito fronterizo con India por manifestantes opuestos a la nueva Constitución, lo que provocó escasez de combustible y de productos de primera necesidad.

El turismo se ha visto también afectado. Los visitantes cancelaron sus reservas tras la muerte de alpinistas en el campo base del Everest y de excursionistas en el popular circuito de senderismo de Langtang tras el seísmo.

– “Vacío político” –

La restauración del patrimonio arquitectónico, gravemente afectado, ha comenzado. Las plazas reales del valle de Katmandú volvieron a abrir en junio y está en curso la rehabilitación de otros sitios, pero las obras llevarán años.

En diciembre, se creó la Autoridad Nacional para la Reconstrucción (NRS), que supervisa las obras y la distribución de fondos. El Gobierno impuso a la población el respeto de normas antisísmicas para poder recibir fondos de reconstrucción, pero tardó meses en publicar las instrucciones.

“Muchas organizaciones querían ayudar en la reconstrucción de viviendas pero había un vacío político. No podían comenzar”, explica Jennifer Duyne, que dirige una plataforma de oenegés de reconstrucción.

A las oenegés que habían comenzado a reconstruir escuelas y centros de salud se les pidió suspender las obras hasta que la autoridad las evaluara, un proceso que llevó meses. El Gobierno prometió 2.000 dólares por vivienda destruida, pero menos de 700 familias han recibido el primer pago de 500 dólares.

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