Ahmed Mumin, la lucha de un periodista de Somalia contra la impunidad
Pablo Moraga
Nairobi, 3 may (EFE).- Pese a soportar un sinfín de problemas, Abdalle Ahmed Mumin ha escogido seguir trabajando como periodista en Somalia, el país más peligroso de África para ejercer ese oficio según Reporteros Sin Fronteras (RSF), porque cree en el poder de sus historias para luchar contra la impunidad.
“Mi familia me ha pedido que pare. Quieren que busque otro trabajo. Pero no puedo dejarlo”, dice Mumin, secretario general del Sindicato de Periodistas Somalíes (SJS), en una entrevista con EFE en el Día Mundial de la Libertad de Prensa, celebrado el 3 de mayo.
En medio de la guerra que libra el grupo terrorista Al Shabab contra el Gobierno somalí para derrocar a las autoridades de Mogadiscio e imponer un Estado islámico de corte wahabí (ultraconservador), Mumin sabe que los periodistas se han transformado en un enemigo común de ambos bandos: son unos testigos incómodos de los abusos que las dos partes cometen a menudo.
De hecho, RSF ha documentado desde 2010 los asesinatos de al menos cincuenta periodistas en Somalia.
“Los periodistas somos los encargados de llevar la información a la gente. Algunos investigamos casos de corrupción, derechos humanos o hacemos periodismo crítico sobre los problemas de seguridad. Por eso, recibimos tantos ataques”, explica Munin en las oficinas de Amnistía Internacional (AI) en Nairobi, donde está de visita.
El reportero conoce bien los límites que esos bandos pueden cruzar para alcanzar sus objetivos. Ha escrito sobre las divisiones internas de Al Shabab, los abusos sexuales de agentes de seguridad en Somalia o las condiciones horrendas de las prisiones de la región norteña de Puntlandia. Y eso le ha granjeado muchos enemigos.
Ha perdido a muchos amigos. Ha estado encarcelado varias veces. Ha recibido amenazas de muerte de Al Shabab. E, incluso, en 2015 sobrevivió por los pelos a un ataque del grupo terrorista.
“Después de ese ataque tuve que abandonar Somalia durante dos años. Por mi seguridad. Pero decidí regresar”, confiesa Mumin.
De nuevo en Somalia, Mumin creó en 2019 el SJS, organización que aún preside y que documenta abusos contra los profesionales de la información.
“Hasta ese momento se desconocía con exactitud la magnitud de los abusos contra los periodistas en Somalia porque no se recogían en ningún informe. Ese primer año documentamos 46 arrestos arbitrarios de periodistas, un problema que no ha parado de aumentar porque en 2022 identificamos 84”, señala.
El SJS, explica, intenta que el despotismo contra los periodistas no caiga en el olvido en un país donde los responsables de los asesinatos “no son arrestados».
«No importa si son funcionarios del Gobierno, miembros de Al Shabab o criminales de las milicias que luchan por el poder… Todos ellos pueden seguir caminando en libertad”, lamenta Mumin.
“PENSABA QUE IBA A MORIR”
Su mayor encontronazo con las autoridades somalíes ocurrió el pasado octubre, después de criticar durante una rueda de prensa en Mogadiscio una directiva nueva del Gobierno somalí para prohibir “la difusión de mensajes ideológicos extremistas”.
Según Mumin, esa legislación está redactada de una manera tan vaga que puede obstaculizar las coberturas de los medios de comunicación sobre operaciones de cualquier grupo armado.
Dos días más tarde le encerraron en una cárcel subterránea de los servicios de inteligencia del país, donde los presos estaban hacinados en celdas diminutas, totalmente a oscuras, con temperaturas que podían alcanzar los cincuenta grados centígrados.
“Las condiciones -evoca- eran terribles. Creo que había alrededor de veinte celdas, aunque no podía verlas bien porque estábamos siempre a oscuras».
«Pero cada vez que abrían las puertas -prosigue-, aprovechaba para echar un vistazo. Mi celda sólo tenía un metro de largo. Ni siquiera podía tumbarme o estirar las piernas. Tampoco había ventilación”.
Mumin suele hablar con firmeza, mirando a los ojos de su interlocutor, con palabras que salen como un torbellino. Sin embargo, cuando recuerda esa experiencia, conversa más despacio.
“En algunos momentos no podía respirar. Pensaba que iba a morir. Era como si el oxígeno no entrase dentro de mi cuerpo”, subraya el reportero, quien, desde entonces, ha sufrido varias detenciones y comparecencias judiciales antes de su liberación en marzo pasado.
Pese a todo, Mumin, que creció en un campamento de desplazados internos y ha observado desde pequeño cómo los grupos armados robaban a los civiles o violaban a las mujeres, nunca ha dejado de denunciar esos abusos.
“Estas injusticias deben parar. Y Siempre he pensado que el periodismo es la mejor manera de luchar contra ellas. No puedo coger un arma. Sin embargo, puedo arrojar luz sobre esas cosas tan malas y presionar para que los cambios sucedan. Somalia puede ser un lugar mejor. Pero debemos luchar para conseguirlo”, zanja. EFE
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