Bolsonaro partidario, aunque «preocupado», por alianza Boeing-Embraer

Las acciones de Embraer se derrumbaron el viernes más de un 5% después de que el presidente Jair Bolsonaro se dijera partidario, pero con reticencias, de la fusión del fabricante brasileño de aviones con el gigante estadounidense Boeing.
«Sería muy buena esa fusión, pero nosotros no podemos, como está en la última propuesta, [dejar] que de aquí a cinco años todo pueda ser transferido hacia el otro lado», declaró Bolsonaro a periodistas en la Base Aérea de Brasilia, al ser consultado sobre si apoyará la «venta» de Embraer.
«Nuestra preocupación es esa, es nuestro patrimonio. Conocemos la necesidad de esa fusión», pero existe el temor de que «la competitividad [de Embraer] acabe por perderse» con esa fusión, valorada en 5.260 millones de dólares, agregó.
Las declaraciones de Bolsonaro, que asumió el poder el 1 de enero con un programa de privatizaciones y apertura comercial, tuvieron un impacto inmediato en los mercados. Las acciones ordinarias de Embraer se derrumbaban 5,30% minutos antes del cierre de la Bolsa de Sao Paulo, que operaba en alza de 0,42%.
El acuerdo prevé que Boeing asuma el control de las actividades civiles de Embraer por 4.200 millones de dólares, lo cual le permitirá controlar el 80% del capital del nuevo grupo. El 20% restante quedará en manos de la firma brasileña.
Eso le permitirá a Boeing ofrecer aviones con capacidad de hasta 150 asientos, un mercado en el que actualmente no compite.
Según ambas compañías, el nuevo grupo será líder de la aviación comercial.
El negocio de aviones militares de Embraer fue excluido del acuerdo para vencer la oposición del gobierno brasileño a ceder un activo de seguridad nacional a una entidad extranjera.
Con un volumen de negocios de unos 6.000 millones de dólares y 16.000 empleados, Embraer es una de las joyas industriales de Brasil, con una gama de aviones civiles, militares y también jets de negocios.
Con sede en Sao José dos Campos (Estado de Sao Paulo), fue privatizada en 1994, pero el gobierno brasileño conservó un poder de veto (golden share) que le permite frenar decisiones estratégicas si lo desea, cosa que le correspondería a Bolsonaro.