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Emigración suiza: una pobreza oculta

'La salida del emigrante'. cuadro de Hans Bachmann, 1911. Museo Histórico de Lausana

La prosperidad y la riqueza de este pintoresco país, enclavado en el corazón de Europa, no han sido una constante de su historia.

Acuciados por el hambre y la miseria, miles de suizos cruzaron sus fronteras. Tiempos sombríos que el inconsciente colectivo pareciera querer olvidar.

“El hecho de casi haber borrado esos años de penuria de la conciencia nacional es quizá un reflejo de los nuevos ricos”, considera Claude Moret, del Museo Histórico de Lausana.

“Esos episodios de pobreza y emigración están muy presentes en la memoria familiar pero no en la memoria colectiva ni en la memoria social y cultural. Es una contradicción”, apunta el comisario de la exposición ‘Vivir entre dos mundos 1803-2003. De la emigración a la inmigración’.

Las personas que salen de un periodo de prosperidad tan largo como el de la Suiza del siglo XX –explica-, difícilmente pueden imaginar que ha habido hambruna, decenas de miles de muertos. “Una pobreza endémica que hoy es inimaginable”.

En opinión del especialista, hay también, aunque inconsciente, una voluntad política de olvidar esos momentos tan adversos.

Un descubrimiento para propios y extraños

Profundamente conmovedora, la muestra que presenta el Museo Histórico de Lausana desvela el infortunio de esos años inmisericordes del Siglo XIX en cuyos anales se inscribieron los estragos de la Revolución Industrial, la contracción del agro, el desempleo, las hambrunas… el exilio.

A decir de nuestro entrevistado, la exposición es un descubrimiento para los suizos y para los extranjeros, en particular para muchos de éstos que pensaban “como todo el mundo, que la riqueza de Suiza data de después de Jesucristo”.

Se hace eco de los comentarios de esos visitantes foráneos que por una parte se sorprenden de que Suiza “haya vivido también esas cosas”, y por otra, consideran formidable, como una suerte de esperanza, “que un país que haya sido tan miserable, sea ahora tan rico”.

“Unas 500 mil personas salieron (a lo largo de cien años) de un país que contaba con dos o tres millones de habitantes, una tasa migratoria enorme”, subraya el también escenógrafo.

Los recuerdos del armario

En los archivos cantonales y municipales, pero sobre todo “en los graneros y los armarios” de sus interlocutores, Moret y su equipo (Marina Marengo, Sylvie Kleiber y Werner Jeker) buscaron los recuerdos de esos involuntarios expatriados.

Los investigadores quedaron impresionados al constatar que los testimonios de las personas que partían en el siglo XIX eran “increíblemente parecidos” a las expresiones de los inmigrantes actuales procedentes de la geografía próxima o de países lejanos.

En el otro extremo de esta exposición, inscrita en los festejos del bicentenario del cantón de Vaud, sus organizadores recogieron el sentir de aquellas personas que cruzaron las fronteras suizas en forma inversa a los expatriados helvéticos, pero que su calidad de emigrantes hermana a éstos.

“Hay una especie de universalidad en la experiencia de la migración. Casi es difícil decir: ¡Mira este tipo vivió en 1830 en Estados Unidos o esta persona acaba de llegar de Angola! Hay una experiencia humana que es fundamentalmente la misma y que debería conducirnos a recibir a los inmigrantes con la memoria de lo que vivimos”, conmina Moret.

Recordar para proceder

Recuerda que en los albores del siglo XX, Suiza dejó de ser un país de emigración para convertirse en receptor de ciudadanos de otras latitudes.

Sentencia entonces que “los países que han vivido esta emigración por razones ordinarias de pobreza, cuando se convierten en países de inmigración se transforman, a su vez, en países que dan muestra de una comprensión muy limitada”.

A guisa de ejemplo se refiere a “las condiciones totalmente escandalosas” con que Suiza acogió a los inmigrantes italianos. “No teníamos contacto con ellos, esas personas estaban a la sombra, en situación limítrofe con la esclavitud”.

Condiciones que vivieron millares de suizos en las lejanías de América o de Oceanía. ‘Vivir entre dos Mundos’ da cuenta de esas oleadas de ciudadanos helvéticos que optaron por exiliarse, que amén del dolor de dejar su patria y a los suyos, debieron afrontar humillaciones, miseria, malos tratos. Muchos de ellos murieron pronto en esos nuevos destinos, otros se quedaron en el camino.

Como escribió un emigrante:
“Es muy duro no volverse a ver. Ya nos reencontraremos en el cielo”.

swissinfo, Marcela Águila Rubín

A mediados del siglo XIX un millón de suizos vivía en el extranjero.

Para 1870 la cifra ascendió a dos millones.

De 1850 a 1888 más de 200 mil suizos cambiaron de horizonte.

Tres cuartas partes se establecieron en América.

En 1880 la mitad de los suizos emigrantes vivían en el Continente Americano y la otra mitad en Europa.

Entre 1846 y 1924, 55 millones de personas dejaron Europa con destino a América y sólo regresó una cuarta parte de entre ellas.

Cerca de 600 mil suizos residen actualmente en el extranjero.

En el siglo XIX la Revolución Industrial desquició la organización de Suiza, entonces país rural o semirural.

Con la aparición de las máquinas y la concentración del capital procedente de la tierra, los campesinos comenzaron a quedarse sin tierra y a emigrar a las ciudades o a otros países.

En 1816 se produjo la primera gran hambruna de Suiza:

La erupción del Volcán Tambora (Java, 1815) provocó una suerte de “invierno nuclear” en 1816. El mes de agosto de ese “año sin verano” nevó y la pérdida de las cosechas dejó un saldo de más de 10 mil muertos por inanición.

Entre 1816 y 1817 Suiza recibió ayuda de Alemania, Francia, Italia e Inglaterra. El zar Alejandro I de Rusia puso a disposición del país 100 mil rublos con la condición de que fueran utilizados en un proyecto de desarrollo.

La segunda catástrofe del siglo se produjo en 1847:

Entre 1845 y 1850 una epidemia destruyó las cosechas de papa y de otros productos en Suiza.

La esperanza de vida en Suiza entre 1801 y 1813 era de 35.5 años y para 1880 pasó a 50.5 años.

De 1850 a 1870, cien mil obreros que hilaban a domicilio, perdieron sus empleos. Aumentó el trabajo de las mujeres y los menores en las fábricas.

Con el desarrollo del turismo muchos suizos decidieron abandonar sus ocupaciones tradicionales. Flagelos tales como la mendicidad -adulta e infantil- y la prostitución, se añadieron a un ya sombrío panorama.

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