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Candiles, joyas de luz

Araña para la Ópera de Nueva York, diseño de Hans Harald Rath, 1966. Michael Rathmeyer

El Museo Bellerive de Zúrich presenta por primera vez una luminosa exhibición dedicada a la historia de los candiles, desde su aparición en las cortes europeas durante el siglo XVll hasta su integración en la arquitectura moderna de hoy.

Entre lo más apreciado del mobiliario antiguo, los candiles ocuparon sin lugar a dudas el sitio de honor en las estancias donde nobles y ricos se reunían para bailar, escuchar música, discutir, fumar o jugar a las cartas.

Gracias a su refinada y resplandeciente elaboración, han sido considerados verdaderas joyas de arte y de nobleza.

Estos objetos suntuarios revelaban de algún modo el espíritu del tiempo y la luz que irradiaban indicaba una nueva y más amplia percepción del espacio, pero por lo común se asociaban a un determinado criterio de decoración palaciega, de símbolo de poder y de lujo, de utilidad y de una buena experiencia artesanal.

Un siglo bien llamado de las luces

Fue bajo el reinado de Luis XlV, conocido en Francia como el ‘rey sol’, cuando se puso de moda en las cortes europeas el famoso candil, ‘lustre’ en francés. El resplandor de este delicado y costoso accesorio, colocado indiscutiblemente en el centro de los grandes salones, acentuaba a través de sus reflejos la magnificencia y el lustre de las estancias ocupadas por los nobles.

Fue así como el Palacio de Versalles se convirtió en un brillante ejemplo para otras cortes reinantes en Europa. Sus exquisitos candiles reverberaban junto con los espejos de los corredores y los ventanales por donde se filtraba la claridad del día; todo eso contribuía a multiplicar al infinito un mundo de fastuosa elegancia, de esplendor y de luz, la luz de la razón y del buen entendimiento.

Del mismo modo, Federico ll el Grande, rey de Prusia, destacado monarca ilustrado, siguiendo los dictámenes de la moda, ordenaba importar modelos de candiles franceses para que sus propios artesanos los reprodujeran y así iluminar el palacio rococó de Sanssouci construido en Postdam.

Candiles o coronas reales

 

Antes del año 1800, los candiles -en español se les suele llamar también ‘arañas’- se fabricaban con materiales más bien preciosos: oro blanco, plata maciza, perlas de cristal, vidrio o porcelana.

Los Alpes suizos fueron un importante centro exportador de cuarzo, mejor conocido como cristal de roca, mineral traslúcido con una dureza de 7 grados, con el cual se produjo una inmensa variedad de arañas cuyos diseños se inspiraban de formas de la naturaleza, flores, hojas, pequeños árboles, o bien, figuras geométricas como la pirámide.

Por lo general, estos objetos ostentaban en su centro una especie de corona hecha de cristal, de la cual partían los brazos para sostener las numerosas velas que servían para la iluminación. Asimismo, estaban las amarraduras, los colgantes y las bandas con finas cuentas de vidrio que reforzaban todo el conjunto.

La compleja elaboración que implicaba la creación del candil, indicaba no solo el estatus alcanzado por la clase aristocrática, sino que era también un signo de inspiración celestial, de delicadeza, de buena educación y, por supuesto, del poder financiero de su dueño.

 

El gusto por la ligereza

 

Más adelante, durante el XlX, en la era de la industrialización, los candiles de los salones sufrieron una notable transformación de luminarias pesadas, cargadas de decoraciones, a elementos más ligeros. Sus diseños seguían el estilo neoclásico marcado por la época y se hicieron más sobrios pero no menos elegantes.

Con el advenimiento de la electricidad, las velas costosas y poco prácticas se sustituyeron por bombillas en forma de una flama.

Además, la fabricación del candil en serie y su precio más abordable hizo que la burguesía en ascenso tuviera acceso a este modo de alumbrar salas y comedores, considerado hasta entonces un lujo reservado a las clases altas.

Un concepto moderno

 

Actualmente los candiles comparten su lugar en importancia al lado de la arquitectura moderna. Es usual encontrarlos en selectos centros de belleza, en ciertas discotecas donde su luz se expande junto con el ritmo de la música de los DJ, así como en tiendas y almacenes de diseño contemporáneo.

En la exhibición del Museo Bellerive no podía dejar de presentarse el clásico candil hecho con cristal de baccarat. Su forma es una media esfera instalada sobre un muro cubierto por un espejo, cuyo reflejo da la impresión de ver una esfera completa. Este tipo de iluminación ayudaba a ahorrar energía y era ideal para decorar los pasillos de los teatros y grandes hoteles.

La lámpara veneciana de cristal coloreado de Murano y bombillas a manera de flor, es una delicada concepción de Dieter Keller que data de 1930 a 1950.

De Ingo Mauer se presenta su audaz creación llamada ‘Porca Miseria’, de 1994. Se trata de un amasijo hecho de platos rotos de porcelana blanca acompañado de cucharas, tenedores y cuchillos, que parece haber estallado en el aire. Es un trabajo donde la emoción no queda exenta.

Otro es el imponente candil hecho con cristal negro de baccarat de Philippe Starck, de 2003, que se destaca por conjugar formas tradicionales y materiales modernos. Y, en fin, aparecen las sugestivas arañas concebidas con la fría luz digital, que tanta controversia han causado últimamente entre el público consumidor.

La exhibición ‘Candiles, joyas de luz’ en el Museo Bellerive de Zúrich termirará  el 27 de marzo de 2011.   

El Museo Bellerive de Zúrich presenta una resplandeciente exhibición dedicada al invento y transformación de los candiles a través de su historia, quizás uno de los objetos del mobiliario más apreciado de todos los tiempos.

Desde la humilde lamparita de aceite hasta la lámpara eléctrica de la era moderna, los candiles fueron sin duda los reyes de la iluminación, gracias a su fulgurante elaboración y al símbolo de poder y de lujo que detectaban. 

Por esta exhibición desfila una novedosa variedad de candiles representativos de cada época, al lado de una buena documentación de diseños, fotografías y escritos, que adentran al espectador en la fabulosa creación de este delicado objeto.

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