Dos años después, el sur de Ucrania sigue sufriendo por destrucción de presa de Kajovka
Rostyslav Averchuk
Leópolis (Ucrania), 6 jun (EFE).- Dos años después de que la presa de Kajovka, bajo ocupación rusa, fuera destruida por explosiones, sigue sin conocerse el balance de víctimas de la catastrófica inundación, mientras que cientos de miles de ucranianos sufren aún el devastador impacto para la agricultura, el medio ambiente y la infraestructura del sur del país.
Miles de millones de litros de agua fluyeron hacia la desembocadura del río Dniéper después de que una explosión resquebrajara la presa en la noche del 6 de junio de 2023, inundando en cuestión de pocas horas 70 localidades y parte de Jersón, la capital de la región homónima.
La destrucción del que era uno de los dos mayores embalses de Ucrania dejó sin suministro al 94 % de los canales de riego que hacen posible la agricultura en la árida región sureña.
«El agua es la base de la vida. Su pérdida, causada por el enemigo, fue un golpe estratégico y una tragedia ecológica cuyo impacto perdurará durante años», dijo a EFE un agricultor del distrito de Berislav, Igor Yosipenko.
La falta de agua ha exacerbado el impacto de las inclemencias del tiempo, produciendo esta primavera «pérdidas masivas de cosechas», con estimaciones de 55.000 hectáreas afectadas, y colocando a la industria agrícola local al borde del abismo, afirmó Yosipenko.
El desastre también ha acabado con el sustento de las decenas de miles de residentes de la zona que dependían del embalse para cultivar hortalizas -de tomates a sandías- que eran renombradas en toda Ucrania.
Gran parte del antiguo embalse se ha visto cubierto en los últimos años por bosquecillos de sauces, que ofrecen refugio a miles de aves, lo que ha llevado a algunos ecologistas a destacar la resiliencia de la naturaleza y a cuestionar la necesidad de reconstruir la presa.
Sin embargo, otros han advertido de que si no se restablece el embalse de alguna manera, la economía de la región seguirá deteriorándose.
Daños duraderos
Naciones Unidas estimó los daños inmediatos causados por la destrucción del embalse en 12.280 millones de euros, incluyendo la agricultura, la infraestructura, el patrimonio cultural y las casas particulares destruidas.
Más de 3.200 viviendas, entre ellas 120 bloques de apartamentos, quedaron inundadas en la ribera occidental, bajo control ucraniano.
Una vecina de Jersón, Larisa Polska, que estaba fuera en el momento de los hechos, vio su vivienda sumergida hasta el techo en una foto compartida en redes sociales el día después del colapso de la presa. Los daños fueron catastróficos.
«Perdí todo lo que había ganado en la vida, pero mantengo la esperanza de que un día haya justicia para éste y otros crímenes de ese país maligno», dijo Polska a EFE, aludiendo a Rusia y expresando la ira que comparte con muchas personas de la zona.
Dos años después del desastre, algunos edificios todavía se podrían restaurar, pero estas labores son imposibles en medio de los constantes bombardeos y ataques con drones rusos, dijo este viernes Oleksandr Prokudin, jefe de la administración regional.
Rusia como responsable
Las circunstancias exactas de la destrucción de la presa todavía no se han esclarecido.
Sin embargo, tanto testimonios de expertos como comunicaciones militares rusas interceptadas y datos de actividad sísmica han llevado a la ONG investigativa ucraniana Truth Hounds y a otros analistas a concluir que la presa, que se hallaba bajo control ruso, fue destruida deliberadamente con explosivos colocados en su interior por tropas rusas.
Algunos analistas señalan que la presa fue destruida para obstaculizar la contraofensiva veraniega ucraniana en el sur del país, que había sido lanzada dos días antes, e impedir un posible cruce ucraniano del Dniéper.
Familias sin respuesta
Dos años después, la cifra total de muertos también se desconoce.
En la ribera occidental del Dniéper, bajo control ucraniano, murieron 32 personas y 39 siguen desaparecidas.
Las autoridades rusas, por su parte, informaron de unas 60 víctimas, pero muchos testigos sugieren que pudieron haber perecido centenares de personas en la margen oriental, que se inundó más debido a su menor altitud.
Victoria, una vecina desplazada de Hola Pristan, una de las localidades afectadas, contó a EFE que sus abuelos, María Sherbina, de 84 años, y Oleksí Klimenko, de 83, se ahogaron mientras intentaban aferrarse a un árbol de su patio.
Otros vecinos se quedaron atrapados en sus tejados durante días, pues los rescates por equipos de voluntarios se vieron dificultados por la confiscación de barcas particulares por parte de los rusos.
Más tarde, las autoridades locales presionaron a los médicos para que no inscribieran como causa de defunción los ahogamientos, afirmó Victoria, en línea con otros testimonios recabados por organizaciones de derechos humanos, lo que ha impedido determinar el balance total de muertos. EFE
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