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El impacto de los refugiados en la economía griega

La bandera nacional de Grecia, el 13 de diciembre de 2016, en Atenas afp_tickers

Hace 20 años Grecia se benefició de la llegada de medio millón de migrantes, sobre todo albaneses. Ahora no sabe si las decenas de miles de refugiados bloqueados en su territorio constituyen una nueva oportunidad para la economía.

Es el desafío, o rompecabezas según se mire, del gobierno y de los expertos frente a los más de 60.000 refugiados bloqueados en su territorio desde que Europa cerró las fronteras hace un año. Muchos son jóvenes sirios, afganos o paquistaníes.

En los años 1990 y 2000, las 500.000 o 600.000 personas, en particular albaneses y búlgaros, que llegaron al país se integraron fácilmente en la economía griega, entonces en auge.

«Los refugiados actuales constituyen un grupo diferente», estima Stavros Zografakis, profesor asociado y vicerrector de desarrollo económico de la Universidad de Agronomía de Atenas.

– «Balance negativo por ahora» –

Al contrario de los búlgaros y los albaneses que deseaban instalarse en Grecia, la mayoría de los recién llegados quiere trasladarse hacia el norte de Europa.

Las circunstancias son muy diferentes. Hasta 2008, el sector agrícola y el de la construcción se beneficiaron de los trabajadores migrantes.

En los años 2000, su contribución al PIB fue de tres puntos. Eran tiempos de fuerte crecimiento -alrededor del 4%- gracias a los Juegos Olímpicos de 2004, a grandes obras de infraestructuras, a la entrada en vigor del euro en 2001 o a la expansión de los créditos bancarios.

Hoy el contexto se invirtió, con una economía deprimida tras la crisis de la deuda.

Todo ello crea «un balance negativo por el momento», y los fondos europeos, desembolsados por la crisis migratoria, especialmente a las oenegés, no bastan para impulsar a la economía, recalca Zografakis.

Este dinero se destina en particular a la financiación de las infraestructuras de alojamiento temporal. «Tiene un impacto directo en el mercado local, pero también hay que crear un plan nacional de integración y de cohesión social a largo plazo», advierte Lefteris Papagiannakis, vicealcalde de Atenas, encargado de los migrantes y los refugiados.

Se ha inyectado más de un millón de euros en la economía de Atenas gracias al «programa de alojamiento en apartamentos» gestionado por el ayuntamiento de la capital griega y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que es financiado por la Unión Europea (UE).

Significa el pago por adelantado de los alquileres a los propietarios, tarjetas prepagadas para los supermercados y billetes de transporte público para los refugiados, así como la contratación de un centenar de personas para llevar a cabo el programa.

Muchos se han beneficiado. «Se acabaron los impagos de alquileres y facturas», declara Sophia Alikhan, cuyos suegros arriendan un apartamento de 90 m2 a una familia siria desde junio de 2016. Antes estuvo siete meses vacío.

Andreas Samaras, propietario del «café Omonia», en el centro de Atenas, asegura que el «80% del volumen de negocio de los comercios del barrio» lo generan los refugiados.

Desde 2015, año en el que llegaron más refugiados desde Turquía rumbo a Alemania, Samaras colgó un letrero en árabe en la fachada de su cafetería y compró narguiles (artefactos para inhalar vapor de agua, también denominado pipa de agua) para el interior con tal de atraer a su nueva clientela.

– «Bomba» demográfica –

El impacto económico «es limitado», afirma Zografakis, aunque esta ola acabará, según él, por ser provechosa «como en Alemania».

En la primavera de 2016, un informe de la Comisión europea preveía que esta afluencia generaría entre 0,2 y 0,3 puntos porcentuales de crecimiento adicional en Europa en 2016 y 2017.

«Pero en Grecia llevamos retraso en la elaboración de una política de integración», lamenta Papagiannakis.

Algunos intentos «tropiezan con frecuencia con el hecho de que la mayoría de los refugiados no quiere quedarse en Grecia», reconoce Maria Logotheti, directora del gabinete del alcalde de Atenas, Yorgos Kaminis.

Los expertos estiman, sin embargo, que los sectores competitivos del turismo y de la agricultura podrían acabar atrayendo a los migrantes, como en el pasado.

«Aceptan salarios más bajos y los empleos que los griegos no quieren», afirma Zografakis.

Los refugiados también son una solución al problema demográfico, que preocupa a varios países europeos. En Grecia es «una bomba peor que la deuda, tras la partida de miles de jóvenes al extranjero para escapar del desempleo», añade.

Según datos oficiales, en la década de 1990, los migrantes contribuyeron en un 97% al aumento de la población griega.

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