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El presidente tunecino, Kais Saied, un hombre apegado a las leyes y poco dispuesto a negociar

Fotografía proporcionada por la presidencia tunecina del jefe de Estado Kais Saied en Túnez el 26 de julio 2020 afp_tickers

Kais Saied, un académico que nunca había ejercido el poder antes de ser elegido en 2019 presidente de Túnez, preconiza desde hace tiempo una revolución, pero con estricto apego de las leyes, oponiéndose a las élites políticas y económicas.

Este austero teórico del derecho, de 63 años, se ha presentado desde su llegada al poder como el último intérprete de la Constitución, apoyándose en sus calificaciones en Derecho Constitucional para aplicar una lectura totalmente personal.

Así, en enero se negó a recibir el juramento de ministros, pese a que el Parlamento los había validado, por considerar que las sospechas de corrupción que pesaban sobre ellos le impedían hacerlo.

Antes de su elección, el grueso de la población lo conocía por haberle oído comentar en televisión los primeros pasos de la democracia tunecina durante la redacción de la Constitución, aprobada en 2014.

Longilíneo y vestido con un eterno traje oscuro, se muestra poco dispuesto a la negociación y a los compromisos, incluso en plena crisis social o sanitaria.

Su estilo de vida frugal y su simplicidad confirman su imagen de hombre irreprochable e incorruptible, que siguió frecuentando su barrio de clase media.

Pero bajo su presidencia, el Palacio de Cartago se convirtió en una fortaleza opaca, en la que se rodeó de algunos consejeros muy discretos, entre ellos su jefa de gabinete Nadia Akacha, jurista influyente.

Recibe a veces a jóvenes marginados que vienen a defender su causa, a quienes consuela con un abrazo fuerte, lo que le ha valido el apodo de «presidente de los abrazos».

Adepto de un formalismo anticuado, se destaca por sus frases sibilinas en árabe clásico y por las correspondencias oficiales, cuidadosamente caligrafiadas de su mano.

– Crítico del régimen parlamentario –

Nacido el 22 de febrero de 1958, hijo de un funcionario municipal y de una madre educada pero que se quedó en casa, creció en Rades, suburbio de la clase media en el sur de Túnez.

Fruto de la enseñanza pública tunecina, se graduó en un prestigioso establecimiento público, el colegio Sadiki, como muchos presidentes antes que él, entre ellos el padre de la independencia, Habib Burguiba.

Kais Saied encarna la renovación después de diez años de decepcionante transición democrática en el plano económico y social en Túnez.

Para el grupo de reflexión International Crisis Group (ICG), es el principal representante de una «nueva ola +soberanista+», surgida en un contexto de marasmo económico y de creciente presión de los donantes internacionales.

«Sus compañeros de camino se dividen principalmente entre miembros de la izquierda islámica, inspirados por pensadores iraníes de la revolución de 1979, y exdirigentes de extrema izquierda», detalló el ICG.

Difícil de clasificar en el tablero político, Saied es abiertamente conservador sobre las cuestiones sociales -se opone a la igualdad entre hombres y mujeres en materia de herencia, o a la abolición de la pena de muerte- pero está en oposición total con el partido de inspiración islamista Ennahdha.

Muy crítico del régimen parlamentario y de los compromisos partidistas que esto exige, defiende su visión de una descentralización del poder.

Graduado a los 28 años en la Academia Internacional de Derecho Constitucional de Túnez, enseñó en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de Túnez desde 1999 hasta su jubilación, en 2018.

Algunos de sus partidarios lo llaman respetuosamente «profesor», a pesar de que el hombre ha publicado pocos libros y no tiene un doctorado.

Padre de dos hijas y un hijo, está casado con una jueza, que rara vez aparece a su lado.

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