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En el feudo de Orban se imponen el temor a inmigrantes y los recelos hacia la UE

Un cartel de campaña en el que puede leerse "Vuelta al programa de Viktor Orban, ¡stop inmigración!", en una imagen tomada el 25 de abril de 2019 en Csorna, bastión del primer ministro húngaro afp_tickers

En la apacible ciudad húngara de Csorna importa poco que la carretera o el hospital hayan sido financiados por la Unión Europea, el único cartel de las elecciones al Parlamento europeo reza: «¡Apoyen el programa de Orban, detengan la inmigración!».

Csorna es un bastión incondicional del primer ministro Viktor Orban, situado 150 kilómetros (93 millas) al oeste de Budapest, en las llanuras cercanas a la frontera con Austria.

En las últimas dos elecciones generales, el partido gobernante de Orban, Fidesz, obtuvo sus mayores victorias a nivel nacional en esta ciudad de 10.000 habitantes, donde muchos vecinos están orgullosos de su combativo primer ministro.

«Orban paró a los inmigrantes, gracias a Dios, y defiende a Hungría ante Bruselas», dijo Istvan Balassa, de 49 años, desde una furgoneta de comida rápida estacionada ante el ayuntamiento.

«Europa ha sido demasiado liberal con los inmigrantes, no necesita más musulmanes», dijo mientras repartía «langos», un popular aperitivo húngaro hecho de masa frita.

– ‘Stop Bruselas’ –

Orban ha enmarcado la votación de mayo en la lucha por la «civilización cristiana» y avisa de que los «burócratas de Bruselas» quieren «reemplazar» a la población de Europa con inmigrantes.

Su programa de siete puntos exige que Bruselas deje de emitir a los refugiados lo que Hungría llama «visas de migrante», a pesar de que la Comisión Europea insiste en que no tiene la más mínima intención de introducir dichos permisos.

Budapest también rechaza las «tarjetas bancarias para migrantes» prepagadas que dice que podrían ser usadas por terroristas para viajar y permanecer en Europa.

Los lugareños atribuyeron la falta de inmigrantes en Csorna a las estrictas medidas de Orban, incluyendo una cerca en la frontera instalada en 2015.

«La frontera (sur) está bien defendida y los mantiene alejados», dijo a AFP Ferenc Borbely, de 56 años, empleado de un jardín de infancia.

«¿Por qué mis impuestos deben ir a visas de inmigrantes o tarjetas bancarias? Bruselas no está manejando bien el tema de la inmigración».

El programa de Orban es sólo la último de una serie de campañas de Budapest contra la UE y contra la inmigración.

En 2017, instó a los húngaros a «detener a Bruselas («Stop Brussels») por su supuesta injerencia en la soberanía nacional.

Una campaña de anuncios este año tuvo como blanco al presidente de la Comisión Europea Jean Claude Juncker y a George Soros, el multimillonario estadounidense nacido en Hungría, por supuestamente alentar la inmigración ilegal.

Los carteles -que se dijo que costaron más de 30 millones de euros del erario (33,5 de dólares)- le costaron a Fidesz ser suspendido de su grupo en el Europarlamento, el Partido Popular Europeo (EPP).

Un antiguo alcalde socialista de Csorna explicó que detecta una creciente ambivalencia sobre la UE en la ciudad desde que Orban y Fidesz accedieron al poder en 2010.

«Las campañas asustan a la gente», explicó a la AFP Jozsef Papp, de 59 años, en la frondosa plaza San Esteban de la ciudad.

«Además desvían la atención de los verdaderos problemas de la gente, como que los jóvenes se marchen en busca de salarios más altos a Austria».

Al igual que los inmigrantes, los carteles de las elecciones europeas apenas se ven en Csorna.

Los partidos de la oposición denuncian que las multas han minado sus arcas, y que las empresas con plataformas de publicidad aceptan sólo carteles de Fidesz.

El mes pasado, protestaron ante la sede de los medios públicos de Budapest para exigir un acceso justo a sus programas y que informen a los espectadores de las inversiones de la UE.

En lugar de eso, los noticiarios avisan sobre la amenaza de «las caravanas de inmigrantes» que intentan llegar a Hungría desde Grecia.

– Fondos de la UE –

Aún así, el apoyo entre los húngaros a la permanencia en la UE sigue siendo alto: el 82% dijo que votaría por ello en un referéndum, según una reciente encuesta del Eurobarómetro, principalmente por ventajas prácticas como la libertad de movimiento y las ayudas financieras.

En parte gracias a los fondos estructurales de la UE, los camiones que van a Austria usan una carretera que circunvala Csorna en vez de por el centro de la ciudad, como pasaba antes. Además se restauraron un ala del hospital local o el sistema de drenado.

En un nuevo carril para bicicletas, un ciclista estimó que «Hungría abrió sus mercados a empresas de la UE que logran grandes beneficios, por lo que se merece el dinero que logra a cambio», antes de irse veloz.

Pero incluso en Csorna, algunas voces expresaron airadamente su indignación por la creciente corrupción.

«El dinero de la UE se desperdicia en inversiones innecesarias y sobrecostosas, se da a círculos de amigos sin ninguna competencia», explicó Gyorgy Szabad, un conductor de autobuses de 54 años.

El pasado marzo, la agencia antifraude europea OLAF abrió una investigación sobre una fábrica de paneles solares que recibió seis millones de euros en subsidios y todavía no abrió.

Un cartel descolorido por el sol fuera de la fábrica aún cerrada recuerda que estaba programado que la inversión se completara en 2015.

Tanto el diputado del Fidesz por Csorna como el responsable local del partido rechazaron ser entrevistados.

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