«En todas partes pasa lo mismo»: los manifestantes franceses quieren hacerse oír

«En Europa pasa lo mismo. ¡Impuestos por todas partes!». Los «chalecos amarillos», los manifestantes franceses que salieron en masa para protestar contra el alza de combustible, esperaban contar con la solidaridad de los europeos que cruzaban sus fronteras este sábado.
Reunidos en un estacionamiento al borde de la autopista en la A22, justo del otro lado de la frontera, en Bélgica, unos sesenta manifestantes, entre ellos algunos niños, esperaban el comienzo de los cortes de circulación, que no fueron declarados oficialmente a las autoridades.
Germain Roussel, con boina y gafas de sol, trabaja en Bélgica donde carga combustible porque «es mucho más barato».
«Pero sigo siendo francés. He venido en solidaridad», añadió este obrero de 36 años, que colocó banderas tricolores en las ventanas de su coche.
Franck Deroo, de 47 años, se mostró contento de participar «en esta gran arteria, utilizada por camiones que vienen del extranjero». «Esto demuestra que los franceses no están de acuerdo con la política de su gobierno», dijo a la AFP.
«En Europa pasa lo mismo. ¡Impuestos por todas partes!», lamentó este electricista oriundo de la comuna vecina Neuville-en-Ferrain, que cruza a diario la frontera.
«Veo que es exactamente lo mismo, como Alemania y otros países. Es global, pero Francia tiene que protestar para decir que no estamos de acuerdo», añadió.
– «¡Déjennos pasar!» –
A escasos metros, Olivier Horent aseguró que «el objetivo no es molestar a la gente sino sólo al gobierno para influir en las cuentas públicas».
Este residente de Tourcoing (norte), que utilizó una chaqueta de deporte amarilla a modo de chaleco, quiso hablar de los graves incidentes que causaron un muerto y cerca de 50 heridos en Francia. «Me parece una pena. Debemos ser solidarios y no [estar] unos contra otros», se indignó.
Los coches avanzaban lentamente, entre el ruido ensordecedor de las bocinas, con los chalecos colocados en los limpiaparabrisas u ondeados por fuera de la ventanilla, mientras que algunos grupos bloqueaban las entradas a la autopista. A menudo, pasaba un camión de la policía para agilizar el tráfico.
«¿Qué ocurre?», preguntó en inglés un conductor de un camión llegado de Lituania, que miraba con preocupación el atasco que se estaba formando.
«¡Déjennos pasar», gritó Romuald, un padre de familia que acompañaba a sus dos hijas a una competencia de baloncesto, a 20 minutos de carretera. «Entiendo que se manifiesten, yo también pago mi combustible, pero no quiero que tomen a mis hijas como rehenes», lanzó, mientras la conversación subía de tono con un conductor de moto.
«Me parece demasiado. Cuando pido amablemente que me dejen pasar, no me responden correctamente. ¡Es insultante!», protestó.
«No sirve de nada enfadarse», contestó un «chaleco amarillo», que fumaba apoyado en su coche. «Estamos todos en el mismo barco», concluyó.