Enseñar a la gente a ver ballenas
Jorge Schmid no deja de sentirse "un elegido". Poder "enseñar a la gente a ver ballenas" es una de las grandes satisfacciones que le depara su trabajo de avistaje.
Cada temporada, más de 100 mil personas llegan a Puerto Pirámides de todo el mundo, y son muchos los ciudadanos helvéticos que viajan miles de kilómetros para poder verlas.
Gigantescas ballenas, lobos y elefantes marinos, pingüinos, numerosas aves, guanacos y otras especies terrestres se concentran en este fragmento de la Península de Valdés que es Patrimonio de la Humanidad.
En las últimas décadas, Puerto Pirámides recibe a turistas de todo el mundo, muchos provenientes de Europa y muchos de ellos suizos, que se emocionan hasta las lágrimas cuando se enfrentan, a centímetros, a los imponentes cetáceos.
“Es fantástico poder mostrar las ballenas”
Llegar al “golfo de las ballenas” es todo un deleite. Después de unos 25 kilómetros, que se hacen por ruta rodeados de una típica estepa, se abre de repente un abanico celeste entre acantilados dorados.
Esta impresionante vista es de Puerto Pirámides, el único asentamiento poblacional de la reserva natural de la Península y uno de los lugares más privilegiados para observar a las famosas ballenas francas del sur, las que llegan a sus costas a fines de mayo y se quedan hasta diciembre, para procrear y dar a luz a sus crías.
El suizo argentino Jorge Schmid tiene un gran compromiso con el lugar que habita desde hace 35 años, y tiene plena conciencia de proteger a las ballenas y a toda la naturaleza que lo rodea.
“Es fantástico enseñar a la gente a ver las ballenas, porque se mocionan, les gustan, participan. Realmente lo disfrutan mucho”, contó a swissinfo, antes de explicar las ‘técnicas’ que aplica.
“Existe toda una técnica para el avistaje. Hay muchos países en el mundo ahora que hacen avistajes de ballenas, pero no de este tipo, que es la ‘franca austral’, y es una ballena muy sociable y muy amistosa”.
“Una de las prácticas que hacemos es acercarnos a unos 50 o 60 metros de donde se encuentran, y son ellas las que se acercan a la embarcación. Si nos aceptan –que el 90% lo hace habitualmente- se acercan a la embarcación, dan vueltas alrededor, se acerca el ballenato, saltan, levantan la cola… Hacen como una exhibición”.
Pionero de los avistajes y después de décadas de repetir las navegaciones, Schmid asegura que es imposible aburrirse:
“Lo que tiene de bueno, es que como está en su medio natural, nunca sabemos qué ballena nos vamos a encontrar, dónde va a estar y qué es lo que va a hacer. Es decir, para nosotros, es muy atractivo día a día hacer los avistajes, porque son todos totalmente distintos”.
Cada vez llegan más suizos
Aunque 14 mil kilómetros separan a Suiza de Buenos Aires, y más de 15 mil de Puerto Pirámides, nada parece ser excusa para que los ciudadanos helvéticos dejen de llegar a disfrutar de los gigantes y simpáticos cetáceos.
Según datos de la Secretaría de Turismo argentina, el año pasado arribaron al Aeropuerto Internacional de Ezeiza 15.403 suizos, 3.000 más que en 2004 y 6.000 más que en 2002, y todas las proyecciones indican que el crecimiento se sostendría en 2006.
Paralelamente, la Secretaría de Turismo de Puerto Madryn, ciudad cabecera de la Península, da cuenta que se estima que más de 250 mil personas de todo el mundo visitan la ciudad cada año, y que el 35% de los turistas son extranjeros, y de ese porcentaje, alrededor del 30% provienen de Europa, de los cuales cerca del 6 % de Suiza.
“Vienen muchos suizos, de cantones alemanes, franceses e italianos. Les interesa mucho. Hay grupos de suizos que llegan con contingentes para hacer los avistajes”, sostuvo Schmid, y agregó:
“El concepto que tienen los guías de turismo de acá es que los suizos son sumamente agradables para guiarlos y muy alegres. Y muchas veces prefieren a los suizos que a otros grupos de turistas europeos”.
“Muchos se emocionan hasta las lágrimas”
“¿Qué dicen los suizos cuando llegan? Se sienten muy impactados. Hay muchos casos en que tienen tal conciencia de que están viendo este espectáculo por última vez, y de que no van a venir nunca más (porque estamos en el fin del mundo) a ver ballenas, que se emocionan hasta las lágrimas”, aseguró el pionero.
“He visto a mucha gente que se le caen las lágrimas cuando ve a las ballenas. O sea, hacen tantos kilómetros, tanto esfuerzo económico, tanto esfuerzo en el tiempo, tanta distancia, que cuando llegan no pueden creer que tienen ballenas a treinta o cuarenta centímetros de su mano”, prosiguió.
Divertido, contó también: “Cuando los suizos llegan me buscan esperando que les hable en alemán y yo los saludo en perfecto castellano. Lamentablemente, me he dado cuenta, a través del tiempo, que el idioma lo transmiten las madres. ¡Y mamá es argentina!”
“Una vez le decía a un señor que yo soy un agradecido a Dios porque soy una de las seis personas que lleva a la gente a ver ballenas en todo el país. Eso es ser como un elegido. No es como ser bancario o cualquier otra cosa similar, que hay millones de personas que lo hacen. En todo el país somos seis y yo soy uno de ellos. Y no creo que haya muchos más en el resto del mundo. Así que es muy bueno”, concluyó.
swissinfo, Norma Domínguez, Puerto Pirámides (Patagonia Argentina)
15.403 suizos llegaron en 2005 al aeropuerto de Ezeiza (Buenos Aires), según datos de la Secretaría de Turismo argentina. Fueron 3.000 más que en 2004 y 6.000 más que en 2002.
Se estima que más de 250.000 personas del mundo entero visitan cada año Puerto Madryn, ciudad cabezera de Península Valdés.
En temporada de ballenas son cerca de 160.000 los turistas que se acercan a sus costas. Un 35% son extranjeros y cerca del 6% de ellos suizos.
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