Giammattei, el presidente de Guatemala bajo el fuego de las demandas ciudadanas

«No quiero ser reconocido como un hijo de puta más en la historia de este país», dijo Alejandro Giammattei en la campaña que lo llevó al poder en enero. Diez meses después, enfrenta protestas que amenazan su permanencia, acusado de desatender la lucha contra la pobreza que golpea duro al país.
Derechista, médico contrario al aborto y de carácter fuerte forjado en la administración pública, esperó dos décadas para conducir las riendas del país centroamericano y dijo que se diferenciaría de sus antecesores.
Sin embargo, la aprobación de un presupuesto para el 2021 que privilegia la inversión en infraestructura, genera endeudamiento y, a juicio de sus críticos, deja de lado la lucha contra la pobreza, que afecta a más de la mitad de sus casi 17 millones de habitantes, generó descontentos.
«El gobierno comenzó de forma arbitraria y las manifestaciones del sábado son el sentir del pueblo que ya está cansado de cómo se lleva al país y el presupuesto fue la gota que derramó ese hartazgo», dijo a la AFP Edie Cux, director de la entidad Acción Ciudadana, capítulo en el país de Transparencia Internacional.
También lo acusan de descuidar el desarrollo en salud y educación, pero él asegura que sus opositores buscan desestabilizarlo. Este último fin de semana, miles se manifestaron, mientras un grupo llegó hasta la sede del Parlamento, dominado por el oficialismo, y le prendió fuego.
– Hasta su vicepresidente-
La situación escaló hasta el nivel en que su propio vicepresidente, Guillermo Castillo, le pidió recientemente que renunciaran juntos por «el bien del país».
De 64 años, separado y padre de tres hijos, Giammattei afirma estar en contra del aborto y el matrimonio homosexual, y rechaza impulsar reformas constitucionales para adecuar al país «a una agenda globalista».
Apoyado en muletas para caminar por una esclerosis múltiple desde hace 40 años, Giammattei cumplió el objetivo de ganar la presidencia en su cuarta candidatura, después de su primera postulación en 2007, cuando quedó en tercer lugar.
«Quienes lo rodean aseguran que es alguien impulsivo, enojado, iracundo, con poco control, déspota, tirano, impredecible, caprichoso, vengativo, incontrolable, con nula inteligencia emocional», destacó el portal digital de investigación Nómada previo a los comicios.
«Es un gobierno autoritario, en poco tiempo ya hay desencanto, indignación y descontento», comentó a la AFP la activista Carmen Aída Ibarra, directora de la organización Pro Justicia.
– La sombra de presidios –
La mayoría de guatemaltecos reconoce a Giammattei por un escándalo cuando dirigió el obsoleto y hacinado sistema de cárceles del país.
El ahora presidente estuvo más de 10 meses en prisión en 2010 tras ser acusado de la ejecución de siete reos en una prisión en 2006, cuando era director del sistema penitenciario, pero quedó en libertad luego de que la fiscalía no pudo comprobar su participación en el caso.
«La cárcel es una amarga experiencia que, sin lugar a dudas, ejerce grandes cambios en las personas» y hace ver «la vida desde una perspectiva diferente», confesó en «Relato de una injusticia», su libro publicado en 2012.
Duro crítico de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), ente adscrito a la ONU que junto a la fiscalía dirigió una lucha contra la corrupción, no se opuso al fin del mandato de la misión (el 3 de septiembre de 2019) ordenado por el entonces presidente Jimmy Morales.
– «Testosterona» contra crimen –
Tras su elección, Giammattei aseguró en una entrevista con la AFP que en su gobierno combatirá «con testosterona» la inseguridad, el narcotráfico, el crimen organizado y las pandillas, causantes de la mitad de las más de 3.500 muertes violentas al año, uno de los índices más altos de Latinoamérica.
Un día antes de asumir la presidencia, Giammattei aseguró que las pandillas habían dado «luz verde» desde las cárceles para asesinarlo.
Como parte de su estrategia de seguridad, el nuevo presidente ha dejado abierta la posibilidad de resucitar la pena de muerte, la cual está en suspenso desde el 2000 por un vacío legal.
Giammattei admite que la migración de guatemaltecos a Estados Unidos es un problema «estructural» que continuará a pesar de que se construyan muros y se envíen soldados a la frontera para desanimar a los que huyen de las pandillas y por mejores condiciones de vida.
No obstante, en sus discursos de campaña prometió atacar las causas de la emigración con medidas para combatir la pobreza.
Advirtió que someterá a revisión el acuerdo que firmó el pasado 26 de julio Guatemala con Washington para acoger a migrantes extranjeros mientras tramitan su asilo en Estados Unidos.