La diáspora bielorrusa en Polonia sigue con inquietud y esperanza la situación en su país
Miguel Ángel Gayo Macías
Cracovia (Polonia), 27 jun (EFE).- Los miles de refugiados políticos bielorrusos en Polonia y la oposición democrática contra el régimen de Aleksander Lukashenko ven tantos peligros como oportunidades en la inestabilidad que ha desencadenado la asonada de Prigozhin y la llegada de su grupo de mercenarios a Bielorrusia.
Desde el día siguiente a las polémicas elecciones presidenciales que, según analistas independientes, el presidente Lukashenko amañó en 2020, una media diaria de 70 bielorrusos ha buscado refugio en Polonia.
Actualmente, la diáspora bielorrusa en Polonia la componen ya más de 50.000 personas, (última cifra proporcionada por el Gobierno polaco, que se refiere a junio de 2022) y gran parte de los dirigentes políticos de la disidencia democrática de Bielorrusia se han establecido en Varsovia, desde donde desarrollan sus actividades y coordinan a muchos de los activistas que permanecen en Bielorrusia.
El curso de la guerra en Ucrania, la expectación sobre posibles cambios en el Kremlin y el establecimiento de un contingente del Grupo Wagner y de su comandante, Yevgueni Prigozhin, en territorio bielorruso, conforman un escenario impredecible cuya evolución es seguida con inquietud y esperanza por la colonia bielorrusa en Polonia.
El pasado sábado, al mismo tiempo que Prigozhin y sus hombres se dirigían a Moscú, Dzianis Prokharau, el líder del regimiento de voluntarios bielorrusos que combaten en Ucrania, hizo un llamamiento «a una acción decisiva» para la que reclamó apoyo: «prepárense para unirse a las unidades de autodefensa y esperen nuestra señal», dijo.
El general retirado Waldemar Skrzypczak, excomandante del Ejército de Tierra polaco, afirmó el 26 de mayo que «hay que estar preparados para apoyar a las tropas que se levantarán contra Lukashenko, porque es algo que sucederá».
Para muchos ciudadanos bielorrusos, hasta ayer mismo, la posibilidad de un golpe militar contra Lukashenko por parte de su propio Ejército, o de una oleada de revueltas civiles que consiguiera deponerle, era más real que nunca.
«Pero todo ha cambiado con la presencia de los mercenarios de Wagner», explica a Efe por correo el politólogo polaco Boguslaw Roza, que imparte clases de relaciones internacionales en una universidad privada de Lódz (centro).
«Que Prigozhin y miles de sus soldados se estacionen en una base a pocos kilómetros de Minsk supone, al mismo tiempo, seguridad como amenazas para Lukashenko, porque podrían tanto defender al régimen contra cualquier ataque como hacerse con el poder, ya sea por propia iniciativa como por órdenes de Putin».
Según el portal de noticias independiente bielorruso Wiorstka, ya habrían comenzado los preparativos para construir «el primer» campamento del Grupo Wagner en Osipowicze, un lugar a 200 kilómetros de la frontera con Ucrania de la región de Mogilev. De acuerdo con esta información, el campamento acogerá a 8.000 efectivos, «tendrá una superficie de 24.000 metros cuadrados y se construirá a un ritmo muy rápido».
Otros exiliados bielorrusos en Polonia observan la marcha de los acontecimientos con una mezcla de esperanza y miedo, y consideran difícil que haya un desenlace rápido, pacífico o definitivo a la situación planteada por un Kremlin forzado a reafirmar su autoridad, miles de mercenarios con un mando imprevisible instalados a pocos kilómetros de lanzaderas de armas nucleares y un líder, Lukashenko, con tan poca capacidad de maniobra como control aparente sobre decisiones que afectan a su país.
«El futuro de mi país depende ahora mismo de lo que ocurra en otros», asegura a Efe Ina Alaksieya, que trabaja desde hace dos años como asistenta en Cracovia (sur); «que Ucrania gane la guerra, que caiga (Vladímir) Putin o que intervengan los americanos, eso es lo que decidirá el destino de Bielorrusia. No lo que quiera Lukashenko, él es tan espectador como nosotros».
Las fuerzas armadas de Bielorrusia se encuentran «en alerta máxima» desde esta mañana, según confirmó el presidente bielorruso.
Larisa Zaslonova, una camarera bielorrusa de 46 años instalada en Cracovia con sus dos hijas hace unos dos años, cree que «tal vez, ahora, Lukashenko se sienta un prisionero en su propio país», pues los mercenarios de Wagner, dice, «le pueden echar cuando quieran y le van a recordar que, por temible que sea un matón, siempre habrá alguien más fuerte que él. Y nada me gustaría más que verle tener que buscarse un lugar en el extranjero, humillado y sin poder».
Desde agosto de 2020, Polonia ha concedido el estatus de refugiado político o acogido por razones humanitarias a más de 3.000 ciudadanos bielorrusos. EFE
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