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La lucha antisalafista en Argelia pasa por el control de las mezquitas

Una 'murshidate' una guía religiosa nombrada por el ministerio de Asuntos Religiosos de Argelia para propagar las bondades del Islam y un mensaje de tolerencia, lee el Corán el 22 de febrero de 2015 en una mezquita de Argel afp_tickers

Argelia intenta combatir el salafismo, base ideológica de los yihadistas, por miedo a una vuelta a los años negros, pero tropieza con los sermones extremistas en las mezquitas.

En los últimos meses, el ministro de Asuntos Religiosos, Mohamed Aisa, ha manifestado su determinación a acabar con la influencia de los imanes salafistas. «Hay una ofensiva ideológica» para atraer a los jóvenes hacia las creencias de Daesh, acrónimo árabe del Estado Islámico (EI), estima Aisa, que milita por un «referente religioso nacional» inspirado en «el islam de Córdoba».

Argelia se encuentra sometida a fuertes presiones debido a la situación al otro lado de sus fronteras. En Libia, el EI se ha asentado aprovechando el caos, Túnez ha sufrido en los últimos meses atentados cometidos por este grupo yihadista y, en Malí, algunas zonas escapan al control de las autoridades.

El miedo a una vuelta a los años 1990, en los que decenas de miles de personas murieron en actos violentos, es más que palpable. El ejército intenta impedirlo. En unas semanas, diezmó al grupo Jund Al Jilafa, que había jurado fidelidad al EI y reivindicado la decapitación de un turista francés en septiembre de 2014.

Alrededor de 50.000 funcionarios, entre ellos 17.000 imanes, dependen del ministerio de Asuntos Religiosos, según su sindicato, que quiere «inmunizar a los imanes contra los idearios extranjeros en Argelia, ya sean salafistas o no», explicó a la AFP su presidente, Djelloul Hadjimi. Pero en muchas mezquitas hay voluntarios que no dependen del ministerio. Son los que llevan el estandarte del salafismo y resulta muy difícil prescindir de ellos por falta de medios financieros para sustituirlos, añade Hadjimi.

Entre las 22.000 mezquitas activas y las 7.000 en construcción, Hadjimi calcula que faltan unos 7.000 imanes. El gobierno quiere sustituir a los salafistas por imanes formados en sus propios institutos, «aunque nada garantiza que éstos no se impregnen de creencias salafistas», matiza el sindicalista.

Para Said Djabelkheïr, un investigador experto en sufismo, el ideario salafista está «arraigado en la sociedad argelina, sembrado desde hace décadas por legiones de estudiantes formados en Arabia Saudí». Y los salafistas cuentan con apoyos en el interior del régimen, que los «utiliza» sutilmente contra los activistas de izquierda, supuestamente hostiles a la religión, afirmó.

También forman una potencia económica y financiera, con el monopolio de sectores como la telefonía móvil.

– «Doble lenguaje» –

Varias personalidades salafistas están muy activas en las redes sociales o en cadenas de televisión privadas, en las que conceden mucho espacio a los programas religiosos animados por predicadores radicales que emiten fetuas contra la política gubernamental. El gobierno los ha llamado al orden, en un intento por frenar su verborrea. En una televisión privada, el predicador Abdelfatah Hamadache pidió al Ejecutivo que condene a muerte y ejecute al escritor y periodista Kamal Daud por apostasía.

Con el objetivo de contrarrestar la influencia de estos «telepredicadores», Mohamed Aisa decidió crear una Academia de la Fetua con 50 imanes formados en la Universidad egipcia de Al Azhar, referencia del islam sunita.

Pero la dificultad radica, según Said Djabelkheir, en el «doble lenguaje» de los salafistas argelinos, moderados y tolerantes en apariencia pero «extremistas» en el discurso dirigido a las organizaciones clandestinas.

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