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Las elecciones de Kenia, un cóctel de tensión política y riesgo de violencia

Pedro Alonso

Nairobi, 5 ago (EFE).- Bajo gran tensión política y riesgo de violencia electoral, el vicepresidente de Kenia, William Ruto, y el ex primer ministro Raila Odinga se disputan la Presidencia en un país clave para Occidente en el convulso Cuerno de África.

Kenia, sexta potencia económica africana, celebra el 9 de agosto sus séptimas elecciones generales desde la introducción en 1991 de la democracia multipartidista, un camino marcado por las rivalidades étnicas, el transfuguismo de una inmutable élite política, la débil comisión electoral y la sospecha de fraude causante de violencia.

El presidente, Uhuru Kenyatta, que accedió al poder en 2013, agota su segundo y último mandato de cinco años, y todas las miradas se centran en la reñida carrera presidencial, aunque los kenianos también eligen en las urnas al Parlamento nacional, así como a los gobernadores y asambleas de los 47 condados de este país.

Cuatro políticos pelean por la más alta magistratura del Estado, pero sólo Ruto y Odinga tienen opciones reales de triunfo, frente a las candidaturas testimoniales del profesor George Wajackoyah (adalid de la legalización del cultivo de marihuana) y el abogado y clérigo David Mwaure Waihiga (activista anticorrupción).

Las elecciones se disputan en un momento crucial para Kenia, que sufre en el norte una sequía devastadora y padece la escalada inflacionista de los alimentos y el combustible que golpea al mundo tras la pandemia de coronavirus y la guerra en Ucrania.

«BUSCAVIDAS» CONTRA «DINASTÍAS»

En una campaña dominada por esas inquietudes económicas y las propuestas populistas para aliviar los mermados bolsillos de la población, Odinga, de 77 años, lidera la coalición opositora Azimio La Umoja (Aspiración a la Unidad, en suajili) en su quinto -y probablemente último- intento de conquistar la Presidencia.

El líder opositor, hijo del primer vicepresidente de Kenia, Jaramogi Oginga Odinga, quien sirvió en el Gobierno de Jomo Kenyatta, primer presidente del país y padre del actual jefe del Estado, es visto como el candidato del «establishment».

No en vano, Odinga cuenta con el sorprendente apoyo de su némesis política durante años, Kenyatta, desde que en 2018 ambos resolvieron sus diferencias con un simbólico apretón de manos en aras de la paz social, tras las tumultuosas elecciones de 2017.

Odinga, derrotado en esa votación, impugnó el resultado de unos comicios que tildó de «imparciales» ante el Tribunal Supremo, que emitió un histórico fallo ordenando la repetición de los comicios, aunque boicoteó esa segunda elección.

Ruto, de 55 años y líder de la coalición Kenya Kwanza (Kenia Primero, en suajili), confiaba en el respaldo a su candidatura del presidente, a quien ayudó a ganar dos elecciones consecutivas, de ahí que considere una traición el «armisticio» con Odinga.

El vicepresidente ha acuñado la frase «Nación de buscavidas» como eje central de su campaña, un guiño a su origen humilde (pese a ser hoy uno de los políticos kenianos más ricos) para captar el voto de los más desfavorecidos, la mayoría de la población.

No sorprende, pues, que Ruto presente la contienda electoral como una lucha entre los «buscavidas» y las «dinastías» políticas que representan Kenyatta y Odinga.

Para tensar más la cuerda, Ruto y Odinga se han acusado mutuamente de corrupción, un mal endémico en Kenia, donde cada día se «roban» del Estado 2.000 millones de chelines (casi 16,5 millones de euros), según aseguró Kenyatta en 2021.

MÁS DE 1.200 MUERTOS POR LA VIOLENCIA POSTELECTORAL

En ese escenario de alto voltaje, nadie olvida los disturbios desatados tras las elecciones de 2007, cuando Odinga (aliado entonces de Ruto) acusó al ganador, el presidente Mwai Kibaki, de «hurtar» los comicios.

El rechazo de los resultados desencadenó una violencia entre las comunidades luo y kalenji, representadas por Odinga y Ruto, respectivamente; y los kikuyu -mayor etnia de Kenia-, de la que proceden el ya fallecido Kibaki y Kenyatta.

Los disturbios, duramente reprimidos por la Policía, causaron más de 1.100 muertos y 600.000 desplazados.

El líder opositor, que de 2008 a 2013 integró como primer ministro un Gobierno de coalición con Kibaki como presidente que puso fin a la crisis, y el vicepresidente han prometido aceptar el veredicto de las urnas si el proceso resulta libre e imparcial.

Según declara a Efe el historiador y analista keniano Mulang’o Baraza, «es probable que haya focos de caos si los partidarios de los dos principales candidatos se sienten privados de la victoria».

«Ambos hombres disfrutan de un apoyo casi fanático en sus bastiones (…). La violencia, si ocurriera, estaría localizada en unas pocas partes del país», agrega Baraza.

Las últimas encuestas dan como vencedor a Odinga pero sin mayoría absoluta, condición «sine qua non» para esquivar una segunda vuelta.

De cumplirse estos pronósticos, Kenia se vería abocada, por primera vez, a una segunda ronda electoral.

Pero los sondeos han errado en el pasado, como recuerda Baraza, quien cree que «el ganador aún podría obtener suficientes votos para evitar una segunda vuelta».

El historiador defiende esa postura porque, «mientras Ruto disfruta del mayor apoyo principalmente en su feudo del Valle del Rift y la región del Monte Kenia, (…) Raila Odinga casi tradicionalmente disfruta del apoyo en el resto del país».

KENIA, SOCIO ESTRATÉGICO DE OCCIDENTE

Como siempre, la comunidad internacional mirará con lupa los comicios, sabedora de que Kenia constituye un «oasis» en el inestable Cuerno de África, donde Etiopía libra una guerra civil y Somalia lleva décadas atrapada en el conflicto y la anarquía.

«Kenia es un modelo de estabilidad en una región muy conflictiva», dijo en Nairobi en enero pasado el alto representante europeo de Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, al calificar al país como «socio estratégico» de la Unión Europea.

Asimismo, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, telefoneó recientemente a Kenyatta para subrayar la «importancia de elecciones libres e imparciales», pues Washington «tiene un interés estratégico» en Kenia. EFE

pa/hma

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