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Las tribus sirias, menos influyentes en las elecciones tras 10 años de guerra

Manolo G. Moreno

Beirut, 24 may (EFE).- Tras el estallido del conflicto en Siria hace una década, el complejo entramado de tribus y clanes que conforman la sociedad del país ha ido transformándose con cambios de bando y una pérdida progresiva de influencia desde los años 60 hasta las elecciones presidenciales de este miércoles.

La larga lista de tribus árabes, a su vez divididas en clanes y linajes, sufren a día de hoy una importante fragmentación y erosión tras servir de moneda de cambio durante diez años de guerra y pugna por el poder en Siria.

EL PODER TRIBAL Y LOS AL ASAD

La ideología del Partido Baaz, que llegó al poder en Siria en 1963 y que sigue liderando el país a día de hoy, incluía un fuerte rechazo al «tribalismo», por lo que desde el primer momento empezó a quitar poder político e independencia a las tribus.

El Estado asumió las principales funciones de los jeques o líderes de los clanes y pasó a encargarse de la seguridad, la resolución de conflictos, la gestión de los pastizales o de la propiedad de las tierras, explica el investigador y autor Haian Dukhan en su estudio «Tribus y tribalismo en el alzamiento sirio».

Cuando Hafez al Asad, padre del actual presidente, Bachar, asumió el poder en 1971 reforzó en secreto su relación con los jeques para contar con más apoyos, siempre manteniendo de cara al público la postura oficial del Baaz.

Fue acusado de reemplazar a los líderes tradicionales de las tribus con otros nuevos escogidos a dedo, favorables a él. Fue una estrategia con «modelo autoritario», basada en crear un sistema de «clientelismo» entre el régimen y los influyentes jefes tribales.

«Su estrategia fue incorporar a líderes tribales y utilizarlos como herramienta para gobernar de forma indirecta a través de nombramientos oficiales y subsidios», afirma Dukhan. Esa tendencia continuó bajo el mandato de Bachar al Asad a partir de 2000.

APOYOS PARA EL CONFLICTO

En 2011, tras el estallido de las protestas populares contra Al Asad que degeneraron en un conflicto armado, los diferentes actores buscaron el respaldo de las tribus y se crearon grupos y coaliciones tribales, alineados con Damasco o la oposición y otros países que empezaron a intervenir (Irán, Rusia, Turquía, etc.).

Cuando en 2014 el grupo yihadista Estado Islámico (EI) se hizo fuerte, también quiso ganar adeptos entre los clanes: en la provincia nororiental de Al Raqa, donde los radicales establecieron su capital de facto, contaron con el apoyo de los suníes frente a la familia gobernante chií.

«Algunos jóvenes de entre nuestros hijos se incorporaron a las filas de las organizaciones armadas y el Estado Islámico, lo que incrementó nuestra dispersión», indicó a Efe Ibrahim al Hafal, jeque de las tribus Al Oqeidat, asentadas principalmente en la provincia oriental de Deir al Zur.

Por otro lado, para hacer frente al EI, se crearon nuevas milicias tribales partidarias de Al Asad en varias provincias y en el noreste del país los kurdos emergieron como la opción más poderosa.

«Nuestra autoridad sobre nuestros hijos ya no es como antes, las lealtades se repartieron porque el Estado y las Fuerzas de Siria Democrática (FSD, alianza armada liderada por kurdos) han intervenido; y los kurdos ofrecen gran apoyo financiero», argumentó Al Hafal.

EL NORTE Y EL SUR, ALEJADOS DE DAMASCO

Asimismo, la intervención directa de Turquía en el norte de Siria, por su interés también de lograr el apoyo de las tribus locales, ha polarizado todavía más el complejo entramado tribal en esa zona del país.

Ankara, que intervino contra los kurdos a partir de 2016, había respaldado al Ejército Libre Sirio (ELS), un grupo fundado por militares sirios sublevados durante la Primavera Árabe y que en su momento fue un actor clave de la oposición armada.

Una fuente militar siria, que pidió el anonimato, se pregunta ahora si Damasco hizo lo correcto al permitir entonces a los kurdos «asumir la responsabilidad de enfrentarse al ELS, dirigir a los clanes y animarles a que se unieran a sus filas».

Y es que en el noreste del país, en la actualidad controlado por una autoproclamada autoridad autónoma kurda no reconocida por el Ejecutivo, se estima que miles de árabes forman hoy parte de las filas de las FSD, que cuentan además con el apoyo de EE.UU.

Mientras, en el sureste del país, en la región de Sueida, de población mayoritariamente drusa y que se había mantenido neutral en el conflicto, el vacío de poder y las prácticas de las fuerzas leales a Al Asad han llevado desde 2018 a una creciente animadversión de este grupo étnico y sus clanes hacia Damasco. EFE

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