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Letonia completa la retirada de monumentos soviéticos en el Día Independencia

Juris Kaza

Riga, 18 nov (EFE).- La invasión rusa de Ucrania espoleó en las repúblicas bálticas a los movimientos a favor de derribar los monumentos de la era soviética; Letonia llegó hoy a su Día de la Independencia con la tarea cumplida de deshacerse de ellos.

Fue el primero entre los tres país bálticos en fijarse una fecha para la retirada de los últimos vestigios visibles del régimen soviético que dominó Letonia, Lituania y Estonia durante casi 50 años y hasta 1991.

El día marcado era el 18 de noviembre, Día de la Independencia. Con toda puntualidad se ha completado para esta fecha la retirada de al menos 69 monumentos y demás objetos conmemorativos soviéticos en todo el país.

Atrás quedaron más de 30 años de discusiones sobre qué hacer, por ejemplo, con el gran Monumento de la Victoria al Ejército Rojo que derrotó el ejército nazi. El más visible entre los testigos de la época soviética fue derribado el 23 y 24 de agosto, tras la aprobación de leyes especiales por el Parlamento letón y el Ayuntamiento de Riga.

Se trataba de un obelisco de casi 80 metros de altura, que durante mucho tiempo fue un punto de encuentro para los residentes de Riga, principalmente rusos, cada 9 de mayo (la versión soviética del Día de la Victoria, que se celebra el 8 de mayo en otros países europeos, incluida Alemania). Cayó derribado sobre un estanque reflectante, imágenes que dieron la vuelta al mundo.

La rápida acción de las autoridades se precipitó favorecida por la corriente de la opinión pública que pedía eliminar todo rastro de «la época rusa» como consecuencia del ataque de Moscú a Ucrania.

A finales de mayo, unos 5.000 letones habían marchado desde el centro de Riga hasta el Monumento a la Victoria, al otro lado del río Daugava, que atraviesa ciudad, para exigir el derribo inmediato del «símbolo de la ocupación soviética».

Aunque Letonia y sus vecinos bálticos aprobaron rápidamente nuevas leyes y reglamentos especiales para eliminar todos los «monumentos de la ocupación» , algunos ya habían sido suprimidos con anterioridad.

El monumento a Lenin que se erigió en el centro de Riga fue derribado pocos días después del fracasado golpe de Estado de 1991 contra el último líder soviético, Mijail Gorbachov, y de que los países bálticos proclamaran su independencia.

En Lituania, las estatuas de Lenin, características de las ciudades de todo el país, se retiraron a menudo de forma espontánea y se reunieron posteriormente en el Parque Escultórico Soviético de Grūtas, cerca de la ciudad de Druskininkai, convertido en una atracción turística.

Letonia cuenta con un Museo de la Ocupación, financiado en gran parte de forma privada, que también documenta las ocupaciones soviética y nazi con exposiciones de fotografía y muestras de la vida cotidiana en aquellos tiempos.

Gints Apals, jefe del departamento de Historia del museo, explicó a EFE que su personal había examinado 80 objetos desmantelados (de un total de 120 retirados en virtud de la ley nacional o por los municipios por su cuenta) y encontró que unos 30 podrían ser conservados ahí, no para ser expuestos, pero sí para ser cedidos a otras exposiciones.

El Monumento a la Victoria de Riga fue derribado sin apenas protestas. En Estonia, en cambio, el traslado en 2007 fuera de Tallin de un monumento «icónico» soviético, el llamado Soldado de Bronce, desencadenó dos noches de disturbios por jóvenes de origen ruso, además de ciberataques a los sitios web del gobierno.

Estonia también retiró varios monumentos soviéticos, incluido un tanque conmemorativo en la ciudad de Narva, fronteriza con Rusia. Fue trasladado a la capital, Tallin, donde quedó integrado en un monumento a las víctimas del comunismo.

En Letonia, aparte de las estatuas de grandes dimensiones retiradas a regañadientes por las autoridades de las ciudades orientales de Daugavpils y Rezekne, muchos monumentos poco conocidos fueron retirados incluso por los residentes locales.

En paralelo, la campaña de los últimos 30 años para eliminar el idioma ruso del espacio público ha sido reavivada en los últimos meses por Liana Langa, una autora letona. Lleva a cabo una campaña febril en las redes sociales, donde critica a las instituciones públicas y a empresas privadas que utilizan el ruso en sus sitios web, carteles u otras expresiones públicas. EFE

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