Liberdade, el barrio olvidado que no espera milagros de la visita del papa
Mar Marín
Lisboa, 3 ago (EFE).- Desafió a la dictadura portuguesa con el nombre de Liberdade (Libertad) y quedó en el olvido durante décadas. Hoy, este barrio «clandestino» de Lisboa castigado por el tráfico de drogas, espera la visita del papa y mira con escepticismo al futuro.
Bajo el Acueducto de las Aguas Libres y en los márgenes del parque de Monsanto, este asentamiento ilegal que nació durante el salazarismo creció con la inmigración rural cerca de Serafina, una colonia de viviendas sociales levantada por el régimen.
Más de 2.000 personas habitan en este conglomerado de viviendas sin condiciones -algunas sin baños- pero que se alquilan en el mercado negro por hasta 500 euros al mes.
«Mejor no se acerquen a esas calles, no es seguro», avisa un vecino al equipo de la agencia Efe señalando la ruta que atraviesa el corazón de Liberdade. «Somos la favela de Lisboa», se lamenta un joven del barrio.
Esta «Liberdade», que no figura en las rutas turísticas y es «invisible» para las autoridades, dista apenas tres kilómetros de la Avenida Liberdade, la más emblemática -y cara- de Lisboa, y por la que también transitará el papa en su visita a Portugal.
Infraviviendas, escombros en las calles, falta de alumbrado, problemas de alcantarillado… La lista de pendientes se multiplica.
La oportunidad para Liberdade pasó de largo en 2017, cuando el prometido plan social que no llegó. El dinero se «esfumó», dice Katia, que nació en el barrio hace 42 años y prefiere mantener el anonimato.
«Tengo pena de que solo se habla de droga. Esto puede pasar en cualquier lado. En este barrio toda la gente recibe bien, nadie hace mal», insiste.
PAREN Y VEAN
El padre Francisco Crespo es una institución en la zona. Llegó a la parroquia hace 45 años y logró crear el centro social San Vicente de Paul, que recibirá la visita del papa mañana, día 4.
Estas instalaciones de atención educativa y médica para la población dan empleo a 170 personas y sirven 1.200 comidas diarias.
«El papa viene porque le gusta y quiere encontrarse con personas que viven en la periferia (…) donde hay mucha gente que no tiene condiciones de vivienda digna, con muchas necesidades, gente pobre , humilde», explica el párroco a Efe.
La visita de Francisco, reconoce el padre Crespo, a punto de cumplir 83 años, no puede cambiar nada en sí misma pero puede sacudir conciencias.
«La intención no es que el papa venga a resolver nada», pero «el hecho de que venga y muestre a todo el mundo la realidad de estos barrios, también puede hacer ver a nuestro Gobierno y nuestra Cámara (Ayuntamiento) que es la hora de poder responder a nuestra población», confía.
«Es un barrio que está complemente olvidado», lamenta el sacerdote. «Las personas prometen y luego no hacen» y «los problemas son muchos».
La vivienda, los servicios… La visita del papa puede ser un toque de atención para las autoridades: «Paren y vean las necesidades. Vean la respuesta que ha dado esta institución y vean a las personas que esperan una respuesta».
«TRATARNOS COMO MERECEMOS»
El único impacto del anuncio de la visita del papa al barrio, resume Katia, ha sido la limpieza de las calles, aunque solo fue «un lavado de cara»: «Telefoneé varias veces a la Cámara (ayuntamiento) porque no se había hecho la desinfección de las cucarachas y los ratones, pero no se hizo nada».
«¿Traer algún beneficio al barrio esta visita? No. No va a traer nada. Será solo algo para nosotros», dice convencida.
Si acaso, apunta, «podría hacer que nuestro Gobierno, en vez de prometer, haga realmente algo en términos de inclusión, porque si quiere que haya una sociedad en paz, la inclusión tiene que ser hecha de dentro para fuera, y no de fuera para dentro».
«Necesitamos ser tratados como merecemos», reclama.EFE
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