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Los centros de estafa del Sudeste de Asia: de casinos a «cárceles» del ciberfraude global

Bangkok, 21 feb (EFE).- Las repatriaciones de miles de extranjeros captados para trabajar en centros de estafa birmanos que Tailandia, Birmania (Myanmar) y China llevan a cabo, con 300 ciudadanos chinos deportados este viernes, evidencian la proliferación de estas «cárceles» modernas en el Sudeste Asiático.

Birmania entregó hoy a otros 300 ciudadanos chinos, que se suman a los 200 transferidos ayer a la fronteriza ciudad occidental tailandesa de Mae Sot, convertida en epicentro de una megaoperación entre los tres países para sacar a unos 7.000 extranjeros de centros de estafa del lado birmano.

Se espera que los traslados desde Birmania a esta urbe tailandesa y después a multitud de destinos continúen sine die, como parte de una operación marcada por la opacidad que impone China, según dicen a EFE fuentes diplomáticas, con miles de extranjeros de un número incierto de nacionalidades y varios continentes entre los afectados.

«El número (de deportados) y las fechas son muy fluidos porque los traslados dependen de que estén listos sus países de origen para recibirlos y prestar asistencia consular. Pero (la operación) ha comenzado», dice a EFE una portavoz del Ministerio de Exteriores tailandés.

Benedikt Hofmann, director regional de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) para el Sudeste Asiático y el Pacífico y parte de las conversaciones entre la Policía tailandesa y la comunidad diplomática para gestionar el operativo, describe su complejidad.

«Todos los que lleguen a Tailandia pasarán por controles para identificar y apoyar a víctimas de trata, y, dado el amplio número de gente que puede venir, el proceso será un reto. No está claro cuántas nacionalidades hay entre los extranjeros que están en Myawaddy (localidad birmana a 8 kilómetros de Mae Sot). Pero sabemos que de toda Asia y también de África y Sudamérica», dice a EFE.

Mafias chinas

La existencia de estos centros de estafa en el Sudeste Asiático, en países como Birmania, Camboya, Laos y Filipinas, no es novedad. Muchos comenzaron siendo casinos ligados al blanqueo de capitales de bandas criminales que durante los confinamientos por la pandemia pasaron al espacio digital.

Su origen está conectado con la industria del juego en el Sudeste Asiático y están «estrechamente vinculados a las mafias chinas», subrayó el pasado diciembre un análisis del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS).

Antes de la covid-19, las bandas criminales invirtieron en el desarrollo de casinos y hoteles con la esperanza de atraer a millones de turistas y generar ingresos para sus redes ilegales, explica CSIS, pero cuando irrumpieron los controles de la pandemia «reconvirtieron los espacios en centros donde víctimas de trata son forzadas a estafar».

Los centros estafan a ciudadanos en gran parte de China pero también de muchos otros lugares con sofisticados engaños ayudados de alta tecnología e inteligencia artificial (IA), con los que los empleados son forzados a embaucar a terceros a veces mediante argucias amorosas o falsas promociones financieras.

Los encargados de perpetrar las estafas son jóvenes, muchas veces extranjeros, con conocimiento tecnológico y de idiomas, según el Informe Global sobre Trata de Personas de la ONU del pasado diciembre. No en vano, dos menores de edad japoneses fueron liberados de estos centros de Birmania la pasada semana.

Torturas y aislamiento

Testigos y extrabajadores de estos centros los describen como mini ciudades donde los empleados que no cumplen objetivos son esposados, torturados y en general forzados a permanecer en su interior.

Se trata de complejos cerrados, similares a prisiones, donde estas personas, engañadas con ofertas de trabajo, son obligadas a cometer estafas ‘online’ desde un ordenador, sufriendo una «violencia extrema», afirmó en diciembre Fabrizio Sarrica, investigador de la ONU sobre trata.

Una de las incógnitas sobre estos centros que proliferan por gran parte del Sudeste Asiático es si son gestionados por los mismos grupos criminales, quiénes son y qué conexiones regionales tienen.

«Hay inversiones cruzadas significativas entre los centros de diferentes lugares de la región, lo que en parte explica por qué es fácil para los grupos criminales trasladarse de un lado a otro. Todos operan de forma similar, pero están bien adaptados al contexto local», dice a EFE Hofmann, quien visitó el pasado año un centro desmantelado de la ciudad de Bamban, al norte de Manila.

Ante presiones domésticas e internacionales, los países más implicados, entre ellos Tailandia, Birmania y China, han fortalecido su cooperación para atajar un negocio que genera más de 43.800 millones de dólares anualmente, según el Instituto para la Paz de EE.UU.

«Hay avances en la cooperación regional», admite Hofmann, pero advierte que se necesita mejorarla, incluyendo el intercambio de inteligencia, la mejora coordinada de los marcos legales y regulatorios y la investigación de los crímenes transfronterizos. EFE

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