Ola de fervor religioso en el monte Arafat, rito clave del hach
Más de dos millones de fieles se congregaron el sábado en el monte Arafat, cerca de La Meca, para una jornada de oración y recogimiento que representa uno de los momentos más intensos del hach, la gran peregrinación anual de los musulmanes.
El día empezó bajo un sol abrasador. Pero, por la tarde, cayó una fuerte tormenta sobre el monte Arafat o Jabal o Jabal al Rahma (“Montaña de la Misericordia”, en árabe), en el oeste del reino, adonde fueron llegando fieles musulmanes de todo el mundo. La temperatura pasó de 38 a 23 ºC en tan solo unos minutos.
Miles de personas habían dormido al raso, sobre una alfombra de rezo o simplemente sobre cartones, al borde de la carretera. Varios camiones estacionados a intervalos regulares distribuían botellas de agua y almuerzos, mientras los desechos iban cubriendo el suelo.
Los trabajadores de la limpieza, mayoritariamente de origen asiático, observaban impasibles a la espera de empezar su labor al final de la jornada.
Mientras los helicópteros sobrevolaban el cielo, miles de hombres y mujeres apostados en la colina y vestidos de riguroso blanco, comenzaron a recogerse en una atmósfera de devoción, con las palmas tendidas hacia el cielo y la mirada fija en el horizonte.
– “Alabado sea” –
“Estoy muy satisfecho”, confiaba pese al calor Lassina Coulibaly, maliense de 47 empleado del sector comercial. “El cansancio forma parte del peregrinaje, es casi lo que buscamos”, aseguraba este padre de siete hijos bajo el sol asfixiante.
El hach es uno de los cinco pilares del islam que todo musulmán debe cumplir al menos una vez en la vida si puede permitírselo.
“Vine el año pasado durante ramadán y ahora estoy aquí por el hach. Es un honor. Alabado sea Dios”, lanzaba el indonesio Zakir Udin, envuelto como el resto de peregrinos de sexo masculino en dos piezas de tela separadas llamadas “ihram” que dejan un hombro al descubierto.
Las mujeres, por su parte, deben ir completamente cubiertas a excepción de la cara y las manos.
“Los indonesios representan la nacionalidad más numerosa”, recordaba este cocinero de 27 años instalado en Yeda, a menos de 90 kilómetros de La Meca. “Esa es la voluntad de Dios”.
En total, 2,48 millones de peregrinos participan este año en el hach, según cifras facilitadas este sábado por las autoridades.
Este multitudinario evento se celebra rodeado de excepcionales medidas de seguridad. Decenas de miles de efectivos han sido movilizados para evitar cualquier estampida.
Para canalizar el flujo de peregrinos a los pies del monte Arafat, las autoridades habían instalado centenares de barreras móviles.
– Cuotas por país –
Los fieles se desplazan en grupos según su nacionalidad. Cada país musulmán tiene asignada una cuota máxima de nacionales autorizados a hacer el peregrinaje a La Meca.
“Espero que en el futuro tengamos más asistentes al hach, porque en Líbano sufrimos una participación muy baja”, afirmaba Sami elhaj Ahmed, imán de 44 años en una mezquita “de 700 años de antigüedad” de Trípoli, al norte del pequeño país mediterráneo.
A mediodía, los fieles debían acudir a rezar a un lugar aledaño al monte Arafat donde el profeta Mahoma pronunció, según la tradición islámica, su sermón de adiós a los musulmanes que lo habían acompañado al peregrinaje en el crepúsculo de su vida, hace catorce siglos.
A la caída del sol, los fieles comenzaron a dirigirse hacia el valle de Muzdalifah, a pocos kilómetros, para pasar la noche bajo las estrellas.
Allí recogerán tres pequeñas piedras antes de volver a Mina, donde se encuentra La Meca, para lapidar simbólicamente tres estelas que representan a Satán. Fue durante este ritual en el año 2015 cuando una estampida provocó la muerte de cerca de 2.300 peregrinos.
