
La historia de Europa del Este, una disciplina marcada por la política

Desde el inicio de la guerra de agresión rusa en Ucrania, la historia de Europa del Este ha cobrado mayor relevancia. Sin embargo, esta materia siempre ha dependido en gran medida de la coyuntura política. Un análisis del historiador especializado en Europa del Este, Fabian Baumann.
Hace unos años, cuando contaba en Suiza que era historiador especializado en Europa del Este, la reacción solía ser bastante moderada. Sin embargo, si lo cuento hoy, el interés es enorme. La mayoría de la gente enseguida saca a colación la guerra en Ucrania. La guerra sigue presente en los medios de comunicación después de más de tres años, y los historiadores especializados en Europa del Este intervienen regularmente en el debate. Y, sin embargo, a mucha gente le sigue sorprendiendo que exista esta disciplina un tanto extraña.
La historia de Europa del Este destaca en el panorama universitario de los países de habla alemana por ser una subdisciplina definida geográficamente que cuenta con cátedras e institutos propios. Aunque también se investiga y se enseña la historia de Europa occidental, meridional o septentrional, rara vez está institucionalizada. Esta posición singular de la historia de Europa del Este se explica históricamente: más que otras disciplinas, ha estado y sigue estando directamente influenciada por los acontecimientos actuales.
Una mirada política hacia el Este
Los orígenes de la historia de Europa del Este como disciplina científica se remontan a más de cien años atrás. Por un lado, desde el siglo XIX existía una tradición de investigación universitaria sobre las lenguas y culturas eslavas, que a menudo también incluía aspectos históricos. En Suiza, Elsa Mahler, que en 1938 se convirtió en la primera mujer profesora de la Universidad de Basilea, fue una de las personas que trabajó en este campo.
Por otro lado, a principios del siglo XX se establecieron varios historiadores alemanes y austriacos como expertos en Rusia y Europa del Este. Algunos de ellos querían mediar explícitamente entre Alemania y Rusia. Otros, en cambio, se inclinaban por las ideas nacionalistas alemanas, llevaban a cabo una «investigación oriental» de carácter étnico y propagaban la tesis —históricamente insostenible— de que, en Europa del Este, los alemanes, como «portadores de la cultura», habían dominado desde siempre a los eslavos, «inferiores» a ellos.

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Por lo tanto, no es de extrañar que muchos historiadores de Europa del Este en Alemania estuvieran involucrados en el nacionalsocialismo (comúnmente conocido como nazismo). Después de la Segunda Guerra Mundial, se crearon más cátedras de Historia de Europa del Este en Alemania. Las ideas nacionalistas alemanas siguieron teniendo influencia, aunque a menudo bajo la bandera anticomunista.
En Berna se fundó en esa época la Biblioteca Suiza de Europa Oriental, que en un principio era un proyecto privado de anticomunistas de la «guerra fría» y que hoy en día es uno de los recursos más importantes para la investigación sobre Europa Oriental en Suiza. También en Estados Unidos, la investigación sobre Europa Oriental en los años posteriores a 1945 se regía por el lema «Conoce a tu enemigo». Entre las figuras más influyentes se encontraban muchos emigrantes anticomunistas de Europa del Este, como el profesor de Harvard Richard Pipes, originario de Polonia.
Pipes, junto con otros, formó la llamada «escuela del totalitarismo», cuyo interés se centró en el surgimiento del sistema soviético. Aunque los historiadores de esta generación a menudo tenían un conocimiento sorprendente de los detalles y escribieron estudios muy valiosos, su suposición de que el Estado soviético tenía a su población casi completamente bajo control resultaba limitante.
El fin de la Unión Soviética en la investigación
Pero todo eso cambió en la década de 1970, cuando historiadores más jóvenes, con tendencias políticas de izquierda, obtuvieron un mayor acceso a los archivos soviéticos. La australiana Sheila Fitzpatrick se convirtió en la pionera de esta generación «revisionista». En sus estudios de historia social, demostró que, a pesar de toda la violencia extrema, el estalinismo fue en realidad un vehículo de ascenso social para ciertos grupos de la población. La historiografía revisionista se caracterizó por la distensión entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Ante la mejora de las relaciones, era lógico señalar también históricamente que los habitantes de la Unión Soviética no eran simplemente súbditos anónimos, sino sujetos con capacidad de acción política.
Al mismo tiempo, con la *perestroika creció lentamente la disposición a ir más allá del núcleo ruso de la Unión Soviética. Un pionero importante en este sentido fue el suizo Andreas Kappeler, que enseñó en Colonia a partir de 1982 y más tarde en Viena. Kappeler se dedicó a investigar los pequeños pueblos de habla turca y finlandesa de la región del Volga, antes de presentar en 1992 un estudio pionero sobre «Rusia como imperio multiétnico».
*Perestroika fue un cambio político aperturista promovido en la antigua Unión Soviética a fines de la década de 1980.

En su campo, él hizo que la gente se diera cuenta de que el Imperio ruso y la Unión Soviética eran tan multiétnicos como los imperios coloniales de los países de Europa occidental. Además, Kappeler fue uno de los primeros en reconocer, tras el fin de la Unión Soviética, la necesidad de abordar la historia de Ucrania, el que entonces era el país más extenso de Europa. Junto con sus estudiantes de doctorado, sentó las bases para que, a partir de 2014, pudiera surgir una investigación sobre Ucrania en lengua alemana con un amplio respaldo.
A pesar de los recortes presupuestarios por motivos políticos —al fin y al cabo, el interés por Rusia como adversario geopolítico se fue desvaneciendo—, las décadas de 1990 y 2000 fueron, en muchos sentidos, una época de cambios en la historia de Europa del Este. Por un lado, los historiadores occidentales tuvieron de repente acceso a los archivos de la antigua Unión Soviética y Europa del Este. Por otro lado, los historiadores de los antiguos Estados comunistas entraron en contacto de golpe con las ideas y perspectivas occidentales.
La diversificación de una disciplina
Es cierto que algunos antiguos historiadores comunistas pasaron sin problemas a la reconversión profesional para escribir crónicas nacionalistas, simplemente invirtiendo los relatos ideológicos. Pero, en general, la apertura mutua entre el Este y el Oeste dio lugar a muchos estudios excelentes. Incluso en Rusia, al menos el debate intelectual parecía democratizarse. Muchos investigadores occidentales se centraron en esos años en la historia de la sociedad civil y la opinión pública.
En retrospectiva, algunos de ellos fueron quizás demasiado optimistas en sus valoraciones sobre la capacidad de reforma, en particular del Estado ruso.
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Esta época de optimismo ha llegado a su fin en Europa del Este —y, por lo tanto, también en la historia de Europa del Este— desde la anexión de Crimea en 2014. Poco después de la anexión, el historiador alemán especializado en Europa del Este Karl Schlögel exigió, de forma bastante autocrítica, una reorientación de la disciplina: menos atención a Rusia y más a los países que históricamente han sufrido el imperialismo ruso.
En los años siguientes, también en Suiza surgieron nuevos debates dedicados especialmente a la historia de Ucrania, como el programaEnlace externo «Ukrainian Research in Switzerland» de la Universidad de Basilea. Además, en las universidades de habla alemana se enseña cada vez más la lengua ucraniana.
Desde la invasión rusa a gran escala de 2022, los historiadores de Europa del Este debaten con más intensidad que nunca sobre su propio campo de trabajo. Pocos discuten que la guerra de Putin contra Ucrania es criminal, pero existe un profundo desacuerdo respecto a la orientación de la disciplina. La pregunta de fondo es la misma de siempre: ¿sigue estando la historia de Europa del Este, pese a la apertura de las últimas décadas, demasiado centrada en Rusia? Al fin y al cabo, hasta hace poco, muchos estudios se basaban sobre todo en archivos estatales rusos y en fuentes en lengua rusa.
Por ello, historiadoras como Botakoz Kassymbekova, de la Universidad de Zúrich, y Franziska Davies, de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich, reclaman un giro poscolonial en la disciplina, que trate el imperialismo ruso y soviético con el mismo espíritu crítico que el occidental y que incorpore en mayor medida las perspectivas de los pueblos dominados.
Como toda historiografía, la historia de Europa del Este es siempre política y, de hecho, está especialmente influenciada por los debates políticos actuales. Sin embargo, la relación entre la política y la ciencia es compleja. La evolución de una disciplina depende de muchos factores: del acceso a los archivos, de los conflictos geopolíticos, de las experiencias que han marcado a las distintas generaciones de investigadores. En vista de los conflictos políticos y militares en la región, es probable que los debates entre la comunidad historiadora de Europa del Este sigan siendo intensos.
Editado por Benjamin von Wyl. Adaptado del alemán por Carla Wolff.

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