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Vigilar de cerca los nuevos agentes químicos

Los países signatarios de la Convención correspondiente, han destruido los arsenales de armas químicas. Reuters

Los arsenales químicos están oficialmente en extinción y los de tipo militar se destruyen paulatinamente en el mundo. No obstante, el experto suizo Stefan Mogl advierte que la demanda por nuevos tipos de armas debe ser vigilada muy de cerca.

En días pasados, las armas químicas acapararon nuevamente los titulares cuando el Gobierno de Siria advirtió que podía echar mano de su arsenal, si terceros países intervenían en la guerra civil que asola a esa nación. El anuncio provocó una condena generalizada.

Se trata de armas que fueron utilizadas contra la población civil en Irak y causaron efectos devastadores a finales de los años 80, durante el régimen de Saddam Hussein.

Entrevista con Stefan Mogl, jefe del Departamento de Química del Laboratorio de Spiez, que depende del Instituto Suizo para la Protección contra Peligros Nucleares, Biológicos y Químicos, y presidente del consejo de asesoría científica de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ).

swissinfo.ch ¿Qué tan relevante es actualmente supervisar las armas químicas?

Stefan Mogl: La Convención sobre las Armas Químicas (CAQ) entró en vigor en 1997 y, desde entonces, 188 países se han adherido a ella. Hasta ahora, el arsenal de armas químicas declarado supera las 70.000 toneladas y su destrucción está en marcha, aunque aún tomará algún tiempo concluirla. Solo un pequeño grupo de países está fuera de la Convención, lo que explica de algún modo el actual debate sobre Siria.

Es importante que todas las naciones se sumen al tratado y que los países, que cuentan con ellos, se deshagan de los programas de armas químicas. Además, la CAQ tiene la meta adicional de asegurar que las armas químicas tampoco sean utilizadas en el futuro, lo que significa que la sociedad civil como conjunto ya no tendrá que experimentar los efectos tóxicos de este tipo de armamento. Este objetivo será un elemento muy importante en la organización de la supervisión de la aplicación del tratado.

swissinfo.ch: ¿Deberíamos vigilar de forma aún más cercana a los gobiernos y a terceros?

S.M.: Hay dos respuestas a esta pregunta. La CAQ fue creada, ante todo, para evitar una guerra química a gran escala. En este sentido, es simultáneamente un control de armas y un tratado de desarme entre naciones. Sin embargo, durante los últimos años, el uso de armas químicas por parte de entidades no estatales se ha vuelto también una preocupación, y la resolución 1540 de las Naciones Unidas refleja esta inquietud. Pero vigilar programas de gobiernos a gran escala, y realizar este proceso en el caso de programas no estatales, son dos cosas muy distintas.

La principal diferencia radica en el tamaño. Por ejemplo, un arsenal declarado por el gobierno de Estados Unidos de alrededor de 29.000 toneladas de agentes químicos; o de uno 40.000 toneladas por parte de los rusos; o de 1.000 toneladas en el caso de India, están considerados claramente como programas a escala industrial. Esto significa que incluyen centros de producción de agentes químicos, instalaciones para fabricar municiones especiales, y emplazamientos para la realización de pruebas, así como búnkeres de almacenamiento.

Si alguien quiere fabricar una pequeña cantidad de agentes de guerra química, esto es, entre uno y 100 kilogramos, se trata de una operación mucho menor y, más difícil de rastrear y, por ende, de monitorear. También deben pensarse caminos para librarse de estos agentes, pero el impacto sería mucho menor.  Y en este caso, el objetivo no es una guerra como las que considera la CAQ.

swissinfo.ch: Existe una gran especulación con respecto al hecho de que crear un arma química es muy simple. ¿Es cierto?

S.M.: Es una interpretación simplista. Hay dos puntos fundamentales. En primer lugar, la parte meramente química: Hay que ser capaz de producir y sintetizar un agente de guerra química con la estabilidad suficiente para poder almacenarlo. Entonces viene la segunda parte, que es tan difícil como la primera o más: Un arma química solo funciona si es diseminada correctamente. Y desde un punto de vista de ingeniería, ésta es una cuestión difícil de resolver.

swissinfo.ch ¿Qué tan seriamente está tomando la comunidad internacional la supervisión de las armas químicas?

S.M.: Aun cuando la CAQ no es motivo de interés público, creo que esta convención y la entidad responsable de su instrumentación, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), han tenido un éxito impresionante si se las compara con otros tratados en materia de armas. No obstante, la CAQ está alcanzando un punto en el que buena parte del arsenal químico ya se ha destruido. Y la pregunta para los años por venir es cuál va a ser el objetivo clave del tratado y en qué deberá enfocarse la OPAQ. Personalmente, creo que debe ser prevenir el resurgimiento de armas químicas, incluida la discusión sobre qué químicos podrían ser potencialmente utilizados para crear nuevas armas de este tipo.

swissinfo.ch: ¿Deberíamos solo enfocarnos en las armas de destrucción masiva o hay otros frentes que deberían despertar nuestra preocupación?

S.M.: Creo que existe un entendimiento internacional prácticamente unánime en el sentido de que los agentes químicos de guerra y las armas químicas ya no serán toleradas en el futuro. Muchos gobiernos han dejado esto claro y, en mi opinión, esto es el gran éxito de la CAQ. Pero aún existen preguntas abiertas sobre posibles nuevos productos químicos permitidos en operativos encabezados por los gobiernos, concretamente, con respecto a agentes químicos incapacitantes, que son considerados para operaciones especiales y bajo condiciones muy concretas. Es posible que estos agentes se vuelvan un elemento de debate.

swissinfo.ch: Durante la crisis de los rehenes del teatro de Moscú en 2002, algunas personas murieron a causa de un gas paralizante que utilizó la policía. ¿Es ésta una de esas preocupaciones concretas?

S.M.: Actualmente, el problema fundamental residen en que es difícil diferenciar cuándo se trata de una operación de las fuerzas del orden público y cuándo de una situación de combate. Y esto genera muchas preguntas de orden legal extremadamente complejas.

Para los responsables de un operativo, es muy difícil manejar situaciones en las que los espectadores o rehenes están mezclados con los opositores a los que deben abatir. La única alternativa que tienen son las armas de fuego. De ahí surge el deseo de disponer de un arma que les permita separar a los buenos de los malos.

Y aunque esto suena muy atractivo en la teoría, es importante advertir que la química no funciona de esa forma actualmente y los químicos incapacitantes son tóxicos. Causarán daño y será difícil diferenciarlos realmente de los agentes de guerra química más tradicionales. Por lo tanto, estos agentes incapacitantes estarían caminando en un terreno bastante resbaladizo, en el que podrían poner en riesgo el cumplimiento de las normas actuales contra el uso de los químicos como armas. De ahí la importancia de que la comunidad internacional haga una clara distinción entre lo que es aceptable para la CAQ y lo que no.

Existen dos categorías de armas químicas: de agentes neurológicos y de agentes excoriantes (o irritantes).

Los agentes neurológicos están diseñados para matar. Los excoriantes buscan generar daños graves.

 

Los agentes químicos envenenan y dañan a quien los recibe durante el viaje que realizan a través del sistema respiratorio, o vía el contacto con ojos y piel.

Una máscara antigás con los filtros apropiados y un traje protector, como los que utilizan las fuerzas armadas (y algunas organizaciones de primeros auxilios) proveen protección suficiente.

Las armas químicas diseminadas en entornos civiles y urbanos, donde los blancos carecen de protección, pueden ser extremadamente peligrosas.

No obstante, los agentes químicos tenderán a disiparse tras un periodo determinado, que varía en función de las condiciones meteorológicas.

Fuente: Stefan Mogl, Laboratorio de Spiez

Tiene por objetivo eliminar toda una categoría de armas de destrucción masiva mediante la prohibición del desarrollo, la producción, la adquisición, el almacenamiento, la retención, la transferencia o el uso de armas químicas entre Estados miembros.

En tanto, los gobiernos que han suscrito esta convención se comprometen a realizar las acciones necesarias para aplicar estas prohibiciones con respecto a las personas (naturales o jurídicas) de su jurisdicción.

Todas las partes firmantes acordaron el desarme vía la destrucción de todo arsenal de armas químicas que estuviera en su poder y de instalaciones para la producción de éstas, así como de armas químicas que hubieran abandonado en el pasado en el territorio de otros países.

Pactaron también la creación de un régimen de verificación que se aplica a ciertos químicos tóxicos y sus precursores.

La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) está encargada de instrumentar la CAQ, incluida la verificación de su cumplimiento y proveyendo un foro de consulta y cooperación entre los Estados.

Fuente: OPAQ

(Traducción: Andrea Ornelas)

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