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Claudia Andujar: del trauma de la guerra a la defensa de los Yanomami en Amazonas

Amazonas
Autorretrato de Claudia Andujar en territorio yanomami, 1974. Courtesy of Claudia Andujar

La fotógrafa suiza, que cumplió 94 años el 12 de junio, ha realizado una carrera ejemplar en defensa de los pueblos originarios de la frontera amazónica. El museo ‘Inhotim’, en Minas Gerais, Brasil, celebra su vida y obra con una exposición dedicada a artistas indígenas latinoamericanos que siguen su legado.

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Cuando llegó a Brasil en 1955, Claudia Andujar hablaba húngaro, francés, alemán e inglés, pero no portugués. Medio siglo después, en su libro ‘La vulnerabilidad del ser’, que sintetiza 50 años de su obra, la creadora afirmaba que su biografía sólo podía contarse «a través de imágenes», y que la fotografía era el lenguaje que había adoptado «para comunicarse con el mundo».

Hoy, a sus 94 años, Andujar es una artista reconocida internacionalmente. Su nombre se ha consolidado como una de las voces más relevantes en la defensa de los derechos del pueblo yanomami (uno de los grupos indígenas más numerosos de Sudamérica) que habitan en la frontera entre Venezuela y Brasil.

En 2015, el museo ‘InhotimEnlace externo’, ubicado en el estado de Minas Gerais (Brasil), le dedicó un edificio entero llamado ‘Galería Claudia AndujarEnlace externo’. El espacio fue concebido íntegramente por la artista: «la obra, la selección, la narrativa, el montaje, todo surgió de ella», recuerda Rodrigo MouraEnlace externo, entonces curador del pabellón y hoy director artístico del ‘Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba)’.

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Claudia Andujar posa frente a sus fotografías durante el rodaje de ‘La Dama de las Flechas’ (2017). Courtesy of Heidi Specogna

Este original pabellón fue el resultado de cinco años de investigación sobre la colección de la fotoperiodista, con el objetivo de mostrar el alcance de su trabajo con el pueblo yanomami, que va mucho más allá de la fotografía, adquiriendo una dimensión política muy importante. El proceso de creación de la Galería, que incluyó cientos de fotografías y dos viajes a tierras indígenas junto a la artista, se extendió entre 2010 y 2015.

Andujar dividió el espacio en tres grandes áreas para presentar 430 fotos de la exposición permanente: ‘Tierra y Naturaleza’; ‘El Ser Humano’, que incluye rituales, caza y expresiones corporales; y una tercera sección denominada ‘El Conflicto’.

Esta última sección aborda el impacto del contacto entre el hombre blanco «civilizado» y los llamados «salvajes», tal como lo perciben los «invasores», es decir, madereros, contrabandistas y buscadores de oro. La minería ilegal en las tierras yanomami queda crudamente expuesta en sus imágenes, las primeras en alertar sobre la degradación ambiental y social causada por la intrusión ilegal en el territorio yanomami.

‘Maxita Yano’: múltiples perspectivas 

En 2025, para celebrar su décimo aniversario, la ‘Galería Claudia Andujar’ se renovó con una muestra de 90 obras fotográficas y audiovisuales de 22 artistas indígenas de Sudamérica.

El espacio ha sido rebautizado como ‘Maxita Yano’, que significa «casa de tierra» en lengua yanomami. Según la curadora Beatriz Lemos, el objetivo es aportar complejidad al debate sobre la representación visual de los pueblos originarios, sin olvidar que Andujar «es una precursora y una gran referencia para muchos y muchas artistas indígenas».

El creador brasileño Denilson BaniwaEnlace externo, quien tiene una de las obras comisionadas para la exposición, destaca la importancia de Andujar como una aliada fundamental, cuyo trabajo ha sido «esencial para que más artistas indígenas sean vistos y respetados dentro y fuera de los espacios institucionales». Señala, además, que esta intersección entre el arte y los derechos aborígenes es urgente.

Cultura
La obra de Denilson Baniwa ‘Iepé pisasu ara usika’ (‘Un nuevo día surgirá’, en yanomami), expuesta en ‘Inhotim’, muestra las situaciones de extrema vulnerabilidad del pueblo yanomami y sus consecuencias, como el alcoholismo y la adicción a las drogas. Ícaro Moreno

Para la artista plástica y tejedora boliviana Elvira EspejoEnlace externo, quien también tiene obras incluidas en el pabellón y fue directora del ‘Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF)’ de La Paz, Bolivia, la inclusión de artistas indígenas es importante porque presenta dos perspectivas diferentes: «Los pueblos originarios son vistos desde dentro y desde fuera, ofreciendo una mayor diversidad de lecturas».

Una juventud dolorosa

El compromiso de la activista visual con causas relacionadas con el desplazamiento, el trauma y la muerte está estrechamente entrelazado con su propia biografía, cuyas etapas salen a la luz en los dos documentales que le han sido dedicados: Gyuri (2019)Enlace externo, de la directora brasileña Mariana Lacerda, y La dama de las flechas (2024),Enlace externo de la directora suiza Heidi Specogna.

Andujar
Claudia Andujar muestra una foto suya como ‘Claudine’, en los años 40. Courtesy of Heidi Specogna

En el largometraje documental de Heidi Specogna, Andujar relata cómo su madre, Germaine Guye, quien se había mudado a Transilvania (Rumanía) para enseñar francés, insistió en que su hija naciera en Suiza, su país de origen, y no en Oradea (actual territorio rumano, entonces llamada Nagy Varad en húngaro), donde vivía con su esposo. Fue así que «Claudine Haas» llegó al mundo en Neuchâtel, en 1931. Tras el divorcio de sus padres en 1938, fue separada de su madre y pasó su infancia junto a la familia judía de su padre.

La Segunda Guerra Mundial desarraigó su infancia. Claudine regresó a vivir con su madre, que no era judía, y fue enviada a un internado católico, mientras que la familia de su padre fue confinada en un gueto tras la ocupación alemana de Transilvania. Permanecer con su madre en ese momento significó salvar su propia vida, relata en su libro.

Las dos mujeres huyeron de Hungría a Viena a través de una Europa del Este convulsa y, tras meses de viaje, llegaron a la Confederación en diciembre de 1944. Andujar aún recuerda «la limpieza y la abundancia de chocolates», como cuenta en ‘La vulnerabilidad del ser’.

>> Tráiler del documental ‘La Dama de las Flechas’, de la directora suiza Heidi Specogna:

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Olvidando a Claudine

Su turbulenta infancia y el hecho de que casi toda su familia fuera asesinada por el régimen nazi alemán «es algo que no me abandona hasta el día de hoy», cuenta Andujar en el documental de Specogna. Los años que pasó lejos de su madre marcaron una distancia difícil de superar. «Claudia echaba de menos a su familia paterna, a la que tuvo que dejar atrás sin conocer su destino», explica la cineasta a SWI swissinfo.ch.

Años más tarde, madre e hija supieron que el padre y toda su familia habían sido asesinados en el campo de concentración de Dachau, en Alemania. El exterminio de sus parientes cercanos perseguiría a la artista hasta la edad adulta.

Cuando tenía 15 años, su tío, el único sobreviviente de la familia paterna, la invitó a vivir con él en Estados Unidos. Entonces decidió dejarlo todo atrás para convertirse en una persona nueva: «Quería olvidar a Claudine por un tiempo», confiesa la fotógrafa en ‘La dama de las flechas’. Y así «nació» Claudia.

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Claudia Andujar in 1970. ©TV Cultura

A los 18 años se casó con Julio Andujar, hijo de refugiados de la Guerra Civil Española, de quien adoptó el apellido. La relación fue breve, pero el miedo a «ser descubierta como judía» la llevó a conservar el apellido. «Albergaba ese miedo atávico durante mucho tiempo y evitaba hablar de mi ascendencia», relata la artista en una entrevista publicada en ‘La vulnerabilidad del ser’.

En Brasil, «como en casa»

En 1955, a los 24 años, Claudia viajó a Brasil para visitar a su madre, quien se había mudado allí. Tan pronto como llegó a São Paulo, se sintió «como en casa» y al principio quedó «encantada por la amabilidad de la gente». Abandonó la pintura, a la que se había dedicado en Nueva York, para involucrarse cada vez más con la fotografía.

Tres años después, en 1958, tuvo su primer contacto con los pueblos indígenas. En 1971, junto con su entonces pareja, el fotógrafo estadounidense George Love (1937-1995), Andujar emprendió un viaje al Amazonas por encargo de Realidade, la versión brasileña de la revista Life, que dedicaba una parte importante de su publicación a la fotografía.

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Claudia Andujar junto al líder indígena Davi Kopenawa en una escena del documental Gyuri (2020). Marcelo Lacerda

Mientras Love tomaba imágenes aéreas de la región, ella fotografiaba desde el terreno, exponiendo las precarias condiciones de vida de las comunidades indígenas. Esta fue la primera vez que el tema recibió tanta atención en los medios brasileños.

El Holocausto y el dolor causado por la pérdida en su propia familia también servirían como punto de referencia para una de las obras posteriores más conmovedoras de la artista: ‘Marcados’, una serie de fotografías tomadas entre 1981 y 1983, resultado de un viaje para evaluar la salud de los yanomami con el objetivo de demarcar su territorio.

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‘Marcados’ (1981-83). Courtesy of Claudia Andujar

Junto con los equipos médicos, la documentalista registró a cada individuo con un número que se colgaba del cuello. Estos números se usarían posteriormente con fines médicos y para sus registros de vacunación. La serie expuesta consta de 82 retratos, acompañados de un informe escrito por ella misma en el que se describen las condiciones de vida de los yanomami.

La alusión a los campos de concentración, donde los números se usaban para discriminar a las personas y que posteriormente significaban una muerte casi segura, fue intencional. «En mi familia, los números tatuados en la piel eran un símbolo de muerte. Estos estaban destinados a salvar vidas», reflexiona la artista en el documental ‘La Dama de las Flechas’. 

Editado por Virginie Mangin & Eduardo Simantob. Adaptado del inglés por Norma Domínguez / CW.

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