Regresar a la zona cero del terremoto para votar, la amenaza del caos
Ilya U. Topper
Antioquia, 4 may (EFE).- Tres meses después de los terremotos que sacudieron Turquía en febrero, Antioquia, la «zona cero» del seísmo, sigue siendo una ciudad fantasma pero dentro de diez días, el domingo de las elecciones, se convertirá en un hervidero y, quizás, en un caos.
De los 400.000 habitantes censados en Antioquia no queda ni uno que resida en su casa. Muchos miles están acogidos en tiendas de campaña, otros han conseguido una caseta prefabricada en las «ciudades provisionales» que el Gobierno va instalando en la periferia de la ciudad.
Pero la gran mayoría se ha ido, y muchos de ellos querrán volver el domingo 14 para votar en el colegio electoral que les corresponde, en unos comicios que toda la sociedad considera cruciales para confirmar en el poder al actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, o apearlo del cargo tras veinte años en el poder.
«En Antioquia no se ha quedado a vivir nadie. Hay doscientos mil vecinos que se han ido a los pueblos de los alrededores, donde tienen familia», dice a EFE Samir, técnico de construcción actualmente en paro.
Él reside ahora en Altinözü, de donde su familia es oriunda, pero viene todos los días al centro de la ciudad para dar de comer a las decenas de gatos que deambulan entre las ruinas.
Las aldeas de las colinas han quedado menos afectadas que el centro histórico de Antioquia, construido a ambos lados del río Orontes y derrumbado en su totalidad, incluidas varias mezquitas históricas y la monumental iglesia griego-ortodoxa, convertida en una inmensa escombrera en la que aún sobresale una cruz.
Entre los pocos edificios que quedan en pie en la ciudad destacan los colegios públicos, precisamente el lugar donde se instalarán las urnas para elegir presidente y Parlamento.
Pero el Gobierno ha instalado en los patios casetas de votación «para no correr riesgos», según informa un guardia a EFE.
La cuestión es de dónde saldrán los votantes en una ciudad convertida en fantasma.
«Todos los que nos hemos ido de Antioquia volveremos para votar», asegura Samir, pero reconoce que cientos de miles de habitantes de la provincia se han instalado en Mersin, una ciudad costera a 270 kilómetros a distancia por carretera, y otros en Estambul y Ankara.
En teoría podrían votar allí, pero solo si se han registrado en sus nuevos domicilios, cosa que casi nadie ha hecho, según el Gobierno y como corrobora Samir: «Porque nosotros no nos hemos mudado. Estamos acogidos temporalmente y volveremos».
«El ayuntamiento pondrá autobuses», vaticina el hombre, pero admite que la cantidad de vehículos necesarios colapsaría necesariamente la carretera.
Es un problema sin resolver, admite en conversación con la prensa el diputado socialdemócrata Oguz Kaan Salici, vicepresidente del partido CHP, el mayor de la oposición.
Las autoridades municipales, y hasta el propio partido, podrán enviar una cierta cantidad de autobuses, pero es imposible disponer de un número suficiente para los votantes de la ciudad, calcula.
A esto se añade que el aeropuerto de Hatay se acaba de cerrar por daños causados por una inundación, y tampoco habrá vuelos.
Se podría poner en marcha un servicio de barcos entre Mersin y la ciudad portuaria de Iskenderun, que dista solo 50 kilómetros de Antioquía, y que también dispone de tren, otra opción para acercar a los votantes, señala el diputado.
«Pero hasta ahora, el Gobierno, que es el único que puede tomar estas medidas, no se ha pronunciado al respecto», lamenta.
Hatay es una provincia tradicionalmente dividida entre el partido islamista AKP, fundado por Erdogan, y la oposición socialdemócrata, pero la falta de respuesta de las autoridades tras el terremoto ha socavado la fe en el presidente, opina Samir.
Él tiene claro qué votará: «Después de 20 años ya es hora de cambiar ¿no?», comenta. EFE
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