Shirak, la provincia más pobre de Armenia, recobra la esperanza a la espera de la «revolución»

El edificio de Zoya Sarkisián, en Guiumri, se cae a pedazos desde el terremoto que en 1988 devastó la provincia de Shirak, la más pobre del país, y donde la posible llegada al poder de un nuevo primer ministro suscita esperanzas de cambio y de «revolución».
«Nadie viene nunca a visitarnos», dice esta mujer de 80 años que vive en Guiumri, la capital de la provincia.
En su casa todavía quedan traducciones al armenio de Alexandre Dumas, Emile Zola o Jules Verne, recuerdos de la época en la que Armenia formaba parte de la Unión Soviética y se editaban muchos clásicos franceses.
«En la época de la Unión Soviética la educación y los cuidados médicos eran gratuitos», recuerda Zoya, que trabajó durante 40 años en una fábrica textil de la ciudad, la segunda más grande del país.
«Ahora tengo problemas de salud pero no tengo medios para ir al médico porque estoy jubilada», explica.
Desde el terremoto del 7 de diciembre de 1988, que mató a 25.000 personas, su edificio se cae a trozos y el suelo está deformado. Zoya no tiene ningún esperanza en recibir ayuda del ayuntamiento de Guiumri o de las autoridades de Ereván, la capital del país.
Pero cuando le hablan de Nikol Pashinián —el diputado que lucha contra la corrupción y que el martes podría convertirse en primer ministro— Zoya recobra la esperanza.
«Espero un cambio (…) Pero hacer la revolución no es fácil. [Pashinián] tendrá que construir un nuevo país», explica.
Con su discurso contra la corrupción y contra la pobreza, Pashinián, un experiodista de 42 años, logró en abril llevar a decenas de miles de armenios a las calles para manifestarse pacíficamente contra el expresidente Serge Sarkisián, que se convirtió en primer ministro durante unos días.
Sus detractores acusan a Sarkisián y a su Partido Republicano de haber fracasado en luchar contra la corrupción y la pobreza.
La dimisión de Sarkisián, el 23 de abril, suscitó el entusiasmo popular y Pashinián intentó entonces ser elegido por el parlamento. Pero aunque era el único candidato no lo logró en el voto del 1 de mayo porque el Partido Republicano, mayoritario en el parlamento, le bloqueó.
Pashinián asegura ahora que tiene el apoyo de los disputados y el martes intentará de nuevo ser elegido.
Si lo logra el desafió es inmenso. Veintisiete años después de su independencia, Armenia tiene una tasa de paro del 19%, según el FMI, enormes desigualdades entre ricos y pobres y una corrupción «endémica», según la oenegé Transparencia Internacional.
– Rebelión estudiantil –
La provincia de Shirak, a un centenar de kilómetros al norte de Erevan, es la más pobre del país. Según la oficina nacional de estadísticas, el 49,2% de sus habitantes eran «pobres o muy pobres» en 2015, frente al 31,8% a nivel nacional.
Susanna Martirosian, de 54 años, conoce bien la pobreza. Desde el terremoto de 1988 vive con su familia en una choza donde la lluvia rezuma por las paredes y donde se ve obligada a quemar boñigas de vaca para calentarse en invierno.
Por eso confía en que Nikol Pashinián, que cultiva su imagen de hombre cercano al pueblo, haga cambiar las cosas. «Está totalmente consagrado a nuestro país y nuestros problemas le preocupan», explica.
Sin embargo este fervor no se siente en las calles de Guiumri.
Para encontrar un ambiente un poco más «revolucionario» hay que ir a la universidad estatal de Shirak, donde un centenar de estudiantes se manifiestan para pedir la dimisión del rector, miembro del Partido Republicano de Sarkisián, acusado de corrupción.
«Durante años los dirigentes robaron, atormentaron al pueblo armenio y amordazaron la libertad de expresión», dice Armen Melkonian, presidente del consejo estudiantil y que lleva una gorra del movimiento de Nikol Pashinián, llamado «Dukhov» («Valor» en armenio) .
«¡Los estudiantes se rebelan!», se felicita su camarada Martin Mekrtchian, mientras con el megáfono insta a sus compañeros a no romper nada. Poco después, tras media hora de manifestación, los estudiantes vuelven a sus casas.