Sobrevivieron a la guerra de Líbano, pero la crisis los está venciendo

Durante los largos años de la guerra civil libanesa, Abla Barotta y su familia corrían hacia el sótano para refugiarse de los bombardeos. Pero en un Líbano en pleno descalabro, ¿qué refugio queda para escapar de la pobreza?
En su apartamento beirutí, Barotta, de unos 50 años, se ha recuperado ya de las heridas del 4 de agosto de 2020, cuando cientos de toneladas de nitrato de amonio almacenadas en el puerto explotaron, matando a más de 200 personas y causando miles de heridos. La deflagración dejó media ciudad devastada, pero Barotta ha podido reconstruir su hogar gracias a una oenegé.
Barotta recuerda que, durante el conflicto que asoló Líbano de 1975 a 1990, «teníamos miedo de morir por un obús o un francotirador».
«Oíamos los bombardeos, nos escondíamos en casa o en refugios. Pero hoy, ¿cómo nos vamos a esconder del hambre? ¿De la situación económica? ¿Del covid? ¿De nuestros dirigentes?», lamenta la mujer, madre de tres hijos.
Este martes se cumplen 46 años del inicio de la guerra.
El 13 de abril de 1975 estallaron los primeros enfrentamientos entre partidos cristianos y facciones palestinas apoyadas por partidos de izquierda y musulmanes.
El Líbano pluriconfesional se fragmentó y las comunidades se atrincheraron en sus regiones. Los milicianos hacían la ley y recibían armas y dólares de sus apoyos en el extranjero.
Pero, aún así, había algunos periodos de calma, en los que casi se podía vivir con normalidad. La rueda de la economía no se detenía y las tiendas abrían en cuanto podían.
«A pesar de los horrores de la guerra […] teníamos nuestras necesidades cubiertas», explica Barotta.
– «Nunca habíamos vivido esto» –
En 1990, tras el conflicto, que dejó más de 150.000 muertos y 17.000 desaparecidos, los señores de la guerra se cambiaron el uniforme militar por el traje y empezaron a encadenar puestos en el gobierno y en el Parlamento, aunque sin construir un verdadero Estado de derecho.
Pero en otoño de 2019 la economía se hundió, pese a las advertencias de un movimiento de protesta inédito contra la corrupción y la incompetencia de la clase política.
Hoy, el 55% de los más de cuatro millones de libaneses viven bajo el umbral de la pobreza, con menos de 4 dólares al día, según la ONU.
Entretanto, el país sigue esperando a que los políticos se decidan a formar gobierno.
«Nunca habíamos vivido esto, una crisis económica así, la preocupación de saber si al día siguiente podremos comer», lamenta Barotta.
Hay clientes que han llegado a las manos en los supermercados en las últimas semanas, desesperados por encontrar productos subvencionados como el arroz o el aceite. Encontrar ciertos medicamentos o leche para bebé se ha convertido en una verdadera hazaña.
En este contexto, el covid-19 ha supuesto un golpe más para este pequeño país, donde se han reportado medio millón de casos y más de 6.600 fallecidos.
Para Jean Saliba, de 63 años y vecino del barrio de Karantina, cerca del puerto, la guerra civil es una «gota en un océano» en comparación con los horrores de los últimos meses.
Durante la guerra, recuerda, la gente volvía al trabajo en cuanto los bombardeos cesaban o durante las treguas.
«Pero hoy, ¿quién puede ganar dinero?, se pregunta este padre de tres hijos, pues la tasa de paro roza el 40%.
Él vive gracias a un pequeño puesto de lotería. «Económicamente, estamos acabados. Somos un país que vive de la mendicidad», señala.
En el otro extremo de la ciudad, Victor Abou Kheir, de 77 años y propietario de una peluquería, asegura que la población vive «confrontada al hambre».
Esto le lleva a pensar que el pasado, a pesar de la guerra, era «más clemente» que el día a día del 2021.
«A nadie le gusta la guerra. Pero eran días mejores», apunta, sentado delante de su negocio, esperando a unos clientes que no llegan.