Soleá Morente: «Mi padre tenía miedo a que nos dedicásemos a esto»
(Actualiza con más información de la entrevista)
María Traspaderne
Rabat, 25 nov (EFE).- Soleá Morente estudió Filosofía Hispánica porque su padre, el icono del flamenco Enrique Morente, le animó a conocer el mundo universitario, pero ella misma acabó alejándose de él para dedicarse a lo de toda la familia: la música. Un camino que, reconoce, no ha sido fácil pero que «volvería a hacer».
Morente llega a Rabat para protagonizar este lunes uno de los conciertos del Congreso Mundial del Flamenco del Instituto Cervantes y explica, en un encuentro con medios, su dificultad para abrirse paso en el mundo de la música, donde se caracteriza por mezclar el flamenco que ha mamado en su familia con otros estilos más personales como el pop.
De su padre Enrique, que murió en 2010, cuando ella tenía 25 años, recuerda a alguien «excepcional» y «mágico», en una casa llena de arte que considera «una suerte en la vida».
«Era una persona tan excepcional, tan increíble, y eso es precisamente lo que ha hecho que sus tres hijos nos queramos dedicar a la música sin ningún prejuicio», dice sobre ella y sus dos hermanos, Estrella y Kiki.
Reconoce que luego, al tomar la decisión de la música y salir «fuera», el camino fue más accidentado de lo que preveía. «No ha sido fácil y si dijese lo contrario mentiría».
«Es una responsabilidad muy grande por cómo funciona la sociedad. Entiendo que se tienda a comparar, que haya unas expectativas muy altas. Es el precio que se paga por ser hija de alguien importante en el mundo al que te dedicas, pero tienes un acceso directo a lugares que otras personas, que no vienen de esa casta, no lo tienen», reconoce.
Aún así, Soleá Morente «volvería a hacerlo», volvería a editar sus álbumes, el último en 2021, ‘Aurora y Enrique’, dedicado a su padre y a su madre Aurora Carbonell, bailaora.
«En el fondo -dice sobre su padre- él tenia una especie de miedo a que nos dedicásemos a esto. Sobre todo a mi, porque lo de Estrella era algo imparable. Estrella ha sido una estrella desde que nació, es artista desde muy chiquitita y ni nos planteábamos que no se dedicase a eso».
Pero ella estudió hispánicas porque su padre le animó a conocer «el mundo de la universidad», con la advertencia siempre hacia la música, recuerda, de «cuidado, cuidado, que esto no es fácil».
«Y efectivamente no ha sido fácil», insiste, pero añade que «por otra parte es maravilloso poder dedicarte a lo que realmente te gusta, que es el arte».
En Rabat, Soleá Morente pretende emprender con su concierto «un viaje emocional y psicológico», viajando primero al flamenco jondo para luego explorar «otras texturas musicales, otros lugares», y volver más tarde de nuevo «a la raíz, al comienzo de todo, que es el cante y el toque flamenco».
Porque el flamenco lo tiene, dice, en la «genética». «Es un legado que tengo en mi interior, en mi alma, en mi mente, en mi voz, y vengo a cantarlo y a compartirlo con los demás».
Como artista, ella se concibe como «emisor y receptor al mismo tiempo». «Lo que canto es lo que me pasa, lo que le pasa a los demás, lo hago desde una necesidad vital para entenderme yo y que mi testimonio le sirva a alguien».
Soleá Morente canta además «siempre desde la alegría», algo que le proporciona el flamenco porque «se puede cantar por alegrías un drama tremendo».
«Me gusta retratar la realidad cotidiana y hacerla converger con la literatura popular del flamenco, unir esos polos opuestos». Todo, resume, para «quitarle un poco de peso al dramatismo con la cotidianidad y el momento». EFE
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