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Superviviente de Nagasaki recuerda su experiencia y pide «comunicación» entre líderes

Tokio, 9 ago (EFE).- Tras sobrevivir a la bomba nuclear que arrasó Nagasaki el 9 de agosto de 1945 y dejó a los ‘hibakusha’ marcados con secuelas físicas y mentales, Seiichiro Mise, uno de ellos, pide a los líderes políticos actuales «comunicación» en lugar de competir para acumular el mayor arsenal atómico.

Mise tenía diez años y se encontraba a 3,6 kilómetros de distancia del hipocentro de la explosión mientras jugaba y disfrutaba de las vacaciones escolares cuando, de repente, escuchó unos aviones y su abuela le gritó que se escondiera. «Parecía que era el fin del mundo», recuerda.

«De repente, todo se volvió blanco y tras un sonido aterrador, se hizo el silencio. (…) Pensé que iba a morir, nunca había oído nada igual», aseguró Mise en una reciente rueda de prensa en línea organizada por el Centro de Prensa Extranjera de Japón (FPCJ) con motivo de la conmemoración este año del 79 aniversario del suceso.

Los ‘hibakusha’, los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, tienen al menos 79 años y viven recordando aquel fatídico día y cómo la radiación ha jugado un papel fundamental en la rutina de cada uno y las siguientes generaciones.

Según una encuesta del Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar japonés, el número de supervivientes de las bombas atómicas en todo el país era de 106.825 a finales de marzo de este año, un descenso de 6.824 con respecto al año pasado, y la media de edad era de 85,58 años, 0,57 más que en la misma fecha del 2023.

El infierno en la Tierra

Mise sobrevivió junto a los siete familiares que se encontraban en su casa, un recuerdo que se le quedó grabado junto a las lágrimas de cada uno de ellos: «Nos dimos cuenta de que habíamos sobrevivido y empezamos a llorar hasta que mi madre nos recordó que estábamos heridos, no habíamos muerto».

Tras el impacto, el entonces niño de 10 años vio cómo todo a su alrededor adoptaba un color «rojo oscuro», el cielo se pintaba de negro y empezaba a llover, una imagen que poco después se conoció como la ‘lluvia negra’ contaminada de radiación y que afectó a la salud de los supervivientes de la bomba, entre ellos, el propio Mise.

Días después del impacto, sus familiares se acercaron al hipocentro de la explosión para buscar a conocidos y solo hallaron huesos negros indistinguibles desperdigados por el suelo.

Su escuela fue escenario de cuidados a heridos, muchos de ellos ensangrentados, sin ropa y con quemaduras por todo el cuerpo que agonizaban por el dolor y pedían agua, ayuda o una muerte rápida a gritos; y también de cremaciones de aquellos que no pudieron sobrevivir.

«Existía el rumor de que si dábamos agua a las personas quemadas, morirían. (…) No estábamos preparados para una situación así», aseguró el originario de Nagasaki, que describe este escenario como «el infierno en la Tierra».

Tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasagi llegaría la rendición nipona y el fin de la Segunda Guerra Mundial. «Me puse muy feliz, entendí que todo el estrés, sufrimiento y hambre habían terminado», dice Mise al recordar cómo su abuela le dijo que Japón había perdido la guerra.

Un mensaje para los líderes políticos

Las vidas de los supervivientes mejoraron tras varios años, pero los rumores y la discriminación que sufrieron los ‘hibakusha’ como Mise fueron permanentes: «Cuando mi mujer se enteró de que estaba embarazada existían los rumores de que los hijos de los supervivientes salían deformes y al nacer mi primer hijo, el doctor comprobó si tenía diez dedos en las manos y pies».

Mise pide llevar a cabo campañas y acciones contra las armas nucleares ante diversos gobiernos e insiste en la necesidad de comunicación entre líderes políticos basada en la paz y no en «una competición de quién tiene más cabezas nucleares».

«Nadie sabe cómo es una guerra hasta que alguien se la cuenta», asegura Mise, quien participó como representante de los supervivientes de la bomba atómica en la Ceremonia Conmemorativa de las Víctimas de la Bomba Atómica de Nagasaki este viernes y leyó el ‘Juramento de la Paz’.

«Es nuestra última oportunidad de contar esto al mundo y debemos aprovechar para que las nuevas generaciones entiendan lo bueno de vivir en paz», añade Mise, quien también valora el ánimo y apoyo que recibe por parte de estudiantes y profesores para seguir contando su experiencia. EFE

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