Viento en popa en Costa de Marfil para el cacao de comercio justo

«¡Me ha cambiado la vida!», exclama un agricultor. La producción con certificación de comercio justo se desarrolla rápidamente en Costa de Marfil, principal productor mundial de cacao y habitual blanco de críticas por el trabajo infantil.
En la región de Adzopé, a 100 km al este de Abiyán, las primas concedidas a los productores de cacao del comercio justo (a mayores del precio convencional fijado) han permitido construir colegios y centros de salud y comprar sistemas de bombeo de agua y paneles solares.
Para conseguir la certificación se deben respetar una serie de normas medioambientales (pesticidas reglamentados), garantizar unos ingresos decentes a los agricultores y prohibir el trabajo infantil.
Los consumidores europeos y estadounidenses aprecian mucho el comercio justo -que hace hincapié en la trazabilidad y la calidad del producto- y están dispuestos a pagar más por la tableta de chocolate certificado.
En 2004 solo una organización marfileña gozaba de esta certificación. En la actualidad hay casi 200 cooperativas, que engloban a más de 120.000 productores. Y los volúmenes de venta de cacao de estas características pasaron de 25 toneladas en 2004 a más de 150.000 toneladas en 2017.
Pero el porcentaje del cacao marfileño producido según estos parámetros permanece aún por debajo del 10%, según la Red Marfileña de Comercio Justo. En total la campaña 2017-2018 se saldará con una producción nacional de dos millones de toneladas, gestionadas por más de 3.000 cooperativas.
El cacao es estratégico para Costa de Marfil (principal productor con el 40% del mercado mundial). El «oro marrón» representa el 10% del PIB marfileño, el 40% de los ingresos de exportación, así como ganancias directas e indirectas para casi cinco millones de personas, sobre una población de 23 millones.
No obstante muchas familias rurales siguen viviendo en la pobreza, uno de los factores que contribuyen al trabajo de los niños en las plantaciones de cacao.
Las familias suelen emplear a sus hijos, que de este modo se quedan sin ir al colegio. Además se estima que Costa de Marfil es el destino de tráfico de niños de países fronterizos que acaban trabajando en la agricultura.
– «Buenas prácticas» –
Alrededor de 1,2 millones de niños trabajaron en las plantaciones de cacao en Costa de Marfil en 2013-2014, según la Iniciativa Internacional para el Cacao, una organización creada por la industria del chocolate para luchar contra el trabajo infantil.
La cooperativa Cayat, socio marfileño de la organización británica Fairtrade, que promueve el comercio justo, cuenta con más de 2.000 miembros en la región de Adzopé.
Todos ellos han sido formados en las «buenas prácticas agrícolas», desde la fertilización del suelo (con productos químicos autorizados) hasta la cosecha, pasando por la fermentación, una fase muy importante que da el gusto al chocolate.
La cooperativa obtiene cada año una prima de 200 millones de FCFA (alrededor de 305.000 euros, 356.000 dólares) de los chocolateros y el 25% acaba directamente en el bolsillo de los agricultores.
«¡El comercio justo me ha cambiado la vida!», afirma Robert Yao N’Guettia, en medio de su plantación que produce actualmente una tonelada de cacao por hectárea contra 300 kg antes.
«Podemos ir al campo mientras nuestros hijos van al colegio», explica N’Guettia, mientras conduce su propio coche, todo un lujo por esos parajes. La aldea de Yakassé-Attobrou pudo construir un centro de preescolar, equipado con energía solar, gracias a las primas del «comercio justo».
Para muchos campesinos, la certificación podría ayudar a los pequeños productores a frenar las pérdidas.
Después de una fuerte bajada de los precios mundiales en 2017, que provocó tensiones sociales, el cacao subió en 2018.
«Lo que queremos por encima de todo es que el precio suba hasta situarse en 1.100 francos CFA por kilo (1,7 euro, 1,9 dólares) en comparación con los 700 actuales», explica Vincent Kra Kouamé, productor de cacao, antes de la apertura de la campaña 2018-2019 prevista en octubre.
«El cacao justo es nuestro único consuelo (…) y nos devuelve la sonrisa», asegura mientras se calza unas botas verdes.