Cuando los ratones olvidan la hora de comer

Científicos de las universidades de Friburgo y Estrasburgo han dado un nuevo paso hacia la comprensión de los mecanismos que regulan nuestros relojes internos.
La modificación de un solo gen hizo que el ratón dejara de mostrar apetito a la hora de comer. Las perspectivas son interesantes, aún cuando el remedio contra la obesidad esté todavía lejos.
Urs Albrecht trabaja desde hace casi diez años en el gen Per 2 (abreviación de periodo 2). Durante una permanencia de estudios científicos en Estados Unidos, en 1997, este catedrático de Bioquímica de la Universidad de Friburgo identificó ese segmento del ADN que se halla en los cromosomas de una mayor parte de los mamíferos.
Per 2 es una pieza importante de los relojes internos del organismo. «Para el funcionamiento óptimo de esta gran fábrica química que es el cuerpo necesita horarios, explica Urs Allbrecht. De ahí que es preferible comer en el día y descansar durante la noche».
Para organizar esos procesos químicos, el cuerpo necesita varios relojes. El principal se encuentra en el cerebro y está sincronizado en un ciclo de 24 horas. Eso nos permite funcionar con aptitud durante el día y dormir en la noche.
Los relojes secundarios están repartidos en varios órganos y obedecen a ritmos diferentes. El reloj alimentario está sincronizado con la toma de alimentos. Es este reloj el que nos hace memorizar la hora de comida, anticipar el placer de comer, y el proceso de digestión.
Ratones que rechazan la mesa…
¿Qué pasa si se altera este reloj? Durante casi dos años, el equipo del profesor Albrecht y el de su colega Ettienne Challet de la Universidad Louis Pasteur de Estrasburgo (Francia) han observado el comportamiento de ratones de laboratorio alimentados regularmente a las 10:00 de cada mañana.
Los roedores adquieren con rapidez la costumbre de comer a esa hora fija. Su reloj alimentario se regula en consecuencia y sus organismos se disponen a comer. Pero a esta misma hora otro grupo de ratones, que sufrieron la modificación del gen Per 2, permanecen totalmente pasivos.
En el mundo salvaje esta pasividad significaría una acelerada condena de muerte. Mientras los ratones mutantes tardan para darse cuenta de que tienen hambre -cosa que de todos modos llega debido al desencadenamiento de señales independientes del reloj alimentario-, los otros ya comieron hace bastante tiempo.
Eso quiere decir que se puede vivir perfectamente con un gen Per 2 defectuoso. Si se les presenta alimentos fuera de las horas empleadas por los otros, los ratones mutantes comen normalmente. «Ellos han perdido la noción del tiempo», explica Urs Albrecht.
Esos trabajos fueron tema de una publicación aparecida el mes pasado en la revista británica especializada Current Biology. Ahora falta determinar la localización exacta de este reloj alimentario y comprender mejor su funcionamiento.
…y otros que prefieren beber
El desorden sólo tiene consecuencias en el apetito. Los trabajos anteriores del equipo de Urs Albrecht mostraron que en los ratones con el gen Per 2 alterado, de manera que confundan el día con la noche, aumentó el índice de glutamato en el cerebro.
Esa substancia es conocida porque provoca el deseo de beber alcohol. Puestos ante un recipiente con agua y otro lleno de aguardiente, esos ratones tendieron a preferir el segundo.
Los investigadores dedujeron que los genes que trabajan de noche o que sufren un desfase horario importante están más expuestos que los otros al riesgo de consumo excesivo de alcohol. El trastorno del reloj alimentario en ellos altera efectivamente el gen Per 2 y provoca exceso de glutamato.
No hay receta milgrosa
Obesidad, alcoholismo, toxicomanías: los trabajos en el gen Per 2 abren a la medicina y a la farmacología perspectivas interesantes en los campos donde están algo desmunidas. Pero es muy pronto para llevarse la sopa a la boca.
«Todo lo que sabemos es que este gen tiene algo que ver con el hambre, pero no es el único. Yo no tengo una receta para decir a las personas que sufren de sobrepeso ‘hagan esto o aquello con su gen Per 2 y enflaquecerán'», explica Urs Albrecht.
Como todo en biología, cada gen tiene varias funciones. Esa es la razón por la que estas experiencias hechas en ratones serían imposibles en seres humanos. Modificando un gen se altera autmáticamente todas sus funciones, y entonces … ¡cuidado con los daños!
Primero, comprender
«Estamos en la investigación fundamental, recuerda Urs Albrecht. Es muy importante comprender primero lo que se hace antes de probar la más mínima substancia farmacéutica. De otro modo sería sólo un juego. Se prueba algo y se ve si dió resultado, si acertamos en la lotería».
El catedrático friburgués lanza un llamado a quienes apoyan la actividad científica: a su juicio, la investigación fundamental es muy a menudo el pariente pobre de la investigación aplicada. Y se tiende a olvidar que la segunda no podría exisitir sin la primera.
swissinfo, Marc-André Miserez
El trabajo de los equipos que dirigen los profesores Albrecht y Challet se inscriben en el campo de la investigación fundamental.
Este término cubre las tareas científicas que no tienen finalidad económica directa y se orientan sólo al desarrollo del conocimiento. La investigación fundamental es financiada a menudo por los poderes públicos, mecenas o fundaciones.
Eso no ocurre con la investigación aplicada porque es financiada por empresas privadas y asociaciones público-privadas con el fin de obtener patentes y productos con perspectivas comercializables.
Algunos científicos rechazan esta clasificación y prefieren los términos investigación y desarrollo.
A juicio de Marc Rousset, del Centro nacional de la investigación científica, «restablecer el sentido de la palabra investigación científica permite comprender que la ciencia es el origen de todos los descubrimientos». El desarrollo, en cambio, es «la utilización de conocimientos adquiridos, y en ocasiones el mejoramiento de un proceso sobre la base de conocimientos nuevos». Pero de éste «jamás nacerán nuevos conceptos».

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