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El investigador suizo cuyo trabajo desencadenó una revolución en la longevidad

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Existe una comunidad cada vez mayor de entusiastas de la longevidad que experimentan con la rapamicina como fármaco antienvejecimiento. Illustration: Helen James / SWI swissinfo.ch
Serie Longevidad, Episodio 2:

Hace más de 30 años, Michael Hall, biólogo molecular de la Universidad de Basilea, hizo un descubrimiento pionero del gen diana de la rapamicina, o TOR, que resultó decisivo para el desarrollo de muchos medicamentos contra el cáncer. En la actualidad, su trabajo está promoviendo uno de los campos de investigación sanitaria de mayor rápido crecimiento y potencialmente lucrativo: la longevidad.

Michael Hall es prácticamente un desconocido en el panorama actual de la longevidad, tomado por las redes sociales. No ha publicado ningún libro sobre por qué envejecemos ni ha aparecido en ninguna película sobre los secretos de las personas centenarias. No tiene un negocio paralelo de venta de suplementos ni pregona los beneficios del oxígeno hiperbárico o la terapia de luz roja, tratamientos que se encuentran en muchas de las clínicas de longevidad actuales.

Este hombre de 71 años, de voz serena y un parecido asombroso al actor estadounidense Robert DeNiro, atribuye su propia salud y vitalidad a lo básico: «ejercicio, una buena dieta, interacciones sociales y, posiblemente, buenos genes», declaró a SWI swissinfo.ch durante una visita a su oficina en Basilea.

Hace siglos que se buscan los secretos del antienvejecimiento. Los enormes avances de la última década en la ciencia del rejuvenecimiento y en tecnologías como la inteligencia artificial hacen pensar que estamos a punto de lograr un gran avance. Así pues ha surgido un nuevo movimiento en favor de la longevidad, con la aparición de clínicas y empresas en muchas partes del mundo, como Arabia Saudí, Estados Unidos y Suiza, que ofrecen pruebas sofisticadas, terapias novedosas y un mundo de promesas.

Suiza ha sido un actor clave en la búsqueda de la eterna juventud desde hace siglos, cuando gente de todo el mundo acudía a experimentar los poderes curativos de sus baños termales. Clínicas de bienestar, grupos científicos, inversores y empresas farmacéuticas suizas han hecho avanzar el campo del antienvejecimiento. Sin embargo, ¿hasta qué punto la última moda en longevidad es pura propaganda y buen marketing? ¿Podemos realmente alargar nuestra vida y por qué queremos hacerlo?

Este artículo forma parte de una serie que investiga la creciente tendencia de la longevidad y el papel de Suiza en ella. Encontrará todos los artículos y vídeos de la serie aquí.

La ausencia de Hall de la última moda del rejuvenecimiento es más increíble si se tiene en cuenta que sus investigaciones han transformado nuestra comprensión del envejecimiento y, sobre todo, han ayudado a entender cómo ralentizarlo.

A principios de los años 90 descubrió en la levadura un gen que actúa como un interruptor en la célula, regulando su crecimiento y metabolismo en respuesta a los nutrientes que la rodean. Lo bautizó como Target of Rapamycin, abreviado TOR, en honor a la bacteria rapamicina descubierta en los años 60-70, que se convirtió en un fármaco inmunosupresor muy utilizado en los trasplantes de órganos. El gen recibió el nombre de mTOR cuando se descubrió en mamíferosEnlace externo.

TOR también influye en los procesos celulares que tienen lugar a medida que envejecemos. Tomar un fármaco como la rapamicina inhibe TOR, activando la autofagia, el proceso propio de la célula para limpiar el tejido viejo y dañado y las proteínas que se acumulan en la célula a medida que envejecemos.

Un estudio tras otro demuestran que la rapamicina alarga la vida de múltiples especies animales. Actualmente existe una comunidad de entusiastas de la longevidadEnlace externo en rápido crecimiento, como el célebre médico estadounidense Peter AttiaEnlace externo, que experimenta con la rapamicina como fármaco antienvejecimiento basándose en los descubrimientos originales de Hall hace más de 30 años.

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A pesar de sus aportaciones al campo de la longevidad, Hall no se considera un experto en envejecimiento. Centró su investigación en la ciencia básica que hay detrás de TOR y en cómo podría utilizarse para combatir el cáncer.

Ha recibido numerosos premios por su trabajo, pero no fue hasta 2024 cuando fue galardonado por su contribución al campo del envejecimiento. El pasado mes de noviembre recibió el Premio Balzan -que se concede cada año a cuatro personas por sus logros en las artes, las humanidades y las ciencias- por sus «contribuciones revolucionarias» a nuestra comprensión de los mecanismos biológicos del envejecimiento.

Primer contacto con la longevidad

Hall conoció la ciencia del envejecimiento mucho antes de ser científico. Un tío excéntrico y adinerado ambicionaba vivir hasta los 100 años y planeaba una expedición para entrevistar y examinar físicamente a «centenarios vigorosos» de todo el mundo. Se le unió otro tío de Hall, que era médico, y Alexander Leaf, entonces jefe de medicina del Hospital General de Massachusetts y amigo de Hall.

«Les pregunté en broma si necesitaban a alguien que les llevara las maletas. Mi tío dijo que claro», cuenta Hall, que acababa de terminar sus estudios universitarios de zoología en la Universidad de Carolina del Norte. «Era la década de 1970. Nadie hablaba del envejecimiento como hoy».

Sin embargo, su misión fue decepcionante. «No encontramos muchos centenarios vigorosos», dijo Hall. Un obituarioEnlace externo (libro parroquial en el que se anotan las partidas de defunción) de Alexander Leaf en el New York Times en 2013 señalaba que estos encuentros, patrocinados por la National Geographic Society, habían sido objeto de críticas, ya que algunas de las personas muy ancianas entrevistadas resultaron haber mentido o estaban confusas sobre sus edades.

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Michael Hall dirige el grupo de investigación sobre la señalización mTOR en el crecimiento y el metabolismo en el BioZentrum de la Universidad de Basilea. unibas.ch

Aunque el viaje no aportó grandes descubrimientos, dejó huella en Hall. «Hizo que me interesara por el envejecimiento como actividad científica», afirma. Aunque a finales de los setenta se doctoró en biología molecular en la Universidad de Harvard, continuó siguiendo el tema desde la distancia.

En los años 80 y 90 había «demasiadas tonterías» en el campo del rejuvenecimiento como para tomárselo en serio. «Era como un circo de tres pistas con un montón de chiflados. Cualquiera de la calle, con ganas de ganar dinero, se convertía en experto en longevidad», explica Hall, que recuerda haber visto en conferencias a gente vestida como el Padre Tiempo. «Había muy pocos científicos de verdad trabajando sobre el envejecimiento».

Un gran descubrimiento

Hall decidió que la investigación sobre el envejecimiento no era lo suyo y siguió por el camino de la biología molecular. «Quería entender cómo se transporta una proteína al núcleo de una célula», lo que proporciona información esencial sobre el funcionamiento celular, explica. Los problemas en ese proceso se han relacionado con enfermedades como el cáncer, las infecciones víricas y los trastornos neurodegenerativos.

Tras realizar una investigación postdoctoral sobre la importación de proteínas nucleares en la Universidad de California en San Francisco, quiso continuar su trabajo en otro lugar. El bioquímico suizo-austriaco Gottfried Schatz convenció a Hall para que se uniera a él en el Biozentrum, el instituto de investigación de biología molecular de la Universidad de Basilea.

La investigación de Hall tuvo un comienzo difícil hasta que un estudiante de postdoctorado llamado Joe Heitman se unió a su equipo. Heitman sugirió estudiar el funcionamiento de los fármacos inmunosupresores para entender cómo pasa la información de la superficie celular al núcleo.

En aquella época, los fármacos inmunosupresores como la rapamicina «eran apasionantes porque constituían la base de una revolución en medicina», afirma Hall. Hacían viables los trasplantes de órganos porque impedían que el sistema inmunitario atacara un órgano extraño. «De alguna manera frenaban el crecimiento de las células inmunitarias bloqueando la importación nuclear de una señal», explica Hall. «Pero más allá de esto, se sabía muy poco sobre cómo funcionaban estos fármacos».

El descubrimiento de TOR por Michael Hall y su equipo fue el resultado de un largo y enrevesado viaje que comenzó en 1964, cuando un grupo de científicos de Canadá realizó una expedición a la isla de Pascua, también conocida como Rapa Nui, en busca de microbios exóticos que pudieran utilizarse para fabricar fármacos, en este caso antifúngicos. Trajeron muestras de suelo y se las dieron a otros equipos científicos, que posteriormente encontraron una especie bacteriana en una de las muestras que producía un compuesto con propiedades inmunosupresoras.

El compuesto recibió el nombre de rapamicina en honor a Rapa Nui y acabó siendo aprobado como fármaco inmunosupresor por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. para prevenir el rechazo en los trasplantes de órganos. Posteriormente, la rapamicina y sus derivados, como el everolimus, se aprobaron como tratamientos para diversos tipos de cáncer y otras afecciones.

Durante la década siguiente, Hall y su equipo hicieron varios descubrimientos importantes estudiando la rapamicina en células de levadura. Su primer gran hallazgoEnlace externo se publicó en 1991 en la revista médica Science e identificó dos genes hasta entonces desconocidos – TOR1 y TOR2 – que, al mutar, eran resistentes a los efectos de la rapamicina en las células.

El equipo secuenció el gen para identificar la proteína que codificaba. Investigaciones posteriores descubrieron que TOR es un controlador central del crecimiento celular, algo que Hall describe como uno de sus descubrimientos más gratificantes. «Mirando atrás, parece increíble que no se conociera este aspecto fundamental de la biología. Hay tantas enfermedades como el cáncer que se basan en un crecimiento celular aberrante», afirma Hall.

A raíz de este descubrimiento, las empresas farmacéuticas desarrollaron una nueva clase de fármacos contra el cáncer conocidos como bloqueantes de mTOR, entre ellos el everolimus, que la empresa suiza Novartis comercializa bajo la marca Afinitor.

Del cáncer a la longevidad

El descubrimiento de Hall de que TOR es un regulador clave del crecimiento y el metabolismo celulares también permitió comprender por qué envejecemos. Cuando TOR se ralentiza al tomar un fármaco como la rapamicina o al ayunar, potencia un proceso de limpieza de la célula llamado autofagia, que pierde eficacia a medida que envejecemos. Sin autofagia, las células dañadas se acumulan, lo que puede provocar enfermedades relacionadas con la edad, como la artrosis y la neurodegeneración.

Un gran avance se produjo en 2003, cuando un científicoEnlace externo de la Universidad de Friburgo (Suiza) descubrió que el bloqueo de TOR en gusanos aumentaba su esperanza de vida en un 20-30%. «Eso fue enorme y abrió las puertas a la investigación sobre TOR y el envejecimiento», afirma Hall.

La comunidad científica empezó a probar el fármaco rapamicina en mamíferos que tienen más similitudes genéticas con los humanos. En 2009, unos investigadoresEnlace externo estadounidenses descubrieron que prolongaba la vida de los ratones en un 14% en las hembras y un 9% en los machos.

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Aunque fueron apareciendo más resultados, Hall nunca trabajó directamente en los TOR y el envejecimiento. «Pensé que tenía peces más gordos que pescar y que dejaría que los expertos en envejecimiento resolvieran lo de TOR en el contexto del envejecimiento». Sin embargo, su respeto por el estudio de la longevidad ha crecido y, aunque todavía está lleno de exageraciones, Hall afirma que hay mucha más ciencia rigurosa detrás que en el pasado.

En la actualidad, Hall suele asistir a conferencias sobre rejuvenecimiento como ponente invitado y sus descubrimientos son elogiados en los círculos de longevidad. En su libro Why We Die (Por qué morimos), el biólogo indio-americano Venki Ramakrishnan, Premio Nobel de Química 2009, describe a Hall como «uno de los científicos vivos más distinguidos del mundo».

Ciencia creíble

La comunidad científica aún tiene mucho que aprender sobre cómo TOR podría afectar a la esperanza de vida de los seres humanos. Los ensayos clínicos de fármacos contra el envejecimiento son difíciles de llevar a cabo porque las autoridades médicas no reconocen el envejecimiento como una enfermedad. Eso significa que no existe una vía para conseguir la aprobación de un fármaco y que hay pocos incentivos para que las empresas farmacéuticas inviertan en ensayos. En cambio, la investigación con animales sigue avanzando a buen ritmo, como el proyecto para estudiar los efectos antienvejecimiento de la rapamicina en perrosEnlace externo.

A pesar de la falta de pruebas en humanos, una creciente comunidad de entusiastas de la longevidad está dispuesta a apostar por la rapamicina. Al menos 20.000 personas en EE.UU. tomaban el fármaco en forma de píldora en septiembre de 2024 y el número aumenta en torno a un 300% al año, según una plataforma onlineEnlace externo de «early adopters» de la rapamicina. Algunos afirman haber observado beneficios leves que van desde la pérdida de peso hasta el alivio del dolor, según un artículoEnlace externo publicado el pasado septiembre en el New York Times.

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moderado por Jessica Davis Plüss

Alargar la vida: ¿Qué opina de la tendencia a la longevidad?

El mercado de la longevidad está en auge gracias, en parte, a los avances de la ciencia del envejecimiento. ¿Qué le parece la idea de prolongar significativamente la vida humana?

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La rapamicina no está exenta de riesgos. Bryan Johnson, uno de los más destacados influyentes de la longevidad y fundador del movimiento Don’t Die (No te mueras), anunció en Instagram en diciembre que, tras cinco años de experimentación, había dejado de tomar el fármaco debido a sus efectos secundarios, como infecciones de tejidos blandos y un aumento de la frecuencia cardíaca en reposo.

Algunos expertos siguen siendo optimistas. «A la larga, probablemente habrá fármacos mejores, pero por ahora la rapamicina sigue siendo el medicamento más prometedor para la longevidad», afirma Brian Kennedy, uno de los principales investigadores del mundo sobre el envejecimiento, que ahora trabaja en la Universidad Nacional de Singapur. Hasta la fecha, la rapamicina sigue siendo el único fármaco que ha prolongado sistemáticamente la esperanza de vida de distintas especies».

Hall, que no toma rapamicina, afirma que, aunque puede que en última instancia no sea la píldora mágica, cualquier fármaco para alargar nuestra esperanza de vida «conducirá inevitablemente de vuelta a TOR».

Editado por Nerys Avery. Texto y gráfico adaptados del inglés por Carla Wolff.

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