Resucitan en París obras perdidas de Giacometti
Alberto Giacometti destruyó muchas de sus obras y extravió otras. Las fotos de su legendario taller parisino permiten reconstruir piezas faltantes.
En 1948, el fotógrafo suizo Ernst Scheidegger visitó a Giacometti en París. “El exiguo y abarrotado taller de Alberto en la calle Hipplyte-Maindron, donde trabajaba desde hacía veinte años, era incómodo, pero cada objeto, cada extremo de la pared tenía las marcas de su trabajo. Si Alberto se ausentaba (…), lo más frecuentes era para ir a uno de los dos cafés ubicados en el cruce de las calles Didot y Alésia, reemplazados hoy por sucursales bancarias. En ellos comía huevos duros con jamón y leía sus periódicos”, narra Scheidegger en su libro Traces d’une amitié (Huellas de una amistad).
La pieza en la que el artista se instala con su hermano Diego en 1926 es minúscula: 24 m2 en la planta baja, sin baño ni suministro de agua, que deben buscar en el exterior. Alberto duerme en una cama pequeña al fondo de la habitación, mientras que Diego, su hermano más joven, se contenta con el altillo.
El taller desapareció después de la muerte de Alberto en 1966, pero el Instituto Giacometti de París (que depende de la Fundación del mismo nombre) lo restauró en 2018, en el mismo barrio de Montparnasse. El lugar nos permite imaginar al artista zigzagueando entre sus obras en creación, recostado en su colchón leyendo la Gazette littéraire, fumando, bosquejando un rostro sobre los muros y luego, trabajando de nuevo.
Distrutto o perduto
¿Almacenar? ¡No hay lugar! Entonces, Giacometti “desplaza, tira o a veces destruye obras antiguas para hacer espacio y producir otras nuevas”, señala Christian Alandete, director artístico del Instituto Giacometti. Deposita piezas en casas de amigos, en galerías, y a veces se olvida de recogerlas.
«Distrutto»,«perduto», (Desaparecido, perdido) leemos aquí y allá en sus cuadernos. Artista genial, ¿era Giacometti un pésimo conservador? ¿Un distraído incorregible? ¿O un eterno insatisfecho, para quien el trabajo nunca terminaba? Primer elemento de respuesta: el nativo de Val Bregaglia (cantón de los Grisones) no era alérgico a ningún inventario de su trabajo, ya que pidió a fotógrafos, incluido Man Ray, que tomaran imágenes de su taller.
Y precisamente, en esas fotos aparecen piezas que hoy han desaparecido. En una foto de Man Ray de una exposición surrealista de 1933, podemos ver un maniquí con cabeza de violín. Inencontrable. En ese entonces, Giacometti apenas había salido del anonimato y la revista Vu publicó una imagen de un Pájaro silencioso, que juguetea en una gran jaula. Desaparecido también. Al igual que muchas otras obras visibles en las fotografías o registradas en los cuadernos del artista.
Inventario plagado de errores
“Giacometti estaba más interesado en la investigación artística que en la conservación de sus obras” Christian Alandete, director artístico del Instituto Giacometti
Intrigada, la Fundación Giacometti, heredera de las obras del maestro y su esposa Annette, investigó sobre esos “desaparecidos” de los años 1920-1935. “En esa época, Giacometti estaba más interesado en la investigación artística que en la conservación de sus obras”, resume Christian Alandete. Mantiene cuadernos, incluso elabora una lista de sus obras para su primera gran exposición en Nueva York, pero ese inventario está “plagado de errores”, puntualiza Michèle Kieffer, curadora de la exposición En busca de las obras desaparecidas.
En breve, un genio, pero un “archivista negligente” como sugiere el periódico Le Monde. Alberto perdió algunas piezas. Destruyó mucho para reconstruir después. Algunas obras se rompieron, como esa Composition en barro que data de 1927. “Sus dificultades financieras pudieron impedir al artista recurrir siempre a una moldeadora” para una versión de yeso, explica Michèle Kieffer. Y el barro se rompe fácilmente …
El escultor no tiene miedo de tirar las obras dañadas, así como ese Petit homme (Hombrecito), inspirado en el arte africano, que descubrimos con su autor en una foto de la década de 1920. “Roto y destruido desde hace mucho tiempo, lo echo de menos, muchas veces he querido volver a hacerlo. Fue mi primera figura”, escribirá más tarde a Pierre Matisse.
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Giacometti en el Tate Modern
Jirafa robada
¿El inicio de la notoriedad de Giacometti en la década de 1930 suscita celos o un furor destructivo? En 1932 diseñó con el cineasta Luis Buñuel una jirafa de tamaño natural, en la que estaban disimulados textos eróticos. Los dos amigos surrealistas la instalan en la villa de los mecenas Marie-Laure y Charles de Noailles, en Hyères, en el sur de Francia, y luego salen a cenar. “Después del café, regresé al jardín con Giacometti”, narra Buñuel en sus memorias. “Ya no había jirafa. Desapareció completamente. No había explicación. ¿Fue considerada demasiado escandalosa tras el escándalo de La Edad de oro?”, se interroga Buñuel en referencia a su primer largometraje.
Muchos misterios y mucho pesar para los amantes del famoso escultor de L’Homme qui marche (El Caminante). Las fotos, los bocetos en los cuadernos de Giacometti, nos permiten imaginar cómo eran esas obras desaparecidas. El Instituto Giacometti ha querido ir más allá reconstruyendo algunas esculturas en tres dimensiones. El Maniquí, fotografiado por Man Ray, y el Pájaro silencioso fueron resucitados. En una versión puramente “documental”. Sin firma, desde luego.
Alberto Giacometti en algunas fechas
1901 Nacimiento en Borgonovo (cantón de los Grisones).
1922 Alumno del escultor Antoine Bourdelle en la Académie de la Grande Chaumière de Paris.
1926 Giacometti se instala en el número 46 de la calle Hippolyte-Maindron, en el distrito 14 de París. Nunca dejará ese taller.
1930 Se une al grupo surrealista de André Breton, Man Ray, Joan Miró, etc.
1934 El artista rompe con los surrealistas y vuelve a trabajar según la naturaleza.
1948 Expone en la galería Pierre Matisse de Nueva York.
1956 Primera gran retrospectiva en el Kunsthalle de Berna.
Diseña los decorados para la obra de teatro de Samuel Beckett, En attendant Godot (Esperando a Godot).
1966 Fallece en Coira, Grisones.
Traducido del francés por Marcela Águila Rubín
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