Escepticismo entre residentes norte: «La tregua con Líbano no garantiza nuestra seguridad»
Núria Garrido
Jerusalén, 27 nov (EFE).- La tregua sellada entre Israel y Líbano para los próximos dos meses no termina de convencer a los residentes israelíes de las comunidades fronterizas, donde más de 60.000 de ellos siguen evacuados, cuyo sentimiento es ahora de escepticismo porque consideran que este nuevo acuerdo está lejos de «garantizar su seguridad».
«No estamos muy satisfechos con esta tregua sinceramente. Mi familia y yo hemos pagado un precio muy alto durante más de un año para ahora tener la sensación de que nuestro Ejército no ha terminado su trabajo», lamenta Tzahi David Hafsadi, de 34 años, residente de la evacuada ciudad norteña Kiryat Shmona, y que desde hace más de un año vive con su familia en un hotel en Jerusalén.
El gabinete de seguridad israelí dio este martes, tras varias horas de reunión, luz verde a la propuesta estadounidense de alto el fuego con Líbano que entró este miércoles en vigor a las 4.00 hora local (2 GMT).
Así, en un plazo de 60 días las fuerzas de la milicia chíi Hizbulá se comprometen a replegarse del sur del Líbano y trasladarse al norte del río Litani, al tiempo que el Ejército israelí coordinará la llegada del Ejército libanés que será el que ocupe la zona fronteriza.
Este plan, sin embargo, no transmite tampoco confianza ni siquiera a Moran Brustin, una israelí de 39 años y con dos hijos, que tras vivir diez meses en un hotel decidió regresar a su casa, pese a que esta no cuenta con refugio, ubicada en el kibbutz HaGoshrim, muy cercana a la frontera libanesa y que también sigue evacuado.
«No fue una decisión fácil regresar, pero es muy cansado vivir en hoteles. Yo creo que ahora es un problema parar la guerra contra Hizbulá y no es porque yo apoye las guerras, pero parece que nada ha cambiado. ¿Quién nos garantiza que algo va a cambiar? Es muy difícil confiar en nuestro Ejército tras los fallos del 7 de octubre», critica Brustin.
Fatiga entre los evacuados
Esta sensación de fatiga también la tiene Devora Ivgi, israelí de 71 años y residente de Avivim, un pueblo pegado a la línea divisoria, cuya casa ha quedado parcialmente destrozada por el impacto de dos cohetes de Hizbulá.
«Me gustaría decir que una tregua no significa que podamos volver mañana a nuestras casas. Yo además, estoy muy cansada de no estar en mi casa. Y lo peor es que aunque todo haya acabado, yo no puedo regresar y si lo hacemos tendremos que dormir con un ojo abierto», asegura esta israelí.
La falta de respuestas y coordinación por parte del Gobierno israelí es algo que también han echado en falta los evacuados del norte a lo largo de este año, tal y como explica Taya Kadeshberg, una israelí 35 años y evacuada del kibutz Dan.
«No nos sentimos seguros, y creo que nada ha cambiado durante todo este año. Vivimos día a día porque ni el Ejército ni el Gobierno se han puesto en contacto con nosotros para explicarnos su planes y para darnos una fecha de cuándo podremos regresar», cuenta Kadeshberg quien vive desde hace más de 13 meses en casa de sus padres en el centro de Israel.
Y pese a que el acuerdo recoge la posibilidad de que Israel pueda atacar si Hizbulá viola el alto el fuego, los evacuados del norte reconocen no poder despojarse del miedo.
«Israel debería poner un muro en la frontera con Líbano para evitar que haya incursiones. Yo quiero volver a mi casa con la garantía de saber que no me van a secuestrar o que no nos van a atacar», apuntó Devora Ivgi.
Un oficial militar insistió este miércoles que las operaciones llevadas a cabo durante estos dos últimos meses por las tropas israelíes lograron destruir la infraestructura militar de la milicia libanesa, instalada sobre todo en el sur del país árabe, con la que también planeaban lanzar un ataque como el que perpetró Hamás el pasado 7 de octubre, la llamada operación «Conquistar Galilea».
«Sabemos que nos va a costar más de un año poder volver a nuestras casas, mientras tanto sobrevivimos como podemos. El dinero que recibimos por parte del Gobierno no compensa con este desastre», cuenta Orna Weinberg, una israelí de 58 años, residente del también evacuado kibbutz Manara en el norte. EFE
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