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Suiza y Chernobil: quedan preguntas

Midiendo la radiación en el Ticino. Keystone

Veinte años después del desastre de Chernobil no hay todavía una conclusión definitiva sobre sus efectos en la salud de la población. Pero se sabe que no hay riesgo grave.

En las últimas dos décadas Suiza ha mejorado mucho la medición de la radiactividad, afirmó un congreso científico realizado en Berna.

Desde el incendio que consumió el reactor de la central nuclear ucraniana de Chernobil, los científicos averiguan las consecuencias a largo plazo de esa catástrofe en la población. Los cánceres, y en particular los de la tiroides, son el centro de los estudios.

“Necesitamos aún entre cinco y diez años para poder sacar conclusiones de orden general pertinentes”, declara el epidemiólogo Jean-Michel Lutz, de la Asociación suiza de registro de tumores.

Las estadíticas sobre cánceres de tiroides son, en efecto, poco pertinentes y los estudios se contradicen en parte. Por consiguiente, es difícil sacar tendencias claras, dado que estudios similares en Canadá presentan las mismas variaciones. Pero, a diferencia de algunas regiones suizas, Canadá no registró ningún alza de radiactividad después de Chernobil.

No hay registro nacional de cáncer

Otros científicos remarcan hasta qué punto es compleja esta materia e insisten en que los cánceres aumentan con la edad. Los grupos de población menores de 20 años en 1986 tienen hoy un poco más de 40 años.

El registro de tumores en Suiza es asunto de los cantones. Ahora bien, como los cantones no tienen un registro, las estadísticas cubren sólo un 60% de la población total.

La contaminación suplementaria a largo plazo que ha causado Chernobil es en Suiza 240 veces menor que la carga radiactiva natural admisible. Tomando como referencia esas medidas, la Oficina Federal de Salud Pública (OFSP) considera que el aumento de los cánceres provocados por Chernobil será inferior a 0,5 entre mil.

Se trata de una estimación hecha a partir de los factores de riesgos establecida por la Comisión internacional de protección contra la radiactividad, considerando para ello las estadísticas de exposición que soportaron los suprevivientes de Hiroshima y Nagasaki.

Crisis de confianza

La nube radiactiva llegó a Suiza el 30 de abril de 1986, cuatro días después de la catástrofe de Chernobil. Aquel día llovía en el Ticino y ese factor incidió para que recibiera más partículas radiactivas. El área del Lago de Constanza y algunas partes del arco jurasiano fueron también tocados, en menor medida.

Las autoridades adoptaron entonces diversas medidas. Pero éstas no tranquilizaron plenamente a la población, que en aquel momento sentían cierta desconfianza con respecto al gobierno y los poderes públicos.

Las autoridades prohibieron la pesca en el Lago de Lugano, aunque esa disposición no incluía a las partes italianas del lago.

Asimismo recomendaron a las mujeres embarazadas, a las madres que daban de lactar y a los niños renunciar a la leche y a las legumbres frescas. Por otra parte, fue prohibido hasta finales de agosto el derrumbe de corderos y cabras en el Ticino.

“Hoy no se actuaría seguramente de esa manera”, declara Werner Zeller, jefe de la División de radioprotección de la OFSP. “La opinión de los consumidores y de los productores ha, efectivamente, cambiado desde aquella época”.

Tabletas para la población

Hoy en día se sigue encontrando en el Ticino rastros de cesio 137 (cuya media de vida es 30 años). Su nuecleónico se ha debilitado desde 1986 y ha descendido a las capas profundas del suelo. Los jabalíes y los hongos tesineses presentan todavía índices de cesio, pero son inocuos.

La catástrofe de Chernobil ya no es un tema de discusión en la opinión pública suiza. “El cesio tiene justamente una duración de vida que es superior a la de la memoria humana”, recalca Werner Zeller.

En los últimos veinte años, la protección contra las radiaciones ha mejorado notablemente en Suiza, sobre todo por la amplitud y la precisión de las medidas.

A las poblaciones radicadas a 20 kilómetros de las centrales nucleares se les ha entregado en los últimos años tabletas de yoduro de potasio.

Pero aún se debe mejorar en la gestión de crisis. “Un accidente nuclear puede ocurrir en cualquier momento. Los ejercicios de crisis han mostrado que aún existe un potencial de optimización”, concluye Werner Zeller.

swissinfo, Andreas Keiser

– La nube radiactiva proveniente de Chernobil llegó a Suiza el 30 de abril de 1986.

– Debido a la lluvia, el Ticino resultó más tocado y se midió entonces 50.000 becquerel de cesio 137 por metro cuadrado.

– La región de Lago de Constanza (con un máximo de 10.000 becquerel) y el arco jurasiano fueron también afectados, aunque en menor medida. Las repercusiones en el resto del país fueron muy débiles.

– En los últimos años se ha distribuido píldoras de yoduro de potasio a la población asentada en un perímetro de 20 kilómetros de las centrales nucleares suizas. Ese elemento permite saturar la tiroides con yodo inactivo que impide la llegada del yodo radiactivo a los órganos.

Ucrania y Bielorrusia fueron las regiones más afectadas por la catástrofe nuclear de Chernobil.

De acuerdo a estimaciones, siete millones de personas sufren las secuelas en su salud.

Los sufrimientos de las personas afectadas aumentan en razón de los efectos a largo plazo del accidente.

Según los expertos, recién en 2016 será posible cuantificar aproximadamente el número de víctimas.

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