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Entre Bruselas y Rabat, se impone la diplomacia del “statu quo” pese al Sáhara

El rey Mohamed VI de Marruecos celebra el 40º aniversario de la Marcha Verde en el Sahara, el 6 de noviembre de 2015 en Aaiún afp_tickers

El retorno reciente de los pesqueros europeos a la zona de pesca marroquí escenifica el “ímpetu renovado” de la relación entre la Unión Europea (UE) y Marruecos, tras años de crisis sobre el Sáhara Occidental que, según los analistas, no se ha solventado.

“No hay crisis pasada”, asegura a la AFP Haizam Amirah-Fernández, investigador del Real Instituto Elcano, para quien en las relaciones entre la UE y Marruecos prima “la defensa del ‘statu quo’, de proteger una relación heredada de tiempo atrás”.

Los mandatarios europeos, en su cumbre de junio, celebraron el “ímpetu renovado” de la relación con el reino alauí, un acercamiento que se plasmó en Bruselas días después en el primer Consejo de Asociación UE-Marruecos celebrado desde diciembre de 2015.

Las relaciones entre ambos socios se tambalearon en 2016, cuando el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) estimó que el territorio del Sáhara Occidental debía quedar fuera del campo de aplicación de un acuerdo comercial entre el bloque europeo y Marruecos.

En 2018, los magistrados aplicaron este mismo principio al acuerdo pesquero, crucial para los buques europeos. Bruselas y Rabat renegociaron el texto para incluir explícitamente las “aguas adyacentes del Sáhara Occidental”, en un intento de cumplir la sentencia del alto tribunal.

Pero el retorno a la situación anterior a 2016 parece difícil. Otros dos recursos del Frente Polisario ante la corte de Luxemburgo y el reto migratorio añaden incertidumbre a esta relación que la UE y Marruecos definieron en junio como “estratégica, multidimensional y privilegiada”.

– ¿Solución temporal? –

El frente jurídico, opina Amirah-Fernández, “es la única novedad” en unas relaciones que, del lado marroquí, conservan “la expectativa” de que “con la presión de España y Francia no se permita una división entre Marruecos y el territorio del Sáhara”.

El Sáhara Occidental es el único territorio del continente africano donde, según la ONU, el estatuto poscolonial aún no se ha zanjado. Marruecos controla desde 1975 gran parte de esta ex colonia española, que se extiende sobre un inmenso territorio desértico de 266.000 km2.

El Frente Polisario, que proclamó una República Árabe Saharaui Democrática, pide un referéndum de autodeterminación en este territorio rico en recursos naturales, como los fosfatos, y donde la flota europea realiza el 90% de sus capturas en virtud del acuerdo pesquero.

Para la consultora independiente Chloe Teevan, especialista en el Magreb, la solución que aportan los actuales protocoles comerciales sobre el Sáhara “no es permanente”. “Existe una gran probabilidad de que el TJUE tome la misma decisión por segunda vez”, indica a la AFP.

La aplicación “de facto” al Sáhara Occidental de los acuerdos anteriores se convierte en los nuevos en una “expansión jurídica” que, según el abogado del Polisario, Gilles Devers, solo “es una pequeña astucia para ganar tiempo, porque saben que [el acuerdo] está muerto”.

– Prioridades –

Para la UE, su vecino del sur no es solo el país que envía el 63,9% de sus exportaciones al bloque europeo, su principal socio comercial, según cifras de 2018.

Marruecos tiene la única frontera terrestre del espacio comunitario con África en los enclaves españoles de Ceuta y Melilla y la UE comprometió en 2018 140 millones de euros para la gestión de la migración en ese país.

“Marruecos dialoga y coopera con la UE”, apuntó en junio en Bruselas el canciller marroquí, Nasser Bourita, reivindicando “un enfoque a largo plazo y estructural” que no se limite “a esperar los picos de migración para reaccionar”.

Según Amirah-Fernández, el papel clave de Marruecos en la frontera puede ser fuente de tensiones, si el país norteafricano aprecia un “agravio comparativo” respecto a Turquía, con la que la UE alcanzó en 2016 un acuerdo migratorio para frenar las llegadas por mar a Grecia.

“Pero convertirse en un país de tránsito para la inmigración africana es un problema también para Marruecos, que no se puede permitir hacer la vista gorda porque recibiría presiones muy fuertes”, asegura el analista.

Con la política migratoria marcando la agenda, Teevan ve muy lejana la posibilidad de que la UE contribuya a la reforma política en el reino alauí. “No es una prioridad para la UE y Marruecos ha puesto líneas rojas en torno a este tema”, estima.

Marruecos, que cumple este martes dos décadas con Mohamed VI como monarca, enfrentó en los últimos años protestas populares, especialmente en el Rif (norte).

En un reciente artículo para el centro de reflexión Carnegie, la consultora sostiene que, en la declaración de junio, la UE ambiciona una “cooperación más estrecha con Marruecos sin tener en cuenta el contexto político” interno.

El comercio “tiene más beneficios inmediatos para Europa, o más bien para las empresas europeas”, explica.

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