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Las mujeres yihadistas, taciturnas y bajo tensión en el noreste de Siria

Una mujer en el campo de desplazados de Al Hol que alberga a familias de yihadistas en la provincia siria de Hassake (nordeste), el 17 de febrero de 2019 afp_tickers

Las extranjeras del grupo Estado Islámico (EI) hacinadas en carpas en una llanura árida del noreste de Siria son esquivas sobre su pasado con los yihadistas y viven en medio de fuertes tensiones entre ellas y bajo el temor a ser separadas de sus hijos.

En una tarde soleada en el campo de desplazados de Al Hol, una marroquí de 38 años, Kenza, es una de las pocas extranjeras que acepta hablar con la AFP.

Una multitud de niños árabes, asiáticos, africanos o europeos matan el tiempo dando vueltas alrededor de las tiendas o yendo a buscar agua para sus madres.

Hace dos semanas, Kenza salió de la aldea de Baghuz, donde el EI se ha atrincherado en un reducto rodeado por los combatientes kurdos y árabes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), apoyadas por la aviación de una coalición antiyihadista liderada por Estados Unidos.

Durante las últimas semanas, las familias yihadistas huyen, hambrientas, de este sector. Los equipos de la AFP pueden hablar con ellas pero es imposible verificar sus relatos a través de fuentes independientes.

De sus cuatro años bajo el yugo del EI, Kenza, oculta bajo un niqab (velo integral) como casi todas las mujeres del campamento, cuenta que su marido la llevó a Siria y que “se trajo suficiente dinero” para poder vivir sin trabajar para el EI. Falleció -dice- en un bombardeo.

¿Por qué siguió al EI con sus hijos de entre uno y diez años hasta Baghuz? “Los yihadistas nos impedían huir”, asegura.

En el campamento de Al Hol, las extranjeras se encuentran en un enclave reservado a las familias de los yihadistas.

Kenza vive en una gran carpa de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que comparte con una decena de familias. Quiere “volver a su país”, espera que su gobierno “acepte” y “no ve porqué habría de ir a la cárcel”.

En las avenidas del campamento un niño de unos siete años que afirma ser estadounidense pregunta a los visitantes en inglés: “Mi padre murió. Oiga, ¿sabe cuánto tiempo vamos a seguir aquí?”

Nadie le contesta: algunos extranjeros llevan más de dos años y la mayoría de sus países de origen no se apuran en reclamarlos.

– “De ninguna manera” –

A unos metros de allí, dos jóvenes francesas con niqab detenidas durante las últimas semanas a la salida de Baghuz se preguntan si Francia las repatriará algún día con sus hijos.

Francia se declaró hace unos meses dispuesta a repatriar a los niños pero sin sus padres.

“Separarnos de nuestros hijos, eso de ninguna manera. Faltaría más”, afirma una de ellas. Otras asienten.

La convivencia no siempre es fácil entre personas de decenas de nacionalidades. Aparte de los iraquíes y sirios, la mayor parte de las familias vienen de Rusia y de las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central, seguidas de Turquía y Túnez, según la dirección del campamento.

Una joven británica prefiere no hablar, por miedo a posibles represalias de “hermanas” más radicales y opuestas a cualquier contacto con Occidente, sobre todo las rusas y las caucásicas, con fama de estrictas.

“Aquí la situación es mala, hay disputas entre hermanas”, confirma a la AFP una mujer de Trinidad y Tobago.

También hay tensiones con la otra parte del campamento, separada, donde se encuentran familias iraquíes y sirias desplazadas por la guerra contra el EI y muy resentidas con los yihadistas.

En el mercado central “hubo agresiones contra las extranjeras”, que ahora se encuentran bajo escolta de los guardias kurdos, afirmó a la AFP Nabil Hasan, el gerente del campamento.

Más de 50.000 personas viven en este campamento, entre ellas 30.000 llegadas en los dos últimos meses, lo que plantea un enorme desafío para las autoridades locales, respaldadas por la ONU y por oenegés.

Desde diciembre, 78 personas, dos tercios de las cuales bebés de menos de un año, murieron en los trayectos desde las zonas de combate o poco después de llegar al campamento, lamenta la oenegé Comité Internacional de Rescate (IRC), que alerta de la “necesidad urgente de agua, comida y cuidados médicos”.

La gente sigue huyendo de Baghuz. En los dos últimos días llegaron 6.000 hombres, mujeres y niños a Al Hol, según las autoridades locales. Entre ellos varias mujeres dijeron que siguen siendo leales al “califato” y que lamentan su anunciada caída.

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