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Rusia tentada de rehabilitar la intervención soviética en Afganistán

El sacerdote ruso ortodoxo Konstantin Volkov, que participó en la la campaña militar soviética en Afganistán, posa durante una entrevista con la AFP en una iglesia a las afueras de Moscú, el 28 de enero de 2019 afp_tickers

Ni alegría, ni amargura, tan sólo el deseo de volver a casa. Así recuerda Mijail Kojujov el último convoy soviético que abandonó Afganistán hace 30 años, concluyendo una intervención que el presidente ruso Vladimir Putin intenta discretamente rehabilitar.

El 15 de febrero de 1989, la URSS retiró a sus últimas unidades de Afganistán, después de diez años de intervención en apoyo del “régimen hermano” comunista de Kabul contra la rebelión islámica.

Esa retirada, decidida por Mijail Gorbachov, fue una derrota humillante para la Unión Soviética y contribuyó a su caída.

Ese día, Kojujov, un corresponsal de guerra, cruzó el puente de la Amistad sobre el Amu Darya entre Afganistán y Uzbekistán, entonces república soviética, a bordo del penúltimo vehículo blindado del último convoy, con sus pequeñas banderas rojas.

“Los soldados solamente soñaban con volver sanos y salvos a casa”, dijo a la AFP Kojujov, periodista del periódico Komsomolskaya Pravda, que vendía más de 20 millones de copias en la URSS.

Uno de estos tanques llevaba el cuerpo de Igor Liajovich, un recluta de 20 años, muerto el día anterior, y oficialmente el último de las más de 14.000 víctimas soviéticas del conflicto.

“Veíamos a lo largo del camino a los ‘duji’ (partisanos afganos, NDRL) descender de sus montañas para observar nuestra retirada desde lejos”, recuerda el periodista de 62 años de edad.

“Los ojos de los habitantes de las aldeas nevadas estaban llenos de odio o rencor, porque se les dejó a merced del destino”, comenta.

Para este periodista y breve portavoz del entonces primer ministro Vladimir Putin en el 2000, “la intervención en Afganistán siempre fue una aventura trágica e insensata”.

– “Justificar” la oposición a los occidentales –

Muy impopular, esta invasión fue oficialmente condenada por la URSS en 1989 en plena “glasnost”, la política de transparencia impulsada por Gorbachov.

Pero esta visión ahora se cuestiona bajo la influencia de los veteranos. A finales de enero, el Comité de Defensa de la Duma, la cámara baja del Parlamento ruso, aprobó un proyecto de resolución que considera “históricamente injusta la condena moral y política” de la intervención.

Según este texto, la intervención contribuyó a la lucha contra los “grupos terroristas y extremistas”, redujo las “amenazas a la seguridad” de la URSS y limitó la producción de drogas susceptibles de llegar a su territorio”.

Ya en 2015, el presidente Vladimir Putin justificó implícitamente la invasión, que según él pretendía “responder a amenazas reales” contra la URSS, al tiempo que admitía que se cometieron “muchos errores”.

Para la historiadora Irina Shcherbakova, de la ONG Memorial, en un contexto de creciente tensión Este-Oeste, “Rusia vuelve a su pasado soviético para justificar su nueva oposición a Occidente”.

Además, “el poder reinventa la guerra en Afganistán en el contexto de otros conflictos en curso”, dijo a la AFP, citando a Siria, donde el ejército ruso interviene desde 2015 en apoyo del régimen de Bashar al Asad, y a Ucrania, donde Moscú, según Kiev, apoya militarmente a los separatistas prorrusos.

– “Traicionó a los muertos” –

Para el analista Piotr Akopov, del periódico en línea pro-Kremlin Vzgliad, “los veteranos y toda la sociedad rusa necesitan una rehabilitación de esa guerra”.

“No tenemos que hacernos perdonar nada: nosotros no usamos napalm (…) e incluso pudimos salir de Afganistán haciendo que nuestros partidarios tomaran el control, algo que los estadounidenses nunca supieron hacer”, añadió.

Para Alexander Kovalev, presidente de la Asociación de excombatientes de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la invasión de Afganistán estaba justificada y Gorbachov “traicionó a todos los muertos” condenándola.

“Sin nuestras tropas, los estadounidenses habrían instalado sus misiles allí para apuntar a Moscú”, sostuvo Kovalev.

“Gorbachov hizo bien en terminar la guerra, pero deberíamos haber seguido apoyando a Kabul con el equipo necesario para resistir”, agregó Kovalev, quien era “zampolit” (comisario político) del Regimiento 860, enviado a Afganistán para asegurar la retirada del 40º ejército.

El recluta Konstantin Volkov partió a Afganistán a finales de 1981 a la edad de 17 años, lleno de entusiasmo, alimentado por las noticias que aparecían en los medios soviéticos.

Encargado de radio de una compañía de inteligencia, Volkov participó en 70 operaciones militares, una de las cuales, al lograr interceptar una valiosa comunicación enemiga, le valió una condecoración.

Desmovilizado en 1983, sano y salvo, el conflicto le persiguió por las noches durante 15 años. Se convirtió en cura y ahora es el “padre Konstantin” que reúne en su iglesia de Darna, a 45 kilómetros al norte de Moscú, a cerca de una treintena de otros “afgantsy” (excombatientes en Afganistán) cada 15 de febrero, aniversario de la retirada: “sugiero a mis excompañeros que hagan penitencia y dejar de pensar demasiado en lo que hicieron durante aquella guerra”.

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