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Siete años después, el desencanto de la Primavera Árabe en Egipto

Cartel de campaña del presidente egipcio Abdel Fatah al Sisi, cuya reelección parece asegurada, en una calle de El Cairo el 22 de enero de 2018 afp_tickers

Los carteles de la campaña del presidente Abdel Fatah al Sisi invadieron las calles de El Cairo antes de las elecciones de finales de marzo pero algunos jóvenes que participaron en la Primavera Árabe de 2011 decidieron boicotear unos comicios que están “cantados”.

“Desde la última elección presidencial (en 2014) estamos en una pendiente resbaladiza: nada mejora”, lamenta Sami, de 31 años, un joven egipcio de la clase media que pidió, como todos los que AFP consultó, ser citado con otro nombre.

Como él, miles, y luego centenares de miles de egipcios acamparon a principios de 2011 durante 18 días en el centro de El Cairo, reclamando la partida del presidente Hosni Mubarak, que dirigía Egipto con mano de hierro desde hacía más de 30 años.

Mubarak tuvo que dimitir, lo que lo convirtió en el segundo presidente de la región en caer por la “primavera árabe”, luego del tunecino Zine El Abidin Ben Alí.

Luego de la revuelta los principales responsables de la era Mubarak fueron detenidos y se juzgaron los casos de violencia policial, uno de los detonantes de las manifestaciones.

– ‘Esperanza increíble’ –

“Era un momento de esperanza increíble, no había límites”, recuerda Sami.

En junio de 2012 Mohamed Mursi, miembro de la cofradía Hermanos Musulmanes, se convirtió en el primer presidente democráticamente electo en Egipto.

Pero unos meses después la calle se hizo oír otra vez. Los egipcios volvieron a manifestar denunciando el giro autoritario de las autoridades y el poder creciente de la cofradía en el país.

Sisi, entonces ministro de Defensa, dio un ultimátum al cabo del cual las Fuerzas Armadas derrocaron a Mursi en julio de 2013.

Al año siguiente Sisi fue elegido presidente, e instaló luego un régimen autoritario que reprimió metódicamente a toda la oposición, islamista, laica o liberal.

Para Sarah, de 31 años, es una brutal vuelta atrás si se considera la esperanza de cambios alimentada en 2011, cuando se sumó a las manifestaciones “exaltada por tener elecciones libres y votar en elecciones en que el voto podía hacer una diferencia”.

Cuando Sami se sumó a las manifestaciones de 2011 esperaba “libertad”. Pero luego de los años turbulentos que siguieron a la revuelta muchos “optaron por tranquilidad” con la esperanza de obtener seguridad y estabilidad económica.

“Hoy el resultado es nulo y económicamente todo el mundo está bajo presión”, lamenta Sami.

En noviembre de 2016, en plena crisis económica el gobierno decidió dejar flotar la moneda, por lo que perdió más de la mitad de su valor en relación al dólar. Los precios se dispararon.

Sisi aspira a un segundo mandato de cuatro años en los comicios que se celebran del 26 al 28 de marzo. Lo desafía en las urnas Musa Mostafa Musa, jefe del partido liberal Al Ghad. Los otros probables candidatos fueron detenidos o se retiraron de la contienda denunciando presión de las autoridades.

“Pusieron a alguien como en un espectáculo, para poder decir que hay competencia”, dice Sarah con ironía. “No iré a votar en una elección cantada”, asegura.

– ‘Peor que antes’ –

“Socialmente estamos frustrados”, agrega Sami que lamenta una “histeria de seguridad” de parte del gobierno.

Para Safeya, de 31 años, “la situación es peor que antes”. “Detienen, amenazan, encarcelan, condenan a muerte porque tienen miedo que nos rebelemos otra vez”, insiste.

Las organizaciones no gubernamentales acusan a las autoridades de violar los derechos humanos, de desapariciones forzadas, arrestos arbitrarios y detenciones ilegales.

Las autoridades niegan esas acusaciones e insisten que los abusos son pocos y que sus autores son juzgados.

Con la elección cada vez más cerca, Sami no quiere ni siquiera pensar en ella.

Sarah piensa en su trabajo y en su futuro. “Busco trabajo en otra parte (que en Egipto), incluso en países en los que nunca lo había pensado antes”, dice antes de concluir “perdí toda esperanza aquí”.

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