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A pesar del miedo, Kabul quiere derribar los muros de hormigón

Unos "T-Walls", el 22 de julio de 2017 frente al palacio de Darul Aman, en Kabul afp_tickers

El terror hizo que proliferaran por toda la ciudad. Ahora, aunque no ha vencido al miedo, Kabul quiere derribar los muros de hormigón para devolver un poco de esperanza y confianza a la población y descongestionar la circulación.

A principios de mes, el Gobierno comenzó a retirar los miles de “T-Walls”, los muros antiexplosivos en forma de T invertida, construidos por toda la capital afgana, dibujando una geografía complicada y dándole a la ciudad un aire de campamento militar.

Con todo, parece que la iniciativa llega a deshora.

Kabul apenas se ha recuperado del atentado con camión bomba que dejó 150 muertos y 400 heridos el 31 de mayo en el barrio diplomático, el peor atentado desde 2001. Los ataques y atentados suicida, como el del lunes en el barrio chiita (26 muertos), han hecho de la capital afgana una de las zonas más peligrosas del país para los civiles, según Naciones Unidas.

“Para la población, estos ‘T-Walls’ la hacen parecer una ciudad en guerra. El presidente estableció un comité encargado de organizar la recogida, la gente nos apoya: esto reducirá los atascos”, justifica Najibulá Alokozay, responsable de la campaña en el Ayuntamiento.

“No habrá ninguna excepción, salvo para las embajadas y edificios oficiales”, promete. “Quienes lo deseen podrán mantener sus muros dentro de su propiedad”, añade.

Alokozay no sabe cuántos hay en total, pero su distrito cuenta con más de 3.000. El recinto del ISAF (la fuerza internacional de asistencia, desplegada por la OTAN), con más de 8.000.

Ya se han retirado 900 “T-Walls” que había delante de las viviendas de diputados, responsables políticos, militares y empresarios.

Desde muy temprano, los ingenieros del Ayuntamiento, acompañados de grúas y de camiones plataforma y escoltados por la policía, retiran los muros, de una tonelada o más. Una decena de ellos ya descansan sobre el camión, estacionado delante de la residencia del ministro de Justicia.

Con un té en la mano, Ghulam Daud Ghamugusar ha sacado su silla de plástico para gozar del espectáculo. Este exmuyahidín, ahora vendedor, que hizo la guerra contra los soviéticos, “disfruta al ver esas jaulas caer: nacimos libres para vivir libres, sin trabas”.

“Esos muros no aportan nada. Además, bloqueando las calles hay todavía más gente atrapada en caso de explosión”, agrega un joven vecino, Yama Rayeen.

– Un negocio lucrativo –

Los “T-Walls” son los sacos de arena de los años 2000. De Bagdad a Kabul, allí donde los estadounidenses eran desplegados en territorio hostil, sustituyeron con estos muros los montículos de tierra y los contenedores puestos boca abajo que en otro tiempo hacían las veces de trinchera, o que protegían el centro de ciudades como Beirut o Sarajevo en los años 90.

Su negocio resultó ser mucho más lucrativo y, con él, el de los Hescos, los sacos de escombros enrejados para absorber el estallido de los coches bomba.

“Empezamos en 2006 y hasta 2012 los negocios funcionaron verdaderamente bien”, dice sonriendo Mustafá Sharify, jefe de Beeroj Logistics Services, que equipó a varias embajadas e instituciones. “Llegábamos a poner mil al mes, todo el mundo quería uno: los diputados, el más simple agente del Gobierno, todos instalaban ‘T-Walls’ delante de su casa”, comenta.

Su precio varía, según el tamaño y la calidad, de 380 dólares a más de 1.000.

El empresario se muestra confiado. “Como el Gobierno no controla las embajadas ni al ISAF, en realidad esta decisión no tendrá ningún impacto”, apuesta.

La “zona verde”, el barrio que alberga los edificios gubernamentales y las embajadas, prohibido a los afganos corrientes y rodeado de muros de hormigón y de alambradas, está incluso creciendo, pues el Gobierno ha reforzado las barreras y los controles a instancias de los países occidentales.

Con todo, la decisión de las autoridades no le devolverá a Ahmad Jan, profesor jubilado, el Kabul de sus recuerdos. “Era una bonita ciudad, íbamos de la plaza Ariana (en la actualidad, sede de la CIA) hasta el centro pasando por delante del palacio presidencial, bajo los pinos… Nadie nos detenía. No logro imaginar que podamos volver a eso algún día”.

La OTAN ha reforzado sus defensas, duplicando las hileras de “T-Walls” en el otrora barrio elegante, donde los niños ricos jugaban con cometas.

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