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Acusados del 11-S siguen en Guantánamo a la espera del juicio

Dos oficiales del ejército estadounidense del Campo IV del centro de detención de Guantánamo, Cuba, trasladan a un preso de vuelta a su celda, el 30 de marzo de 2010 afp_tickers

Pasaron siete años encarcelados durante la presidencia de George W. Bush y otros ocho con Barack Obama. En sus celdas de Guantánamo, cinco acusados por los ataques del 11 de septiembre de 2001 siguen sin ser juzgados.

Los cinco acusados, uno de ellos Jalid Sheij Mohamed (JSM), considerado el cerebro de los atentados, se enfrentan el miércoles a la justicia militar estadounidense en Guantánamo (Cuba) para una nueva serie de audiencias en el marco de la preparación del juicio.

Esta odisea legal despierta cierto interés tras la llegada al poder de Donald Trump, que dijo que no dudaría en enviar nuevos prisioneros a Guantánamo y que no veía inconvenientes en que fueran juzgados.

Nadie puede, sin embargo, prever la fecha del juicio de estos acusados, uno de los procedimientos más complejos de la historia judicial estadounidense.

“Estamos más determinados que nunca a poner a estas personas delante de la justicia, y lo haremos, lleve el tiempo que sea”, declaró el general Mark Martins, que dirige el equipo de la fiscalía.

El general estima que el jurado que decidirá el destino de los cinco hombres podría empezar a ser seleccionado dentro de poco más de un año, en marzo de 2018.

La defensa de los acusados, que se arriesgan a la pena de muerte, habla de 2020 como fecha más realista. Los cinco hombres están detenidos desde hace 15 años e inculpados desde hace nueve.

El procedimiento avanza a un ritmo de hormiga, como lo muestra el programa de audiencias de la semana, que posiblemente sea impugnado desde el miércoles.

El juez militar, el coronel James Pohl, deberá determinar si las audiencias pueden llevarse a cabo en ausencia de Cheryl Bormann, la abogada principal del yemení Walid bin Attash, que se fracturó el brazo y no pudo viajar a Guantánamo esta semana.

La acusación quiere que Walid bin Attash renuncie excepcionalmente a la presencia de su abogada para esta serie de audiencias, pero los defensores de los otros acusados temen que ello cree un precedente.

Si el yemení se niega, el testimonio previsto de un octogenario que perdió a su hijo, a su nuera y a su nieta en uno de los vuelos podría ser pospuesto a una nueva sesión, retardando así un proceso ya moribundo.

El procedimiento judicial contra los acusados es aún más complicado si se tiene en cuenta que los prisioneros pasaron por algunas cárceles secretas de la CIA, y algunos fueron sometidos a “procedimientos de interrogación exagerados”, un eufemismo para designar a la tortura, que sirvieron para construir la acusación.

– La defensa, furiosa –

Es el caso de JSM, detenido en Pakistán en 2003, sometido a varias sesiones de simulación de ahogamiento en agua y sesiones de ‘rehidratación rectal’ sin justificación médica, antes de ser transferido a Guantánamo en 2006.

Ciertos elementos acusatorios recogidos por la CIA siguen clasificados en el informe del Gobierno estadounidense sobre la tortura. Los abogados de la defensa están furiosos por no poder saber más de este informe y de todos los elementos acusatorios de los que dispone el Gobierno. “No sabemos lo que no sabemos. Ése es el problema”, resumió Walter Ruiz, abogado del saudí Mustafá al Hawsawi.

Todavía quedan unos 41 detenidos en Guantánamo, cinco de ellos son los acusados. El presidente Barack Obama no logró cerrar el campo de prisioneros como prometió, y se tuvo que conformar con reducir el número de ocupantes. Eran 242 a su llegada al poder en 2009.

Durante su campaña, Donald Trump mostró en cambio su voluntad de llenar de nuevo el campo de prisioneros con “malos tipos”.

También dijo que restablecería la tortura, haciendo más “simulaciones de ahogamiento”, aunque desde entonces parece haber cambiado de opinión, bajo la influencia de su secretario de Defensa, el general retirado James Mattis.

Además de JSM, Mustafá al Hawsawi y Walid bin Attash, los acusados por el atentado del 11 de septiembre son el yemení Ramzi ben al-Chaiba y el sobrino de JSM, Ammar al-Baluchi, también llamado Ali Abd al Aziz Ali, de origen pakistaní como su tío.

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