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Aterrorizados, los sirios de Afrin acusan a los rebeldes de múltiples abusos

Un rebelde proturco de guardia el 9 de octubre de 2018 en la rotonda rebautizada "Salah Aldin Alaiobi" en la ciudad de Afrin, en Siria, donde los habitantes acusaron de abusos a los insurgentes afp_tickers

Los habitantes de la ciudad siria de Afrin afirman ser víctimas de abusos, como saqueos, robos a mano armada o secuestros, por parte de los grupos rebeldes apoyados por Turquía en esta ciudad del norte del país en guerra.

El miedo les obligó a quedarse en sus casas, aseguraron, desde que los insurgentes y su aliado el ejército turco conquistaran en marzo su ciudad, de mayoría kurda.

Por miedo a las represalias, hablaron bajo seudónimo para describir una situación caótica, en una ciudad donde los civiles no cuentan con prácticamente ninguna protección.

“La casa de mi hijo fue totalmente saqueada, incluso robaron su ropa. Nuestra tienda de alcohol también fue completamente vaciada”, declaró a la AFP Ahmad, de 55 años, uno de los pocos habitantes que volvió tras la ofensiva.

La mitad de los 320.000 residentes de Afrin había huido tras al avance de las tropas turcas, según un informe de septiembre de la Comisión de Investigación sobre Siria de la ONU.

La mayoría no pudo volver y algunos de los que lo hicieron encontraron sus casas ocupadas por combatientes o por desplazados. Las casas fueron “despojadas de sus muebles, electrodomésticos y de todas [las piezas] de decoración”.

Ahmad forma parte de los que decidieron volver con su familia.

Pero su tractor y su ciclomotor habían desaparecido. Además, por “la noche, disparan sin descanso al aire para impedir dormir a la gente”, contó.

Como él, Selim se quejó de los robos. “Roban cualquier cosa”, incluso los “cables de los postes eléctricos. Desconectaron todos para venderlos”.

– Pagan rescate –

Algunos habitantes incluso volvieron a comprar sus coches robados pagando “entre 2.000 y 5.000 dólares”, según la comisión de la ONU. Además, pagan sobornos a la entrada de la ciudad para poder llegar a su casa.

Selim, de 50 años, posee olivos en el exterior de Afrin. Pero ya no puede acceder sin un permiso de las nuevas autoridades.

“Sin autorización del consejo local, no puedes entrar en tu propia propiedad”, lamentó este padre de tres hijos. E incluso si esta es concedida, la seguridad no está garantizada.

Hombres armados “pueden secuestrarte en el camino a tu terreno” para exigir un rescate de entre 15.000 y 50.000 dólares, añadió Selim. “Los kurdos no se atreven a salir de sus casas”.

La Comisión de la ONU y el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) informaron de varios casos de secuestro a cambio de un rescate.

Según el OSDH, “40 personas fueron secuestradas en las tres últimas semanas y conducidas a ‘casas de rehenes’. Allí, son torturadas” antes de que reclamen un rescate a sus allegados.

Los secuestros se convirtieron en “una manera de conseguir dinero”, indicó la oenegé.

Algunos grupos rebeldes acusaron además a los habitantes kurdos de ser leales al régimen sirio o de ser miembros de las fuerzas kurdas expulsadas de Afrin o del PKK, el partido separatista kurdo y enemigo de Ankara.

“Un día, me acusaron de ser un shabi [miliciano prorrégimen], y otro de pertenecer al PKK”, contó Ibrahim, un habitante.

“Me detuvieron y llevaron a una base fuera de Afrin donde me ataron y pegaron”, añadió este padre de dos hijos, que habló del suplicio del “balango”: en el que se colocan las manos detrás de la espalda y el cuerpo suspendido de una cadena durante horas.

– “Sangre derramada para nada” –

Turquía desmintió las acusaciones de abuso y los rebeldes afirmaron que los responsables de estos actos son castigados con regularidad.

Samia, una estudiante perteneciente a la minoría árabe de Afrin, aseguró que la muerte de su padre, asesinado por hombres armados que querían robarle su coche, le marcó para siempre.

“La primera vez que intentaron robarle, mi padre les echó. Volvieron y le mataron para vengarse”, recordó.

El autor del crimen fue condenado “a solo un mes de prisión”, lamentó. “La sangre de mi padre fue derramada para nada”.

La ONU y Amnistía Internacional informaron también de la incautación sistemática de casas abandonadas, por rebeldes y civiles llegados a Afrin desde las antiguas zonas insurgentes, en especial de Guta Oriental, cerca de Damasco.

Tras el establecimiento de nuevas autoridades en Afrin, cambiaron incluso algunos nombres de calles o comercios.

La rotonda “Kawa”, del nombre del héroe mitológico kurdo, fue rebautizada como “Rama de Olivo”, en alusión al nombre de la ofensiva turca. Otro letrero en una plaza pública lleva el nombre del presidente turco.

“Injusticia, injusticia, injusticia y nadie rinde cuentas”, se indignó Abu Yihad, de 60 años.

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