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Carrera contra el virus en un cementerio de Yakarta

Unos 50 sepultureros trabajan hasta 15 horas al día para hacer frente a la pandemia de covid-19 afp_tickers

“Dense prisa”, grita el sepulturero Junaidi Hakim, animando a sus colegas, exhaustos, a mantener el ritmo mientras las ambulancias no dejan de traer nuevos cuerpos a un cementerio de Yakarta, dedicado a las víctimas del coronavirus.

El equipo dejó de cavar tumbas frescas en la tierra roja y comenzó a enterrar ataúdes rápidamente. Se esfuerza por completar la operación en menos de diez minutos para reducir el riesgo de infección.

“El momento más estresante es cuando se descarga un ataúd porque hay que tocarlo”, explica Hakim, padre de cuatro niños, de 42 años. “Todos estamos aliviados cuando está enterrado”.

Unos 50 sepultureros trabajan incansablemente en el cementerio de Pondok Rangon, uno de los dos lugares reservados a las víctimas de la covid-19 en la capital de Indonesia, hasta 15 horas al día, siete días a la semana, con un salario mensual de 4,2 millones de rupias (260 euros).

Cada día cavan, por lo menos, unas veinte tumbas nuevas marcadas solamente por palos de madera blancos que indican el nombre, la fecha de nacimiento del difunto y la fecha de su muerte.

– No hay tiempo para despedirse –

Una carrera contrarreloj que se hace aún más difícil por el calor tropical y la presencia de los allegados.

Las familias reciben la orden de hacer lo más rápido posible, y a menudo no tienen la posibilidad de rezar ni de despedirse.

“Me rompe el corazón ver a estas familias llorando”, dice Minar, de 50 años, que, como muchos indonesios, sólo lleva un nombre. “Hace 33 años que cavo tumbas y nunca he estado tan cansado. Es probablemente una prueba enviada por Dios”.

El mes del Ramadán, durante el cual una gran parte de los indonesios ayuna y se abstienen de beber durante el día en este país, que cuenta con la mayor población musulmana del mundo, hace que este trabajo sea aún más difícil.

Naman Suherman explica que logra resistir a la sed pensando que hace una tarea “noble”, al servicio de las víctimas de la epidemia enterradas en sepulturas de tierra, decoradas con algunas flores.

“Mi fe en mi trabajo se ve reforzada por el hecho que ayudo a los difuntos a encontrar el descanso”, explica el hombre, de 55 años.

Es difícil saber cuántas víctimas ha causado el virus en el archipiélago de Asia sudoriental, con más de 260 millones de habitantes.

Indonesia esperó hasta marzo para anunciar los primeros casos de contaminación y el número de pruebas por habitante es uno de los más bajos del mundo.

Las autoridades afirman haber registrado más de 1.200 muertes oficialmente atribuidas a la covid-19.

Pero sólo en la megalópolis de Yakarta, al menos 2.107 personas fueron enterradas según el protocolo reservado a las víctimas sospechosas de haber sucumbido al virus, casi el doble del balance nacional.

En otras ciudades, el número de funerales aumentó considerablemente. Y, según la base de datos participativa Kawalcovid-19, creada por profesionales de la salud, se han producido más de 3.000 muertes por el virus si se tienen en cuenta 16 de las 34 provincias del país.

Los sepultureros de Pondok Rangon vieron aumentar de repente su carga de trabajo. Pero al principio, la mayoría de ellos no eran conscientes de los riesgos.

“Al principio, ninguno de nosotros había oído hablar del coronavirus”, explica Minar.

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